Alba de Cenizas

Harren arrugó el papel con su mano enguantada en hierro. “El tal Aegon, anda enviando cartas a nuestros banderizos pidiéndole que le juren lealtad como Rey de Poniente. A mí no me ha enviado ninguna carta, mostrando que es un cobarde. Aún así nadie le ha dado apoyo. Lo cual es mucho sabiendo lo cuanto me aman mis súbditos.” Harren soltó una carcajada en el Salón de las Cien Chimeneas. “Harry, reúne un ejército y aplasta a esa lagartija cobarde. Sus bestias han quemado el castillo de Stokeworth, sabemos que vuelan y escupen fuego. Sé cauto.”

“Por la presente se proclama en el reino de los Ríos y las Islas una proscripción para el llamado Aegon Targaryen, todo aquel que le dé cobijo, apoyo o alimento será ejecutado si es campesino, si es noble, será descuartizado y sus bienes incautados.”

Harren I Hoare, rey de los Ríos y de las Islas.

Harren Hoare, el príncipe de Harrenhal, había recorrido el Tridente para reunir a su ejército y combatir a Aegon por orden de su padre. No ansiaba la gloria, simplemente sabía que el trabajo debía ser hecho de la mejor forma posible. Muchas orgullosas y antiguas casa habían acudido a la llamada de Hoare: Piper, Vance, Blackwood, Ryger, Bracken entre otros, pero Harry Hoare no confiaba en ellos. Sabía que no tenían razones para amar a los Hoare y todos ellos eran unos estirados comparados con el pragmático Hoare. Pero aún así lo seguían porque era su deber. A ver como se comportaban en batalla. Si fallaban sabían que los Hoare los despellejarían a todos.
Lord Halmon Piper llegó el último a la convocatoria en Harroway.

El señor de Princesa Rosada se había presentado respetuosamente en la tienda del Príncipe Harren. Harren estaba medio desnudo entre dos campesinas del Tridente de generoso trasero completamente desnudas tiradas en su jergón. Harren Hoare llevaba una barba de tres días y la tienda apestaba al vino barato de Lord Harroway. “¿Quién coño sois?” Se incorporó. “Ah, vais bien vestido y lleváis una tia en pelotas en la solapa. Lord Piper, supongo. Espero que hayáis traído un buen montón de soldados para matar al dragón. ¿Quieres alguna guarra de éstas? Estaba cansándome de esperar la verdad. Tenemos que acabar con el advenedizo Aegon al precio que sea. Son órdenes de mi padre. Y ya sabéis que pasa cuando alguien hace el inútil y no cumple sus órdenes. Nos colgará de los cojones a vos y a mí y no voy a permitir que eso pase ¿Alguna idea, Lord Piper?” Se dirigió a las muchachas. “Venga putas, largaos. Esta noche ya os llamaré y os daré lo vuestro.” En seguida se puso su armadura. “Visitemos el campamento y organicemos a los hombres. En breves marchamos al Valle Oscuro.”

A Halmon no le sorprendió en absoluto la actitud del hijo de Harren. Era su primer encuentro con él y al parecer no había llegado en buen momento, aunque no pareció molestarle la interrupción y acertó a la primera con el escudo de los Piper. El Señor de Princesa Rosada no se sentía demasiado cómodo con las preguntas que realizaba su príncipe, pero se había propuesto actuar de la mejor forma posible para evitar cualquier problema. “Espero poder volver a Princesa Rosada con los cojones en su sitio.” Halmon aprovechó para soltar un par de azotes a las dos prostitutas cuando éstas se disponían a abandonar la tienda."¿Alguna idea para combatir dragones decís? Siento decepcionaros pero no se me ocurre nada, a decir verdad hasta hace poco no creía que las historias sobre esas bestias fueran ciertas. ¿Los habéis visto en alguna ocasión?".Halmon observaba al príncipe colocándose la armadura con mucha dificultad, al parecer había bebido demasiado.“Lo único que se me ocurre es que tratándose de animales alados, y que al parecer escupen mortífero fuego, deberíamos asegurarnos de luchar bajo coberturas. Quizás en los bosques, los arboles podrían favorecernos… aunque también arden con facilidad”. Harren había terminado por fin de colocarse la armadura, listo para enseñar el campamento a su recién llegado amigo Lord Piper.


Harry se moría de ganas de llegar a Valle Oscuro y salvar la ciudad y de poder reunirse con los señores de la zona que habían acudido a su rescate. Las noticias les llegaron cuando estaban a menos de un día de camino pero unos días antes ya habían visto a dos grandes bestias aladas sobrevolándolos. Valle Oscuro había caído. Un dragón fue herido en una gran batalla contra las fuerzas de Darklyn. En ese momento los exploradores les advirtieron de que una hueste se acercaba a ellos con los estandartes de Darklyn, Staunton, Crabb, Brune y otros vasallos de la zona. “Malditos traidores.” pensó Harry. “Atacaremos directamente y mataremos a Aegon”. Le dijo a Lord Piper secamente. “Nos encargaremos de esos cobardes después.” Escupió en el suelo. “Les daré solo una oportunidad de doblegarse.”

El ejército formó y encontró que los Targaryen y sus nuevos vasallos les esperaban en una posición entre dos colinas. Harry estaba con sus hombres en el centro, a su derechas los hombres de los Hoare, hombres curtidos en batalla y con equipo de acero. A sus lados los hombres de los Ríos, con Piper mandando el flanco izquierdo y Harroway el derecho. “Veremos que espíritu de lucha muestran los vasallos.” Harry escupió al suelo. “Hijos de puta. Esos traidores van a sangrar esta tarde.”

Dos hombres salen del ejército Targaryen. Se sitúan en tierra de nadie y el más joven de los dos, dice:

-Tengo el honor de presentaros a mi pariente, Ser Robin Darklyn, quizás lo conozcáis a el o a su reputación, muchos lo llaman “El Mirlo Negro”. El, como mi padre, ha puesto su espada al servicio del rey Aegon.

Y aunque aún está convaleciente por las heridas sufridas en el ataque que encabezó contra Aegon y su dragon más grande, se presenta ante vosotros para desafiar en combate singular al comandante del ejército que tiene delante. Si tiene arrestos para aceptar el desafío.

Harry observó la estampa desde su caballo. Ulf Dientesnegros y el Araña montaron y cabalgaron a su lado cuando avanzó hacia las dos figuras. “Un joven con la boca rota y otro muy jovencito.” dijo Harry sonriente.

Harry el Sucio descabalgó delante de los dos hombres, también lo hicieron. “El Mirlo Negro. Si que sabemos quien eres. Uno de los que encabezó el ataque al dragón. Un tipo valiente. Un héroe. Podríais estar muy bien sirviendo a los Hoare, vuestros legítimos señores. Me batiré con Aegon personalmente, no con ningún caballero. Soy el príncipe de Harrenhal, ¿sabes?” Harry no era de fardar pero le hacían gracia aquel par. Sangre antigua conrría por sus venas y grandes ideas del honor. No ganaba nada con ese duelo. Pero le daría sin duda una lección a aquellos chicos. Harry ya mataba héroes antes de que Ser Robyn Darklyn naciera. “¿Ulf, te acuerdas de aquel caballero que se negó a pagar el tributo? Aquel rubio de ojos azules con esa idea tan elevada de si mismo.” Ulf Dientesnegros rió mostrando su boca de escasas y roñosas piezas que le había dado su nombre. “Claro que sí, lo ahogamos en el río, quemamos su torreón y nos hicimos a todas las mozas que quisimos hasta el anochecer. Hace casi treinta años de eso. No eran tiempos fáciles.” Harry sonrió “Soy el general de este ejército, me batiré con Aegon en persona y no con un subordinado. Házselo saber.” El escudero agachó la cabeza “Volveremos con respuesta.” Harry observó como las figuras se alejaban en la lejanía. “Es más joven pero está herido. Pronto sabrá que con los Hoare no se juega. Lo sabrá Aegon y lo sabrán todos los vasallos traidores.”

Volvieron tres figuras y se encontraron con un heraldo de Aegon, el Mirlo Negro y su escudero. Harry y los suyos se acercaron. Tras escuchar el reto de Harry, el Mirlo y su escudero volvieron para hablar con Aegon y tras nombrar este su campeón al Darklyn, una vez más fueron al encuentro de Hoare. Quien bajó del caballo mientras estos se acercaban.
Todavía no habían llegado a su altura los Darklyn cuando los hombres del Hierro clavaron sus lanzas en la garganta de los caballos, derribando a sus jinetes.
Ulf clavó su lanza en el hombro de su igual dejándolo atrapado entre el caballo y el suelo.
El Araña atravesó al heraldo con su jabalina y el escudero de Lord Darklyn pudo huir en su caballo.

Harry el Sucio hizo honor a su nombre y saltó encima del Mirlo Negro antes de que este pudiera echar mano a su espada. Con un ágil movimiento de su mano izquierda lanzó su hacha contra el cuello de su oponente. El primer golpe del hacha cortó músculo, arteria y tendón, la sangre comenzó a manar a borbotones. Los dos restantes acabaron por decapitar al Darklyn. Su espada bastarda seguía en su hombro y el joven no se había podido defender. Volvieron a cabo de poco rato. Harry llevaba la cabeza del Mirlo en la mano y la mostró a su ejército. “Aquí está el Mirlo Negro, héroe de los Darklyn. Igual que él morirán todos los putos traidores.” Hizo una pausa. “He vencido al campeón de Aegon pero no creo que acepte su derrota. Formad en línea de escudos. Aguantaremos a pie firme.”
Allí estaban en la llanura, avanzando contra ellos. Eran algunos menos. Hoare aguanta la posición y espera el avance Targaryen, cuando los ejércitos van a chocar, todo hombre de los Ríos, a excepción de los Hoare, se bate en retirada.
“¡Malditos cobardes!” gritó Harry al ver a los estandartes de las casas de los Ríos huir. Los hombres de los Hoare eran veteranos curtidos y resistieron los primeros envites. Su muro de escudos era sólidos y Harren, armado como todos los demás, mataba a los hombres que los habían traicionado. La superioridad numérica era abrumadora pero aquellos mil hombres resistían en la colina como una delgada línea y aunque iban cayendo, la tarde avanzaba y el muro de escudos no cedía, cerrado en anillo. Harry el Sucio mantenía unido el frente con su voz.

Contra el sol Poniente se alzaron dos figuras de dragón. Harry cogió su ballesta y cuando la bestia estuvo suficientemente cerca disparó un virote a su jinete pero este se perdió. Cuando el fuego alcanzó sus líneas los hombres abandonaron sus posiciones y cada uno luchó por su vida. Harry reunió a un puñado de viejos compañeros de armas y consiguió alejarse de la batalla en la oscuridad matando y apuñalando a ciegas. Con el campo barrido por el fuego.

“Me vengaré de todos vosotros, cobardes. No creáis que olvidaré que sois la vergüenza del reino.” Harry alzaba el puño en la oscuridad. “Esto no ha terminado.”

Lord Halmon cabalgaba sin mirar atrás. Se había adelantado viéndose obligado a dar la vuelta para unirse de nuevo a sus hombres. No se habían alejado demasiado de la zona de batalla, Lord Piper pudo ver como Harry y sus fieles aguantaban las cargas del ejército que había reunido Aegon. Eran hombres duros y crueles, nadie lo había dudado nunca y se trataba de una combinación que funcionaba muy bien en el campo de batalla. Halmon se sorprendió al ver que aun continuaban luchando, aguantando la posición. Pero no sería suficiente para vencer a aquellas bestias escupe fuego.

A pesar de que el plan de Harry el Sucio le había parecido simple e insuficiente, hasta el día anterior a la batalla, estaba dispuesto a cargar contra el enemigo. Todo por defender la tierra de los Ríos del invasor. Pero a medida que llegaba el día, y cuantas más veces avistaba los dragones, se daba cuenta que todo aquello era un suicidio garantizado. Él y los demás señores, que habían acudido a la llamada de Harren el Negro, se encontraban allí junto a la totalidad de sus hombres de armas. Halmon lo dejó claro a los Señores vasallos de los Ríos <¿Quién defenderá nuestros castillos si perdemos la batalla?¿Harren el Negro agradecerá nuestro sacrificio y defenderá a nuestras familias?> Todos sabían la respuesta, y Lord Piper no tardó en convencer a los Señores que lo mejor era evitar el enfrentamiento directo, y abandonar a Harry el Sucio a su suerte. Ninguno de los allí presentes se quejó, nadie iba a echar de menos a un sanguinario, digno de la casa Hoare. La mayoría de los señores criticaron a Halmon por ser un cobarde, desaprobaron su plan… aunque a la hora de la verdad todos lo siguieron en la retirada.

Halmon se reincorporó a la cabeza del ejército. — Mi Lord, ¿algún enemigo más adelante? — No, continuemos, hay que acelerar la marcha, aprovechemos que los dragones siguen entretenidos. Que los hombres se dispersen, no quiero grandes acumulaciones. Debemos evitar a toda costa que los dragones nos fijen como objetivo fácil.

< ¡Traidores! ¡Cobardes! ¡Hijos de puta! ¡HALMON! >

A Halmon le pareció escuchar la voz de Harry el Sucio. Se estremeció y aceleró el paso volviéndose a adelantar a sus hombres. La retirada le había salvado la vida hoy, pero cuando Harren el Negro se enterase de lo que había ocurrido sería sentenciado a muerte sin lugar a duda. Huía de los dragones, hacia el norte en dirección a Harrenhall, el castillo de los Hoare. ¿Hacia dónde huiría luego?