Se convoca el Gran Torneo de Harrenhal

Cuando abrió la puerta de la Torre Aullante y empezó a subir por la escalinata de piedra, un escalofrío recorrió la espalda de Dana al escuchar la voz susurrante de su madre que llegaba desde el piso superior. Era un día de viento norte, cuando los espectros plañideros del pasado se congregaban a aullar sus penas en la Torre Aullante de Harrenhal y Lady Whent venía a consultar su consejo. No había ni un alma en la torre, al menos ni un alma viva, pues todos los hombres de su padre estaban consagrados a los preparativos del Gran Torneo de Harrenhal, que se celebraría pronto. Los pasos de Dana en la solitaria escalinata de piedra resonaban en el silencio de las voces de los fantasmas y se elevaban hacia lo más alto de la torre. Su madre dejó de susurrar al escucharlos. Dana la encontró con la cara desencajada y los ojos inyectados en sangre que combinaban tan a menudo con su cabello caoba, casi pelirrojo. El cabello caoba era una característica de los Whent que se había mantenido de generación en generación, junto con sus altos pómulos. Pero la cabellera de su madre llevaba el caoba hasta el extremo del pelirrojo, y no faltaba quien la llamara a sus espaldas, y quizás no sin razón, Danelle. Dana no sabía aún quién era Danelle, sólo lo había escuchado de la boca de algunos sirvientes, en los días de viento norte. Los altos pómulos de Lady Shella se retorcieron para dar lugar a una sonrisa al reconocer a Dana.

-Hola, hija mía. ¿Qué te trae por estos lares?

-Hola, Madre.

Detrás de la figura oscura de su madre, Dana pudo ver una figura aún más oscura y neblinosa, traslúcida, casi no presente, pero que de alguna forma enturbiaba todo el aire de la sala. Dana sabía que su Madre vendría a hablar con el rey Harren y por eso había acudido directamente a la Torre Aullante cuando su padre había preguntado por ella. El propio rey Harren le había hablado de estas reuniones, en otro día de viento norte, cuando Dana al fin se había armado de valor para hablar con las sombras. Hacía ya años que las veía, desde que había sido suficientemente mayor para deambular con libertad por el castillo.

-Padre os manda llamar.

Lady Shella notó la mirada de Dana dirigida a su espalda, al lugar donde estaba Harren el Negro. El horror encendió sus ojos como una hoguera.

-¿Tú… tú… también…?

-Sí, Madre.

-¿Entonces no estoy loca?

Dana observaba el espectro del rey Harren, inmóvil contra la pared mientras su familia se desgarraba el gaznate aullando su muerte bajo el fuego del dragón a través de los siglos. Él le había contado esa historia del lejano tiempo cuando aún vivían los dragones, él le había explicado aquél que durante toda su vida había sido el misterio de las torres derretidas de Harrenhal.

-Padre os manda llamar.

Lady Shella se volvió hacia el rey Harren, enfurecida.

-Su Majestad, ¿por qué habláis con mi hija sin mi conocimiento?

El semblante inmóvil y oscuro del espectro no se movió, ni articuló palabra alguna.

-Calláis ahora, ya veo… - Lady Shella, exasperada, se volvió de nuevo hacia su hija -. ¿Y qué quiere vuestro padre? ¿Es por ese maldito – hizo una pausa y pronunció todavía con más énfasis aquella palabra mágica – maldito torneo suyo? – Un golpe de risa histérica escapó de sus mandíbulas contraídas -. Los verán… ¡¿cómo vamos a ocultarlos?! – se volvió hacia el rey Harren.

-Vamos, Madre. Padre os manda llamar.

Dana entrelazó su brazo con el de su madre y comenzaron a descender por la solitaria escalinata de piedra. Antes de marcharse, inclinaron la cabeza antes Su Majestad el rey Hoare, que había empezado a hablar con el recién llegado Lord Lyonel Strong. Abandonaron la Torre Aullante, los aullidos de las sombras y el olor a ceniza y carne quemada, que se había intensificado con la presencia del espectro de Lord Strong y su piel chamuscada a través de los siglos.


Lord Walder había llamado a Dana para mandar buscar a su madre, pues sabía que ésta siempre conseguía encontrarla. Se lo había pedido con voz distraída y sin mirarla, mientras sus ojos observaban atentamente, desde una ventana de la Torre de la Pira Real, a sus tres hijos que entrenaban su destreza en la espada, el mazo y la lanza en el patio de armas. Ser Duncan se defendía férreamente con mazo y escudo de sus dos hermanos Ser Rogerin y Ser Triston, que en perfecta sincronía asediaban a golpe de espada y lanza, respectivamente, el cuerpo enorme y musculoso de su hermano mayor. Lord Walder olvidaba a menudo que, al hablar de “sus tres hijos” con gran orgullo y ojos brillantes, dejaba de lado a Ser Aegon. El segundo en la línea de herencia de los Whent tenía una constitución demasiado débil para el combate y no había demostrado destreza alguna en el manejo de las armas, a pesar de los esfuerzos del maestro de armas. Aegon había sido siempre una fuente de disgustos para su padre, que no comprendía su carácter oscuro y silencioso, tan opuesto al suyo, siempre esquivo y refugiado en algún rincón apartado y oscuro de la fortaleza, dedicado a quién sabe qué.

El propio Señor de Harrenhal nunca había sido particularmente diestro en el arte de la guerra, al contrario que su estimado hermano. Ser Oswell, que era una de las mejores espadas de Poniente y miembro de la Guardia Real, tenía, en cambio, una personalidad misteriosa y reservada, amante del humor más oscuro; en efecto, parecía una proyección perfecta de blanco a negro del ánimo bondadoso, amable y elocuente de su hermano mayor. Ambos representaban, de forma alternativa o, si quisiéramos imaginarlo, como una especie de hélice bicolor, los dos extremos de la Casa Whent y de todas las Casas que la habían precedido en el señorío de Harrenhal, entre la virtud y la maldición.

Lord Whent volvió de sus pensamientos, abandonó el entrenamiento de sus hijos y la ventana y se giró hacia sus compañeros de juegos, el caballero Ser Willis Wode y el viejo y respetado herrero Ben Blackthumb. Una magnífica sonrisa había vuelto a poblar sus labios y no quedaba ni rastro de aquellos perturbadores pensamientos que hace unos instantes lo acosaban. Hasta sus ojos habían recobrado su brillo habitual, cálido y generoso, cuando tomó de nuevo en sus manos los dados ante la mirada expectante de sus compañeros. Los revolvió cuidadosa y lentamente y los lanzó. En el breve instante en que los dados atravesaban el espacio aéreo hasta la mesa, abierto a la fortuna o la desgracia de Lord Whent, la puerta también se abrió, y, a su llegada a la mesa, el ruido del rebote de los dados, ya olvidados por los jugadores, se confundió con el de los pasos entrantes de Ser Oswell Whent. Lord Walder, cuyos ojos habían adquirido un brillo inusual y excitado, hizo una seña silenciosa a Ser Wode y Ben para que abandonaran la sala.

-¿Y bien? – preguntó a su hermano una vez se hallaron solos.

-Dudó durante días, pero en la ciudad es imposible, el rey jamás permitirá a Rhaegar ocupar su lugar como Príncipe. Acabó considerando vuestra propuesta y aceptó, será el mayor torneo hasta la fecha. Preferiría follarme a la Madre que estar cerca de Aerys si supiese lo que hemos hecho.

Parecía la misma gran sonrisa generosa que Lord Whent portaba siempre y, sin embargo, había algo más. Su hermano no dejó de notarla, y quiso burlarse.

-Desde luego, no podría imaginar un lugar más tranquilizador que Harrenhal para el Gran Torneo de Lord Whent. No dudo que discurrirá sin inconvenientes ni altercados.

Pero Lord Walder ya no lo escuchaba, estaba escribiendo el comunicado por el cual convocaba el Gran Torneo de Harrenhal e invitaba a todas las Grandes Casas y también a las Menores, y a todos los caballeros que creyeran que su nombre merecía figurar en la historia. Cuando acabó de redactar el comunicado, llamó a los guardias que vigilaban la sala y les encomendó entregárselo al maestre Tothmure. Invitó a Ser Wode y Ben Blackthumb, que esperaban fuera, a retomar el juego, invitación que extendió a su hermano. Éste denegó el ofrecimiento, alegando con una media sonrisa arisca que prefería observar.

La atención volvió a los que no habían dejado de ser los protagonistas invisibles de la escena. Lord Whent contó sus dados y clamó su victoria. La fortuna le había favorecido, al menos por ahora. Pero los dados, como los dioses, siempre imprevisibles, no dejan de cambiar las suertes de los mortales, y nadie habría podido asegurar si aquella tirada no iba a desembocar en una desgracia a raíz de las siguientes. Sin embargo, por el momento no habría más tiradas, puesto que en ese preciso momento entró como un huracán rojo gritando por la puerta Lady Whent. Ser Wode y Ben fueron invitados de nuevo a abandonar la tragedia, mientras que Ser Oswell permaneció en la sombra, observando divertido.

-¡No podemos celebrar ese maldito – Lady Sella hizo una pausa y pronunció todavía con más énfasis aquella palabra mágica – maldito torneo! ¡Será nuestro fin! ¡Todos los… los verán!

-Calmaos, mujer – respondió Lord Walder con calma y sin perder la sonrisa - . El príncipe ha aceptado – señaló con la mano abierta al cielo a su hermano - . Las invitaciones ya están de camino, el Gran Torneo de Harrenhal se ha convocado. ¡Será magnífico! No debéis preocuparos, ya he empezado a organizar todo.

-¡¿Organizar?! No hay nada que organizar mientras estén… ellos – había un temblor de desesperación en su voz. Ser Oswell la observaba inquisitivamente, sin tener una idea clara de quiénes habían de ser estos tales “ellos” - . ¿No lo entendéis? Son… ellos quienes mandan. No he podido siquiera consultar su parecer, pedirles permiso… Su furia será recordada… Y nuestra Casa… nuestra Casa… - la voz se le quebró en mil pedazos u empezó a tirarse con fuerza de sus alborotados cabellos caoba, casi rojos.

-No debéis preocuparos, mujer – respondió de nuevo con su inmensa sonrisa Lord Walder - . Tengo todo bajo control. La gloria de nuestra Casa será inmensa gracias a este presente de los dioses que mi hermano nos trae de la boca del magnífico príncipe.

-No os perdonarán… - los ojos de Lady Shella, inyectados en el color de su cabello, casi rojo, se mostraron acuosos.

-Las invitaciones están ya de camino – repitió Lord Walder, ya algo cansado, pero sin perder su magnánima sonrisa.

Y no mentía Lord Walder, al menos en esta parte. Las invitaciones estaban ya de camino, de la mano del guardia que había de entregárselas al maestre Tothmure, quien había de enviar cuervos a cada castillo y cada rincón de Poniente. Y las invitaciones decían así:

Se convoca el Gran Torneo de Harrenhal, que tendrá lugar la próxima primavera y será el más grande que se haya visto bajo los ojos de los dioses antiguos y de los Siete en nuestra época. Las celebraciones durarán diez días, siendo siete de los cuales dedicados a las diversas competiciones: cinco días de justas, una melé de siete a la manera antigua, un certamen de arquería, otro de lanzamiento de hacha, una carrera de caballos y un concurso de cantantes, así como un espectáculo de cómicos.

Quedan invitados al mismo Su Majestad el rey de Poniente, Aerys Targaryen, y su noble descendiente, el príncipe Rhaegar Targaryen y todos los demás miembros de la gloriosa Casa Targaryen, así como las Grandes Casas de Stark, Tully, Arryn, Lannister, Greyjoy, Tyrell, Baratheon y Martell. De la misma forma, serán bienvenidas todos los miembros de las Casas Menores que presten vasallaje a las anteriores, y, por último, todos los caballeros errantes que sientan que su nombre merece figurar en la historia

Firmado: Lord Walder Whent, Señor de Harrenhal

Con la respuesta en la que confirmáis vuestra asistencia informad acerca de los participantes en las pruebas.

Justas:

Mele:

-Lord Arryn, mi señor. Ha llegado un cuervo. De Harrenhal.

-Curioso Colemon, muy curioso. ¿Que podria querer de mi Lord Whent? Dejadme ver.

Lord Arryn leyo rapidamente la breve misiva. Sus labios se curvaron en una sonrisa…

_-Vardis, muchacho. ¿Dondes estais? _

_-Aqui milord. ¿Como puedo serviros? _

-Busca a Elbert, Eddard y Robert. Hay noticias desde Harrenhal. Se celebrara un grandioso torneo. ¡El rey puede que asista! Colemon, traedme material de escritura, no haremos esperar a Lord Whent.


“Sera un honor asistir al torneo que estais organizando, Lord Whent.
Atentamente, Lord Jon Arryn.”


Ser Elbert Arryn participara en el torneo y en la melee.
Ser Vardis Egen participara en el torneo y en la melee.

Hoster no estaba nada seguro de que aquello fuese una buena idea. Reunir a todos los nobles de Poniente en el mismo lugar podía llegar a provocar roces, más aún después de lo ocurrido con los Darklyn. Desde ese momento el Rey había actuado de una manera que a veces parecía muy aleatoria. Y desde luego Hoster Tully no quería dar oportunidad a que una de esas veces se diese en la misma Tierra de los Ríos. Y sin embargo ya no podía hacer nada pues tenía la invitación en su misma mano.

Tan solo resopló y mandó llamar a su hermano Brynden, para hacerle saber del próximo evento, y de todo aquello que tenía que hacerle saber antes de que se reuniesen con todos los hombres poderosos de Poniente.

Ser Brynden Tully participará en el torneo de Harrenhall.
Lord Clemente Piper participará en la melee de Harrenhall.

Cuando sus larga y huesudas manos recogieron aquel pergamino del cuervo de ojos penetrantes sintió un escalofrío, no por el viento del norte que hacia casi impensable que al primavera estuviera asomando, y supo al ver que venía dirigida desde Harrenhall que algo importante traerían las palabras allí escritas.

-Mi señor, tenéis noticias de Lord Whent. Intuyo que importantes…- el tono denotaba que debía dejar de mirar como su heredero se forjaba el honor de ser la mejor espada del Norte ante tres escuderos que apenas podían mantenerse en pie tras un entrenamiento de espada tan exhaustivo.

Lord Rickard lo miró y tras romper el sello que marcaba la Casa de aquel lugar maldito en el pasado inquirió que el propio maestre la leyese, pues para Wylas apenas tenía secretos y aquel anciano sabía cómo transmitir las mejores y las peores melodías escritas. - Os invitan a un torneo mi señor, el Torneo de Harrehall para dar la bienvenida a la Primavera. El Rey estará presente… y también el Príncipe Rhaegar… - aún permanecía dubitativo cuando por su boca salían aquellas palabras ¿Cómo no podía estar enterado de aquello? Si Lord Whent había convocado aquel torneo seguro había recibido el beneplácito de la capital. Y aún estaba absorto cuando tras sus palabras Lord Rickard le arrebató la misiva para leerla él mismo a lo que no tardó en espetar - Haced llamar a todos mis vasallos y comenzad con los preparativos pues pronto partiremos hacia el Sur. - “Hay mucho que hacer allí y sin duda no hay mejor ocasión” terminó pensando Lord Rickard mientras lanzaba un último vistazo al patio, su hijo permanecía en pie, ayudando a uno de los pobres infelices que yacían en el suelo, y sin más giró hacia sus aposentos con la tarea en mente de escribir una nota de agradecimiento a Lord Whent, aceptando la honorable invitación a su hogar.

El Maestre caminaba con pasos cortos pero rápidos, lo más que sus viejas piernas podían permitir, hacia la torre en la que los cuervos descansaban y pronto el cielo se vió marcado por multitud de cuervos “Alas negras, palabras negras…” pensó al soltar al último, “aunque quizá no en esta ocasión.”

Brandon Stark participará en la justa y en la melee.
Eddard Stark participará en la melee.
El “Gran” Jon participará en la melee.

El príncipe Rhaegar recibió el cuervo de las manos del Gran Maestre Pycelle, que le había interceptado justo cuando se disponía a subir al Torreón de Maegor. Desconfiaba de aquel hombre, a pesar de que no le había mostrado abierta hostilidad en ningún momento. En la teoría, los Grandes Maestres de la Ciudadela no tomaban partido, limitados a su estudio de las áreas del conocimiento y a servir al hombre que les asignaban, pero eso no había impedido al Gran Maestre Hareth traicionar al rey Daeron II durante la Primera Rebelión Fuegoscuro, pasando correspondencia privada a quién no debía. Examinó el contenido del pergamino con facciones pétreas, mientras el anciano aguardaba, expectante.

— ¿Cuando ha llegado el mensaje?

— Hace apenas una hora, Alteza. Se lo he mostrado a vuestro padre, pero no parecía muy contento con su contenido. Me ha ordenado enseñároslo a vos.

— Ya veo. Será mejor que lo guardéis, por si mi padre quiere echarle otra ojeada —el príncipe le alargó la mano con el rollo y Pycelle lo recogió—. Decidle que acudiré al torneo.

Pycelle asintió y se despidió, y Rhaegar observó a aquella decaída figura de parda túnica alejarse por las escaleras. «Ahora comienza», pensó en soledad, meditabundo.

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El príncipe Rhaegar Targaryen participará en las justas, junto a Ser Myles Mooton. Ser Richard Lonmouth participará en la melée.

Doran leyó la misiva con cara de aburrimiento. No le gustaba hacerse leer la correspondencia. Había cosas que era mejor no pronunciar en voz alta, aunque fuera en tu propio salón del trono.

-Llama a mi hermano, Ricasso -le dijo a su fiel senescal-. Es mediodía. Se debería haber levantado.

Los bostezos y los ojos entrecerrados del Príncipe Oberyn cuando entró en la sala revelaron que Doran había errado en sus pronósticos. Además, tenía un aparatoso bulto con sangre seca en la frente.

-¡Que se te lleve el Desconocido! -le dijo de mal humor-, ¿para qué dem…?

-Hay un gran torneo en Harrenhal, Oberyn -le interrumpió su hermano, que sabia cuando no dejarle hablar-. Irá todo el mundo. Imaginé que no querrías perdértelo.

-¡Ah! -exclamó Oberyn, abriendo la boca en una sonrisa, lo que hizo también escapar una nube fétida de alcohol rancio de su interior-. Claro. Un torneo, sí. Los torneos… … sí. Claro, iré. Sí.

Se frotó los ojos, intentando poner en orden sus pensamientos para hilar más de 3 palabras seguidas.

-Supongo que el Príncipe Rhaegar también irá, no es de los que se pierden torneos. Con Elia, imagino.

-¡Ah, Elia! -su sonrisa se amplió, así como la nube fétida-. Sí, no he visto a Elia desde que nació la niña. Y la echo de menos, Doran, ya lo sabes bien. Es mi mitad. Mi mitad buena.

-Ya me comentarás lo que cotilleéis. Gracias, Oberyn -le dijo con tono de conclusión.

-Siempre a tu servicio, hermano, ya lo sabes -le dijo mientras se iba tras una reverencia burlona-. A todas horas del día y de la noche… ¿Qué hora es? … ¿En serio?

Doran suspiró. Ya había renunciado a enderezar a su hermano pequeño hacía tiempo. Ahora tan solo se resignaba a él.

-¿Sabes cómo se dio ese golpe en la frente, Ricasso? Espero que no haya retado a duelo a nadie importante.

Ricasso miró con gesto confidente al Príncipe y asintió.

-Sí, algo he oído. Por lo que me han dicho, lo vieron a altas horas de la noche en un conocido lupanar de la Ciudad de la Sombra, intentando escapar por la ventana con una prostituta en brazos -informó con el tono desapasionado que siempre usaba.

-Y se dio un buen golpe -adivinó Doran.

-No. No, salió ileso, y la prostituta también. Pero al parecer tenía un chulo… ¿o sería su hermano? Poca diferencia hay, en la Ciudad de las Sombras. En cualquier caso, se batió en duelo con él en la puerta del burdel.

-Podría haber escapado mucho peor.

-De hecho, el tipo no le hizo ni un rasguño. El Príncipe se lanzó a por él con el cuchillo como un animal y lo dejó por muerto. Tras eso se volvió al Palacio con la prostituta. Debe de estar compartiendo su lecho aún, imagino.

-Pero… ¿y el golpe en la frente? -inquirió Doran intrigado.

-Oh. Cierto. Eso. Cuando entraba borracho a sus aposentos se golpeó con la puerta.


El Príncipe Oberyn Martell participará en la justa.

Tywin aún no había abierto el mensaje de los Whent a pesar de haber llegado días antes; conocía su contenido y no le hacía la menor ilusión contestar.

Le preocupaban, eso sí, asuntos relacionados con el Torneo y lo hacían de una manera muy personal. Él, como Mano, no tenía por qué acudir - y dudaba mucho que fuera hacerlo - si lo hacía el rey pero la realidad era que si el rey se quedaba en Desembarco es cuando más motivos tenía para quedarse allí.

Pero luego estaba el asunto de Jaime. Casi se podían oír los engranajes de la cabeza de Tywin funcionando sin descanso y quien fuera que le conociera lo suficientemente bien - y no había nadie así en Desembarco - sabría que estaba del peor de los humores.

Finalmente cogió papel y pluma y envió una misiva a los Whent.


Jaime Lannister participará en la Justa.
Gerion Lannister participará en la meleé.

El maestre del Faro hizo resonar sus pasos apresurados en las largas escalinatas de la gran torre hasta, resoplando por el esfuerzo, dar con su señor en lo más alto, observando la gran ciudad que bullía de actividad a sus pies.

Mi señor, se va a celebrar algo importante y he venido tan rápido como he podido, tal y como me ordenasteis – dijo el maestre ofreciendo la misiva al señor de Antigua. Lord Leyton acarició el papel entre sus manos mientras leía tranquilamente la nota. Asintió al acabar y se mesó la barba blanca durante unos segundos antes de responder. – Dile a mi hijo Baelor que prepare el viaje y responde diciendo que participará, seguro que lo está deseando – dijo sin girarse hacía el maestre y tendiendo la carta al mismo.

El maestre cogió la nota de las manos de su señor y se dispuso a volver a bajar la larga escalinata mientras las primeras gotas de sudor perlaban ya su frente cuando Lord Leyton le detuvo con una última orden – y dile que venga a verme antes. Tengo que hablar con él primero – le ordenó a su maestre con un tono de extrema amabilidad, tal y como hacía siempre el señor del Faro


Ser Baelor Hightower participará en la justa

La comitiva era pequeña pero impresionaba: decenas de abigarrados hombres de armas del Dominio en magníficos corceles y con los estandartes más brillantes cabalgaban camino de Harrenhal. Y por supuesto, no sólo los insignes guerreros que abrían el paso componían tan laureada compañía, los más atrevidos cocineros, los más famosos sastres y las mejores putas seguían, con la debida distancia, el dinero de los hombres.

A la cabeza de todos iba Lord Mace Tyrell, señor del Dominio, que no había dudado ni por un instante preparar el largo viaje que separaba Altojardín de Harrenhal con tal de poder disfrutar de una buena fiesta. Todo aquel que pintaba algo en el Reino iba a asistir y por supuesto, él no iba a ser menos, siendo una persona tan influyente y con tan dilatado ego.

Y, claro, tampoco se iba a dignar a manchar de barro sus botas.


Ningún combatiente Tyrell participará en el torneo.

-¡Aprisa!

Jon Connington galopaba veloz, con el viento golpeándole en el rostro y los fieros cabellos rojos alborotándose constantemente. A lo lejos se encontraba Harrenhal, el gran castillo de las tierras de los ríos, y en su mano, la invitación de Lord Whent, a la que había manado responder tan pronto como el cuervo se había posado.

¡Un torneo!, ¡gloria y honor para la Casa Connington! Un lugar donde demostrarse no solo a sí mismo que era uno de los grandes caballeros de Poniente, sino a Rhaegar. A su amigo, a su confidente…a la persona por la que derribaría montañas, reinos y todo lo que hubiera habido y fuera a haber en el Nido del Grifo. ¿Cuánto le impresionaría que Jon, el joven Jon, el idealista Jon, el serio pero vehemente Jon, ganara el torneo?

Solo de pensarlo, se le ponía tiesa. Y, por qué no decirlo, también sonreía. Algo que no había hecho demasiado desde la muerte de su padre.

-Mi señor. -El que hablaba era Gideon, que portaba el estandarte con el grifo y cuyo caballo daba claras muestras de cansancio. - Si pretendéis tener alguna montura sana en el torneo, os recomiend que bajemos el ritmo.

Señaló hacia atrás, donde varios caballeros aún estaban remontando la colina a la que había subido hace ya un tiempo.

-No daría buena impresión.


Lord Jon Connington participará en la justa

Walder Frey leyó la misiva que anunciaba el Gran Torneo de Harrenhall. Arrugó el papel y lo lanzó a las llamas.

“Pretenciosos meapilas…como les gusta pavonearse”

El viejo Frey lo dispuso todo para la comitiva Frey. El no iría ya estaba viejo para esas lides.

Walder Ríos participará en las justas y el Toro participará en la Melé

Quellon Greyjoy agradece la invitación. No podrá asistir debido a su enfermedad, dos de sus hijos lo harán por él.

Euron Greyjoy y Victarion Greyjoy participarán en la Melé.

-¡No podemos perdernos este Torneo, Ned!- dijo Robert Baratheon a su amigo mientras devoraba un faisán. -Dicen que acudirán hasta el rey y el Principe y que los Whent van a tirar la casa por la ventana. Será un buen momento para probarme en combate. Deberíamos convencer a las mejores espadas del Valle de que vinieran con nosotros para dejar bien alto nuestros pendones. Le he pedido a mi hermano que envíe una comitiva de hombres de las Tormentas desde Bastión. ¿Será una fiesta épica te digo!- Robert estaba bastante excitado por la quinta pinta de sidra que se había bebido y Eddard Stark meditaba serio sobre su pichel. -Sin duda será un acontecimiento importante Robert, irá toda la nobleza de Poniente que se precie. Nosotros no podemos ser menos.-

Robert Barahteon participará en la melé.
Bryen Caron participará en la justa.