-Me cago en los Siete - Casi literalmente. Aegon sentía el estómago revolverse. Aquello no debería haber salido así. Valleoscuro no tenía que tener dragones -Me cago en los Siete
-Compórtate - Helaena lo miraba fijamente -Los hombres te miran y ven a su Rey. Que no vean a un niño
Aegon Targaryen, el Segundo de su Nombre, pensaba lo más rápido que podía. Había salido para liderar una expedición victoriosa hacia Valleoscuro cuando habían aparecido su puñetera tía abuela, o lo que fuera la vieja bruja, y su medio hermano. Dos dragones contra los dos que habían acudido. Serían tres si el maldito cabrón de su hermano se hubiera personado allí, pero aun no había rastro de Vhagar, y los ejércitos de la ciudad le superaban en número.
-Aun estamos a tiempo de salvar a los hombres, Aegon. Aunque sea por Fuegosolar y por ti mismo, di que lo has hecho por ellos. Convirtamos esto en una victoria - Helaena se acercaba a Fuegosueño, acariciándole con delicadeza cerca de la mandíbula. Hacia el norte se veía a Meleys comiendo algo mientras bramaba. Los defensores de Valleoscuro parecían jalearla. -Morir aquí no nos sirve de nada. Y no quiero ser yo la que asesine a alguien
-Eres mujer y eres débil. Son traidores al reino, no familia. Ellos quieren arrebatarme la corona, quieren traicionar la voluntad de nuestro padre - Intentó sonar intimidante, pero no podía negar el miedo que le recorría la espalda. Su hermana, su reina, tenía razón. Y los hombres lo agradecerían. -Pero tienes razón. Es por los hombres. Debemos pensar en el pueblo, en las viudas y los huérfanos. Y en Ser Criston Cole, mira qué cara está poniendo
Helaena se permitió una sonrisa. Aegon no era un dechado de virtudes, pero no era tonto. Había calculado sus posibilidades y sabía que aquello sería, a lo sumo, un empate. ¿Se atrevería Rhaenys a matar a sus familiares?, ¿podría ella misma?
-Entrenaremos. Entrenaré. Haré que nuestro hermano de mierda deje el culo quieto. Y entonces nos vengaremos. Lo haremos - Aegon sonreía. Helaena vio que Rhaenys se acercaba. Le asintió. Ella hizo lo propio. La sangre no había llegado al río.
Hombres de Desembarco, vuestro buen Rey ha decidido que ninguna fortaleza vale la vida de tantos hombres y la devastación que un conflicto entre dragones podría provocar. Por proteger al pueblo de los Siete Reinos y a sus valientes soldados, ha querido evitar una confrontación que trajera más muerte. Que su piedad y sabiduría nos iluminen.
“Si cuela, cuela” pensó Ser Criston. Otro empate, una nueva retirada táctica. Esperaba que Aemond estuviera teniendo más suerte en sus viajes.