Cuando el emisario de Aguasdulces llegó al campamento de los Bracken y Strong no fue detenido ni mirado con más suspicacia que la que se le dedica a un vendedor ambulante; casi parecía que lo esperaban. Floyd preguntó por Simon Strong y Lord Bracken pero nadie acertaba a decirle dónde estaban hasta que un joven se le acercó y se presentó como Wilbur Strong.
– Mi abuelo está inspeccionando las letrinas, Ser. Si tenéis a bien acompañarme podemos esperarlo en su tienda.
En un primer momento dudó si desmontar y confiar en aquel joven, pero vista la atención que le dedicaba el resto de presentes no creyó que pudiera pasarle algo malo allí; así pues, tras veinte minutos de espera en la tienda Strong en el que Wilbur se dedicó a hacerle ver que el campamento tenía ciertas deficiencias que podrían solventar en cuanto se diera la orden, llegó Simon con cara de sentir un gran alivio.
– Oh– dijo al ver a al caballero embutido en brillante armadura con su mano en el pomo de la espada. – Supongo que venís en nombre de nuestro señor, Lord Tully.
– En efecto, hablo en nombre de Ser Elmo Tully…
– Ser Elmo entonces, no Lord Tully. Tampoco importa – corrigió Simon.
– Como decía, vengo en nombre de Ser Elmo Tully quien os conmina a que depongáis las armas y os presentéis ante él para someteros a su juicio.
– ¿Qué?
– ¿De qué juicio habla, abuelo?
– Que me pongan una peluca, me azoten el culo y me llamen Jenny Culomagro si sé de qué habla, Wilbur – contestó Simon extrañado. – Pero eso da igual, yo le acompaño.
– Lord Bracken también debe venir – se apresuró a decir Floyd con voz grave.
– Eso es más difícil, no está aquí.
– Ser Amos Bracken.
– Ah, eso es otra cosa. Pero tampoco está, dejaré dicho que le avisen.
El emisario Tully no estaba muy conforme pero sus órdenes no especificaban que tuviera que llevarse también consigo a Ser Amos, se hizo hincapié en Simon.
El camino de vuelta hasta el ejército combinado de los Ríos fue tranquilo. Hubo un pequeño momento tenso cuando Simon confundió a los Cox con los Cock y Floyd a punto estuvo de retarlo a duelo si no fuera porque el Strong parecía no ser consciente de lo que había dicho.
Al llegar ante Ser Elmo, Simon se espabiló un poco.
– Niño, ayúdame a bajar, anda – le dijo a un muchacho que resultó ser Ser Bran de Descanso del Caminante pero que su falta de vello facil confundió a Simon.
Una vez en tierra firme, se alisó su ropa y se arrodilló ante el Tully.
– Mi señor, dijo solemnemente. – Los ejércitos Strong y Bracken están dispuestos para el asalto.
Todos los presentes miraron a Simon, después entre sí y por último a Ser Elmo. El Strong no parecía altivo ni irónico, era como si diera un informe que le habían pedido, pero todos sabían que eso no había sido así. ¿O sí?
– Eso ya lo veo, contestó Elmo. – Lo que no sé es por qué es así cuando os dije que no lo hiciérais.
Simon levantó la mirada para observar al Tully pero era una posición muy incómoda así que con trabajo se incorporó y tras un “con vuestro permiso” y bufar un poco, habló.
– Porque vos me lo ordenásteis, replicó con aparente sinceridad y sin culpabilidad. Vos me dijisteis que íbais a acudir para tomar el mando de este ejército y asediar a los Blackwood.
– ¡Nunca dije eso! gritó Ser Elmo mientras su rostro se encendía. –Os dije que NO hicierais esto precisamente.
– Pero … pero … vos me dijisteis que empezara yo, que tenía permiso para convocar levas y que vos tomaríais en mando para que nadie dijera que los Tully se esconde mientras sus vasallos ponen orden.
– ¡Pero qué orden ni que septón muerto! Bracken ha actuado a mis espaldas, ha insultado a mi padre y está contraviniendo mis órdenes. Y vos sois su cómplice por lo que veo.
Simon miró a su alrededor con cara de pavo asustado, sus flácidos mofletes temblando un poco.
– ¿Yo? Pero si yo soy el castellano de Harrenhal, no soy ni Lord ni caballero, poco entiendo de guerra y solo cumplo órdenes. Pero si he montado el campamento para que podáis entrar sin problemas.
El Strong señaló a los hombres Strong y Bracken que estaban frente a Árbol de Cuervos y muchos pudieron observar que, en efecto, las defensas del campamento estaban ideadas principalmente para evitar que desde el castillo los atacaran con facilidad pero desde aquella posición los Tully y sus banderizos no tendrían problemas en acercarse.
Muchos de los ojos se giraron hacia Elmo.
– Mirad, Simon dijo el Tully tratando de reunir todas sus fuerzas para no golpear al viejo. –Creo que habéis malinterpretado la mayoría de cosas que os he dicho. Por eso, solo por eso, os doy la oportunidad de demostrar que sois un buen vasallo y os retiraréis de ese asedio o como queráis llamarlo.
Simon agachó la cabeza y asintió con vehemencia. Se le escapó un pedo de los nervios pero nadie se lo tuvo en cuenta.
– Gracias, mi señor. Le diré a Ser Amos que todo esto ha sido un error y nos iremos y …
– Mi oferta es hacia vos. Los Bracken sabían lo que hacían. No basta con unas disculpas.
El castellano de Harrenhal lo miró con ojos desconcertados y empezó a balbucear.
– Eh … esto … mi señor… es que Ser Amos y yo … o sea, nuestras familias … eh…
– Simon Strong, haced algo sensato por una vez y callaos. Dad las órdenes pertinentes y haceos a un lado mientras discuto con los Bracken los términos de su rendición. No os obligaré a luchar contra aquellos con quien habéis comido y bebido, no os preocupéis. Simplemente, retiraos de Árbol de Cuervos y esperad a que os convoque.
– Señor, sí señor, dijo Simon mientras le pedía al niño-caballero que le ayudara a montar de nuevo en su caballo. – Es Elmo… – dijo en voz baja.
– ¿Cómo? preguntó Ser Bran.
– Es el momento de irse, digo.
Y se fue.
Simon bebía agua y se tocaba el estómago, a ratos se secaba el sudor y pedía más agua a Wilbur.
– Que nos vamos cómo, abuelo
– Que nos vamos. Que si quieres follarte a la Butterwell otra vez tenemos que irnos.
– ¿Y Ser Amos?
– Pfff
– Pff, ¿qué?
– Pff eso, que no sé si se va, se queda o … dijo Simon sin querer continuar. – Mira, Wilbur, aquí ha habido un malentendido pero al parecer Bracken va a pagar los platos rotos. Le he dicho que espabile y se venga, pero me ha soltado que si su honor, que si los hideputas de los Blackwood y que no, que se queda y que ya hablará con Tully.
– ¿Y tú qué has hecho?
– Abrazarlo, darle unas palmadas en la espalad y desearle lo mejor.
– ¿No luchamos entonces?
Simon miró a Wilbur, miró hacia donde estaban los Tully y el resto, y negó con la cabeza.
– En la posada de El Salmón Saltarín tienen una cerveza estupenda. Esta tarde te tomarás una y me dirás si tengo o no razón.