Triston Sunderland observaba Soto Gris y el campamento a sus pies ensimismado. Se encontraba ante su destino, su triunfo o su fracaso… Su mano derecha empezó a temblar… ¿miedo? “El miedo puede ser un poderoso catalizador.” pensó. Sujeto su mano. El rugido del dragón lo sacó de sus pensamientos. “Que bestia tan magnífica, terroríficamente preciosa.”
Alyn, su hermano se acercó y puso su mano sobre el hombro.
“Hermano mañana será una batalla memorable… acabe como acabe. Si he de morir no hay mejor plaza que esta y mejor compañía que la tuya. Quiero que lo sepas.”
Triston lo miró con determinación:
“Gracias hermano por tus palabras. Recemos a los dioses por que ambos podamos sobrevivir a mañana. Haremos lo posible por que el día de mañana se nos recuerde como aquellos que dieron caza a uno de los jinetes de dragón. Ese será nuestro principal objetivo. Causar tantas bajas como podamos y dar muerte a la bestia y capturar a su jinete.”
Alyn rió sabiendo que su hermano hablaba totalmente en serio. Mientras él pensaba solo en el combate su hermano había puesto los ojos en la bestia y el impacto que pudiera tener sobre la moral enemiga ver caer al dragón.
“Alyn, yo comandaré a la primera fila. Tu avanzarás con la segunda. Cuando la primera fila colapse contra el campamento tu y la segunda ocupareis el flanco izquierdo. Cuando esto ocurra te quedarás con todos los arqueros del ejercito. No pierdas de vista al dragón. En cuanto este a tiro concentra sobre el todos los proyectiles. Convierte a esa bestia en un cedazo…eso nos acercará a la victoria.”
Alyn asintió con seguridad. Aquel hombre podría parecer un loco, pero lo que proponía tenia sentido. Derribar a la bestia…menuda hazaña. Ambos se abrazaron quizá por última vez y se dirigieron a hablar con sus capitanes y dar las ordenes para que todo saliese lo más cercano al plan establecido.
Sus destinos estaban ya a merced de los dioses, el acero y el fuego. Sea como fuere la casa Sunderland tendría cabida en los anales que se escribiesen sobre el conflicto sucesorio de los dragones.
Al amanecer Triston Sunderland, pertrechado con su armadura se dirigió a sus hombres y a los valientes soldados del Valle:
"¡Hijos de las Hermanas! ¡Soldados del Valle! Hoy es un gran día, un día de orgullo, un día de valientes…Ante vuestros ojos Soto Gris y el campamento enemigo. No eviteis poner los ojos en el dragón, es aterrador lo se y por eso mismo debeis enfocar todo vuestro miedo y rabia en el… pues la bestia y su jinete son nuestro objetivo. !Confiad en el soldado que tengais al lado y seremos una marea que barrerá la posición enemiga!
Los hombres de las Tres Hermanas avanzaron colina arriba y pronto se enfrentaron a la lluvia de proyectiles provenientes del castillo y, lo que era peor, el fuego de Vermax que cayó sobre los hombres con fiereza. Pero los atacantes no cejaron en su empeño, la segunda linea se escoró abriendo la formación y amenazando el campamento de los hombres de los Arryn por un nuevo flanco mientras sus arqueros golpeaban a Vermax sin parar.
Pronto la distancia de ambos ejércitos fue cerrada y los rebeldes del Valle se lanzaron a la carga contra las barricadas enemigas. La superioridad de los atacantes era obvia y pronto la primera línea de barricadas cayó y Ser Corwyn Corbray ordenó retroceder, abandonando cualquier esperanza de huir y dejando el castillo a su espalda.
Vermax continuaba golpeando la retaguardia de los rebeldes, liderada por Alyn Sunderland que dirigía todos sus esfuerzos a acabar con el jinete. Un grupo de arqueros a la derecha de Alyn fué incinerado en segundos. Alyn se lanzó al suelo intentando esquivar la llamarada, algo que consiguió en cierto modo, dolía… Cogió el arco que tenía a sus pies. Colocó la flecha y con todas sus fuerzas tensó la cuerda. La adrenalina corría por su cuerpo como un torrente desbocado, imparable. Jacaerys no se percató, Alyn apuntaba al pecho del muchacho, tenía un tiro franco. Soltó en el instante que Vermax por instinto giró el cuello hacía él y cargó su flamígero aliento. El hermano del Señor de Tres Hermanas pudo ver el destelló del fuego antes de cerrar los ojos rendido a lo que creía sería su muerte.
La flecha alcanzó a Jacaerys bajo el gorjal, la sangre brotó con fuerza e hizo que tirará de las riendas del dragón desviando en parte la llamarada que habría acabado con la vida de Alyn Sunderland. Allá donde otro hubiera huído el príncipe instigó a Vermax que continuó luchando sin cuartel hasta que los arqueros rompieron la formación llevando a sus heridos, entre los que estaba el propio Alyn Sunderland.
En el castillo Ser Corbray luchaba con desesperación mientras se preguntaba dónde estaban los caballeros del Nido, deberian haber llegado hace horas y sin ellos la batalla estaba perdida. Mientras ponderaba si llamar a la retirada general los hombres llegaron, cargando contra el flanco de los Sunderland que supieron redirigir sus esfuerzos hacia los recién llegados.
Lord Triston Sunderland siguió presionando y poco a poco las tornas volvieron a ponerse a su favor. Las bajas enemigas comenzaron a incrementarse y la victoria estaba a su alcance. Ser Corwyn Corbray tocó retirada y los hombres se refugiaron en el castillo dejando atrás a cientos de compatriotas liderados por Ser Lyn Redfort, pero cuando las tornas estaban echadas las serpientes de los Lynderly refulgieron hacia el oeste, cientos de caballeros al galope cayeron sobre las posiciones de los Sunderland, seguidos por cinco mil hombres, cansados de la marcha pero ansiosos de batalla.
Por un segundo Lord Triston pensó en continuar, pero cuando las trompetas sonaron y los hombres de Piedra de las Runas y de Puerto Gaviota comenzaron la retirada no tuvo más opciones que marchar con ellos. En la huida Triston no vio a su hermano, pero si pudo ver a un Jacaerys herido sobre su montura…la sangre manchaba el pecho del muchacho por completo…quizá habían conseguido parte de su objetivo. Se centró de nuevo en la retirada hacia Puerto Gaviota.