Caballero deshonrado

Oh, Larra, hija de los mares y estrella de mi vida.

-Menuda mierda. - Arrugó el pergamino y lo tiró al suelo. ¿Qué se había hecho de él? Daemon Aceroveloz, hombre adulto, cabal, seguidor de los Siete y leal caballero…escribiendo poemas para una mujer, ¿qué mujer? Una niña que no llegaría a los quince años. - Menuda puta mierda.

Enterró la cabeza entre las manos y apretó el cráneo con los dedos. ¿Estaba perdiendo el seso por unas tetas y unos ojos hermosos? Las casas de placer a lo largo y ancho de Essos estaban llenas de chicas como aquella, y mucho más baratas. A esa investigación, y a la de la destreza de muchos espadachines borrachos en noches de soledad, había dedicado buena parte de sus últimos diecisiete años. ¿Para qué seguir pensando en una en particular?, ¿incluso aunque fuera Larra?

-Estás pensando con la polla. - Se sorprendió secándose una lágrima. - Vete a tu puta casa y escríbele a Ronald, y luego márchate de aquí. - Se incorporó, y mientras se sacudía el polvo de la ropa escuchó una voz.

-¿Os marcháis, mi buen caballero? - Se giró y allí estaba aquella mirada penetrante, con unos ojos que parecían escudriñarle el alma como no había hecho nadie antes. También estaba el vestido casi transparente, la voz dulce y el largo cabello que caía ondulado. - ¿No queréis hablar más conmigo?, ¿no os gustaría quedaros un poco más?

-Tengo que… - La carta a Ronald ya no parecía tan urgente. Tampoco seguir su largo viaje tan lejos de casa. Pero, aquello era lo peor, tampoco era el Nido del Grifo lo que echaba de menos, ni las praderas fuera de sus murallas o los acantilados cerca de La Selva. Echaba de menos pasar cada minuto mirando a aquella mujer que mantenía su mirada fija en él. Una prostituta que jamás podría pagar y por la que estaba a punto de arriesgarlo todo. - Tengo que quedarme un poco más, sí. Eso pensaba.

“¿Estaré loco?”

-Claro, mi buen caballero. Quedaos un poco más. - Sonrió y lo tomó de la mano mientras lo conducía de nuevo a la casa. - Quiero preguntaros muchas cosas.