Casa Gardener de Altojardín

La casa Gardener de Altojardín es la casa gobernante del Dominio. Su asentamiento es Altojardín. Su emblema fue una mano de sinople en campo de plata. Fue fundada por Garth Gardener.

Compuesta por:

-Rey Mern, el Noveno de su Nombre (47)
-Reina Carynne Redwyne (43)
–Príncipe Edmund (25)
–Príncipe Gawen (21)
–Princesa Eleana (17)
–Princesa Catlyn (15)

Tabla de Tropas

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Lista de Flotas

  • 1 de galeras (en las Islas Escudo)
  • 4 de galeras (en el Rejo)

Rey Mern IX

Mern, el noveno de su nombre, tiene cosas mejores que hacer que gobernar. Como beber vino. O echar la siesta. Antes le gustaban también mucho las mujeres, pero la edad le ha ido quitando energías, y su esposa es un dolor de huevos.

A veces tiene arrebatos de entusiasmo en los que concibe una y mil ideas para hacer el Dominio más grande y más próspero, pero tiene poca paciencia, se distrae fácilmente, y el entusiasmo no le suele durar mucho. No ayuda tampoco la frustrante prosperidad del Dominio. Aunque él lo hiciera todo del revés, las cosas seguirían yendo viento en popa. Eso desmotiva a cualquiera.

Mern no es un mal rey. Tampoco se puede decir que sea bueno. Solo cumple como puede con las funciones que su linaje ha ostentado desde hace un milenio; eso sí, con cierta desgana y renegando a menudo. En la larga historia del Dominio, Mern es una página bastante aburrida. Probablemente pasará a la historia con algún mote extraño como “El Pajarero”. O “Calzas Azules”. Algo de ese estilo.

También tiene sus puntos fuertes. Es buen diplomático, quizá algo arrogante, pero cortés. Y de joven era buen caballero, pero está bastante oxidado.


Príncipe Edmund

Edmund tiene todo el entusiasmo que le falta a su padre. Si tan solo le acompañara el talento.

El Príncipe Edmund, heredero al trono, es un joven bien parecido y bastante diestro en las justas que, por su estado de soltería, causa furor allá por donde va. Y a pocos sitios hay que no vaya. Edmund vive de torneo en banquete, de banquete en boda, y de boda en otro torneo.

Rodeado permanentemente de su corte ambulante de aduladores, la vida del príncipe incluye muchos privilegios y pocas obligaciones. Vive para una cosa: la gloria. La fama. Los suspiros de las damas. Sueña con que haya una gran guerra, con dragones, a los que pueda vencer en el campo del honor para convertirse así en el héroe más glorioso.

Que sueñe con enfrentarse a dragones muestra a las claras sus carencias. Edmund confunde la valentía y la insensatez, se pierde con los planes complicados, y opina, desde su absoluta inexperiencia, que no hay nada que una carga frontal de caballería no solucione. Nada.

Quienes conocen al Príncipe Edmund le desean al rey Mern una larga, larga vida y mucha salud. Eso sí, Edmund quedaría muy bien en los retratos.


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Harlan Tyrell

El Mayordomo de Altojardín, un hombre maduro de aspecto adusto, es, por suerte, incansable. Le es muy necesario para poder encargarse de todo lo que a Mern no le apetece. Que es, bueno, casi todo.

El puesto ya estaba cargado de un poder significativo antes de que Harlan ascendiera, y se decía que Lord Tyrell era el señor más poderoso, aunque no tuviera tierras ni hombres. La casa Tyrell controla el recurso más importante: el oído del rey. No es poco.

Pero en esta generación, tras muchos vaivenes, la combinación de la desidia de Mern y la alta capacidad de trabajo de Harlan ha acabado de inclinar la balanza en contra del monarca y a favor del sirviente.

En cierta forma.

Porque después de todo, si Mern quisiera, lo podría mandar matar. Pero en la práctica, Harlan se ha hecho tan importante para el reino, asumiendo tantas funciones y desempeñándolas con tanta brillantez, que la idea de perderlo le da sudores fríos a Mern.

Y Mern sabe que por mucho poder que acumule, nunca podría usurparle. No es un Gardener. Nadie que no sea un Gardener podría reclamar el trono. Es una idea disparatada, y Harlan es un hombre sensato.

Sensato… pero terriblemente ambicioso. Harlan no da puntada sin hilo, y sabe que algún día llegará el momento de los Tyrell. Lleva décadas esperando. Quizá cuando Mern muera, o quizá el destino le dé una oportunidad antes. Pero se está haciendo viejo y empieza a impacientarse. No se va a ir a la tumba sin intentarlo.

  1. La Corona de Viñas y Flores

Los Reyes del Dominio descienden directamente del Alto Rey de los Primeros Hombres, Garth Manoverde, que como cuentan las leyendas guió a su pueblo a Poniente, siendo el primer humano en poner jamás el pie los Siete Reinos. Y no es lo mismo ser, por derecho de linaje, la primera casa de Poniente en importancia, que descender de un porquerizo. O de un bucanero. El poder de los legendarios Gardener sobre su reino es absoluto e incontestable. En la imaginación de las gentes, no hay gran diferencia entre Los Siete y el Rey.

  1. El Príncipe Edmund y Sus Alegres Compañeros

La marabunta de jóvenes amigos, compañeros, admiradores, aduladores y vagos en general que acompaña a Edmund comparte ciertas características con una plaga de langostas. No arrasa los cultivos allá por donde va, pero sí que puede secar la bodega de un castillo en apenas un par de noches. Más allá de su función animando cualquier fiesta, cabe recordar que esta compañía de jóvenes caballeros tiene el mejor equipo que el dinero puede comprar, sobrada experiencia en torneos, y un entusiasmo inigualable por las cargas de caballería en formación.

  1. Ser Theo Tyrell

El primogénito de Harlan Tyrell. Amigo y consejero del príncipe Edmund, su fría sensatez suele resultar un contrapunto a las ideas más exuberantes de Edmund. Tiene sus detractores entre los partidarios del príncipe, que le consideran un aguafiestas, pero Edmund lo conoce desde pequeño y sabe, por una dilatada experiencia, que debería hacerle caso cuando le dice que no es buena idea hacer algo. El joven Theo puede resultar a primera vista algo frío y hasta arrogante, pero quienes más lo tratan saben que tiene una mente preclara.

  1. El Largo Brazo del Lord Mayordomo

Harlan Tyrell lleva ocupándose del día a día del reino, para alivio del Rey Mern, durante la mayor parte de su vida, y conoce el Dominio mejor que a su mujer, a la que ha dedicado mucho menos tiempo que al reino. Incluyendo las horas de sueño, que ya no suelen ser muchas. Su buena administración le ha ganado más partidarios que detractores en Altojardín y el reino, y es difícil que pase algo sin que a él le lleguen noticias de primera mano de algunas de sus fuentes. Y es difícil que sus siempre sensatas y razonables recomendaciones no hagan mella en los señores del reino.

  1. La Prosperidad del Dominio

El Dominio no tiene, ni necesita, minas de oro. Su oro son los campos de trigo que se extienden hasta el horizonte, y toda la gente a la que alimentan. Con un clima suave y estable, todos los años son un buen año en el Dominio, y por mucho que los señores se afanen en celebrar torneos, banquetes y dispendios varios, el dinero en las arcas se acumula y se acumula. Con el reino en paz y la buena gestión financiera de Harlan, la sala del tesoro se está desbordando y hay pocas obras o proyectos que la opulenta Casa Gardener no pudiera costar.

  1. El Granero de Poniente

Sin el Dominio, Poniente moriría de hambre. No todo Poniente, está claro; pero buena parte de la alta población de reinos tan escarpados y baldíos como los que rodean al Dominio vive de la comida que crece en sus vastos campos. Siempre que se la sigan vendiendo, claro. ¿Y si ya no lo hicieran? Pues en ese caso más les valdría encontrar alguna alternativa pronto, o sus mercados quedarían vacíos de cereales, verduras y hortalizas. Conviene no enemistarse con el Dominio, o no con el invierno acercándose, al menos. Podría ser un error fatal.

  1. Sam el Salvaje

El joven Ser Samwell Tarly, heredero de Colina Cuerno, se está forjando rápidamente una leyenda por su destreza marcial y su gusto exacerbado por la violencia excesiva. Descrito como “el puto loco del mandoble valyrio” por alguien que solo vivió cuatro segundos más, Sam el Salvaje es un hombre sencillo y leal al que le gusta el vino, reír a carcajadas y las buenas historias. Hasta que pasa algo, la cólera le nubla la vista, y un rugido animalesco comienza a crecer en su garganta. Entonces conviene correr. Edmund lo conoce bien y lo aprecia, pero para ser sinceros, a veces le da bastante miedo.

  1. El Príncipe Gawen “el Bello” (dañado a 17 de julio)

El segundo hijo del Rey Mern es un joven grácil y apuesto, aunque su sobrenombre lo debe más a su exquisito gusto en el vestir e impecable arreglo personal. Una rareza entre los Gardener, que suelen ser más de placeres sencillos, Gawen es un joven culto e inteligente cuyos comentarios incisivos suelen dar en el clavo. Choca a menudo con Harlan Tyrell, de cuya lealtad no está muy seguro. Gawen posee también una cierta extrañeza en sus maneras que a unos les repele y a otros les atrae, sobre todo a “otros” de unas preferencias concretas.

  1. Caballeros de Cuento de Hadas

El Valle fue la cuna de la caballería, el Dominio es su hogar. Al Dominio le acompaña una cierta reputación de comportamiento caballeresco que es útil a la hora de negociar con otras casas o reinos, que saben que en principio los señores del Dominio suelen cumplir su palabra y actuar de buena fe. O al menos ese es el estereotipo. Como suele decirse, “cría buena fama y échate a dormir”, aunque quizá el Rey Mern se haya tomado la segunda parte demasiado literalmente y debería recortar una o dos siestas de su jornada habitual.

  1. Nuestro Castillo es Nuestro Caballo

El Dominio no es defendible. Es mayormente llano, en una posición central, y los castillos son más bonitos que efectivos. Es una posición radicalmente distinta a la de otros reinos, así que el Dominio no se defiende: ataca. Y se les da muy bien. Una carga de caballería del Dominio es el pináculo de la fuerza militar en los Siete Reinos, salvo que fuera a aparecer pronto algo aún más destructivo, como quizá una lagartija sobredimensionada voladora que escupiera fuego. Pero salvo que algo tan descabellado como eso haga aparición, los caballeros del Dominio no tendrán rival.