Casamiento de Desembarco del Rey-

El día del casamiento entre Sansa Stark y Harrold Hardying amaneció con un cielo despejado en Desembarco del Rey, como si los propios dioses quisieran bendecir la unión. La ciudad estaba adornada con banderines y flores, y el ambiente festivo se mezclaba con la expectativa de la nobleza y el pueblo por igual. Este matrimonio no solo simbolizaba una alianza estratégica, sino también la esperanza de tiempos más prósperos para los Siete Reinos.

El Septo de Baelor, imponente y majestuoso, se erguía como el lugar elegido para la ceremonia. Los muros de mármol relucían a la luz del sol y las puertas estaban flanqueadas por guardias reales con sus armaduras relucientes. La nobleza y las figuras más prominentes de los reinos se reunían dentro, ocupando sus lugares mientras los murmullos de anticipación llenaban el aire.

Sansa Stark, radiante en un vestido de seda blanca bordado con hilos de plata, hizo su entrada con gracia. Su cabello rojo, cuidadosamente trenzado y adornado con pequeños zafiros, caía como un río de fuego sobre sus hombros. A su lado, Gerold Grafton, el consejero de la moneda, observaba con orgullo. Había trabajado arduamente para asegurar los fondos necesarios para las celebraciones y veía este matrimonio como una consolidación del poder y la estabilidad financiera del reino.

Harrold Hardying, vestido con una armadura ceremonial que brillaba bajo la luz de los candelabros, esperaba a su novia en el altar. Su porte noble y su mirada decidida mostraban a todos que estaba listo para asumir su futuro papel como heredero del Valle del Arryn y señor del Nido de Águilas. Los ojos de los presentes se centraron en él, admirando su presencia imponente y la dignidad con la que llevaba su armadura.

Entre los invitados destacados, Lyn Corbray, ahora una Capa Blanca de la Familia Real, se encontraba en posición de honor cerca del altar. Su expresión seria y vigilante no dejaba dudas de su lealtad al trono y su compromiso con la seguridad de la familia real. La legendaria espada Dama Desesperada, colgada a su lado, era un recordatorio silencioso de su destreza en combate y su papel crucial en la protección del reino.

En la primera fila, Shireen Baratheon, la hija del rey Stannis Baratheon, observaba con una mezcla de curiosidad y alegría. Vestida con un elegante vestido dorado, sus ojos brillaban con la inocencia de la juventud y la sabiduría de alguien que ha visto más de lo que debería a su edad. Su presencia no solo simbolizaba el apoyo del rey a esta unión, sino también la esperanza de una nueva era de paz y cooperación entre las casas más poderosas de Poniente.

La ceremonia fue solemne y emotiva. El septón recitó las palabras sagradas mientras Sansa y Harrold intercambiaban votos, prometiéndose amor, lealtad y protección. Cuando llegó el momento de intercambiar los anillos, un suspiro colectivo recorrió la sala, y cuando el septón declaró a los novios como esposo y esposa, los aplausos resonaron con fuerza entre los muros del septo.

La fiesta posterior se celebró en la Fortaleza Roja, en un gran salón decorado con estandartes y flores. La comida y el vino fluían sin cesar, y la música llenaba el aire mientras los invitados bailaban y reían. Gerold Grafton fue visto en animadas conversaciones con otros consejeros, discutiendo los futuros planes financieros del reino. Lyn Corbray, aunque siempre vigilante, permitió que una pequeña sonrisa se asomara en sus labios mientras observaba la felicidad de los recién casados.

Shireen Baratheon se acercó a Sansa en un momento de la noche, ofreciéndole sus mejores deseos y un pequeño obsequio, un amuleto de dragonglass, un símbolo de protección y fuerza. Sansa, conmovida, agradeció a la joven princesa con un cálido abrazo.

A medida que la noche avanzaba, la alegría y el júbilo llenaban cada rincón de la Fortaleza Roja. El matrimonio entre Sansa Stark y Harrold Hardying no solo consolidaba una poderosa alianza, sino que también simbolizaba la esperanza de un futuro más brillante para los Siete Reinos, una esperanza que todos los presentes compartían en sus corazones.