Diplomacia

Hemos conversado con los lores de Darklyn y Mallister en buenos términos y les hemos pedido que llamen a sus tropas.

Hemos recibido una invitación del rey del Dominio para ir a una reunión. Seguramente iremos pero ya sabemos que el reino está en guerra.

Diplomacia con Mallister

A Su Majestad Harren Hoare.

Nos ha llegado un cuervo de un tal Aegon Targaryen que dice que nos arrodillemos ante él. No tenemos ni idea de quién es pero le hemos dicho que nosotros somos vasallos de vos y que es con vos con quien tiene que hablar.

Si tuviérais a bien informarnos de qué va esto os lo agradeceríamos porque no tiene sentido alguno.

Lord James Mallister, Señor de Varamar.

Al señor de Varamar

El tal Aegon se ha presentado en Valle Oscuro clamando derechos de rey, tiene muy pocos hombres pero al parecer cabalga unas bestias voladoras. Convocad a vuestros hombres para marchar a la guerra. Por otro lado hemos sido invitados a una importante reunión de todos los reyes de Poniente. Partiremos de Varamar hacia Antigua. Podeis uniros al viaje o partir a la guerra.

Harren I Hoare, rey de los Ríos y de las islas

Un ejército se dirigía hacia las puertas de Varamar. Los estandartes de los Goodbrook de Buenmercado estaban alzados pero en su centro se distinguían los emblemas de la casa Hoare. En su centro había una figura rodeada por un buen grupo de veteranos hombres portadores de hachas y otros sirvientes. El rey de los Ríos y las Islas, un viejo conocido de los Mallister cabalgaba al frente de sus hombres y siriventes envuelto en una armadura negra, montado en un semental negro y a la edad de sesenta y cinco años. Lord Jason Mallister podría reconocer esa barba blanca a millas. La figura se adelantó a las filas y gritó ante la muralla.

“Lord Mallister, salid a la almena y abrid el portón. Ha llegado vuestro rey a Varamar y os reclama donde está Lord Balon Goodbrook. Sus parientes y vasallos claman venganza. Arrodillaos e invitadnos a cenar a mí, a Lord Botley, Lord Orkwood, Lord Blacktyde y Lord Wynch. Estoy seguro de que ver las velas negras de vuestros aliados al amanecer os ha alegrado el día.”

Lord James Mallister asomó su cabeza por las almenas para ver si era verdad lo que decían y cuando se encontró al rey se envaró como si le hubieran clavado un hierro frío en la base de la espalda. Se escuchó una maldición por lo bajini y un bajar de escalones a toda prisa para, a continuación, ver cómo se abría el portón de la fortaleza de Varamar.

Un hombre solo se encontaba ante ellas, el señor del castillo, y parecía que no las tenía todas consigo a pesar de que intentaba parecer gallardo. Cuando el Hoare se acercó flanqueado por sus vasallos isleños, Lord Mallister se inclinó cuanto pudo.

Bienvenido a Varamar, Majestad. Sed mi invitado y aceptad el pan y la sal; extiendo mi invitación a … vuestros señores vasallos que os acompañan. Glub – Aún no levantaba la mirada y tan sólo se apartaba un poco para que pasara el rey, incorporándose una vez este pasó pues no pensaba agacharse ante los vasallos de las islas. – Por favor, acompañadme hasta el salón donde podremos disfrutar de la hospitalidad que os brindo.

Durante la cena Harren Hoare miraba fijamente a Lord Mallister, que no sabía donde esconderse. Harren y los banderizos de las islas del Hierro devoraban la pobre despensa de Mallister, esquilmada durante muchos años. “Seré directo, Lord Jason.” dijo Harren mientras mordía una oliva “los Goodbrook eran buenos vasallos de Harrenhal, vasallos leales, no como vos, que sois un cobarde y un desagradecido. No me creo nada de vuestras excusas pero estoy dispuesto a ser benevolente. Tengo seis mil hombres a vuestras puertas y exterminaré vuestra casa y entregaré la ciudad al saqueo si no me obedecéis. La vida de Balon y Harlan Goodbrook equivale a la vida de un padre y un hijo. La vuestra y la de vuestro hijo. Pero me siento generoso así que os dejaré elegir. ¿Preferís morir vos o uno de vuestros hijos? Hay muchos que os quieren ver muerto.” Harren clavó sus ojos oscuros en Lord Mallister y el silencio se hizo pesado mientras esperaba una respuesta.

Mallister palideció aún más si aquello era posible; su rostro ceniciento, como el que tiene un herido de muerte en un hospital de campaña, envejeció varios años de golpe.

Pero…pero… Majestad, no podéis pedirme eso. – El Señor de Varamar intentaba recomponerse pero el peso de las circunstancias podía con él. Sus hombros denostaban derrota y su labio temblaba. – **Dadme tiempo para meditar, por favor. Lo que pedís … es … **

Lord James salió de su habitación cabizbajo y con el rostro culpable. Había discutido con su esposa acerca de quién debía sacrificarse y la vena Frey de Joanna hizo aparición.

Se dirigía hacia la bodega para poder emborracharse en paz cuando se cruzó con Meggan que volvía de alguna parte. El desprecio de Mallister era tal que sintió unas ganas irrefrenables de abofetearla allí mismo pero supo que lo que sentía era impotencia y golpear a la mujer no serviría de nada salvo para ponerse en evidencia. Más aún.

James. – Dijo Meggan con un tono extraño en su voz.

No me llames así, zorra manipuladora. – Dijo el hombretón dejando claro que no olvidaba lo que había hecho hacía poco. – Si no fuera porque sé que es imposible, apostaría a que estás detrás de lo que pasó con los Goodbrook.

Meggan fingió sentirse ofendida y después cogió al Mallister del brazo de tal forma que este sucumbió y se dejó guiar.

Eso fue cosa de vuestro hijo, bien lo sabéis. – James no dijo nada pero su expresión, triste como ninguna, indicó que acababa de confirmar unas sospechas. – Pero ni se os ocurra entregarlo para salvar Varamar. Eso mancharía vuestro nombre para siempre.

James arrastraba los pies y trataba con poco entusiasmo de separarse de Meggan. Sorbió un moco de la nariz y se limpió con el dorso de la manga.

No quiero morir, Meggan.

No tenéis por qué hacerlo. – Contestó firmemente la mujer. – Ofreced vuestra vida, pero hacedlo en el campo de batalla. Decidle a Su Majestad que si alguien debe morir debéis ser vos, pero que os permita demostrarle vuestra lealtad luchando por él, junto a él. Que todos sepan que vuestra vida es suya y puede ejecutaros cuando quiera, pero demostradle que aún podéis serle útil.

No aceptará. – Dijo Lord James si bien en sus ojos había un brillo de esperanza. – Pero, si lucho junto a él, los demás señores de los Ríos me llamarán traidor.

¿Seguro? Juraría que Frey, Ryger y Darry dejaron clara su posición: apoyar al más fuerte.

James se quedó pensativo y antes de darse cuenta, se dio cuenta de que caminaba solo y que Meggan iba en otra dirección.

Zorra manipuladora. – Dijo mientras observaba el contonear de sus caderas con lascivia.

Y bien, Lord Mallister, ¿quién morirá por los Goodbrook?

Lord James recorrió con su mirada el salón; su esposa estaba a su lado y en su rostro había tal frialdad que estaba seguro que podría apagar el fuego de la chimenea si se acercaba a ella. Ni rastro de Petyr y el Señor de Varamar supo que el muy taimado ya andaría haciendo la maleta pensando en la vida que le esperaría lejos de su castillo. Y a lo lejos Meggan.

Yo, Su Majestad. – Dijo con voz temblorosa. Había deseado que sonara firme, pero era imposible condenarse a sí mismo a muerte y tener aplomo. – Pero permitidme escoger los términos de la ejecución.

Harren sonrió ferozmente ante la propuesta claramente divertido. Sus señores vasallos de las Islas no comprendían el chiste, desde luego.

– **Dejad que vaya junto a vos en las batallas que están por venir. Mi vida ya os pertenece, dejad que al menos os sea útil antes de mi muerte; moriré luchando por vos y, por si acaso creéis que os traiciono, tendréis mi cabeza siempre al alcance de vuestra espada. **

En su mirada había un claro “por favor” implícito y ya parecía que rezaba a los Siete para serle concedido tal prebenda.

De acuerdo, Lord James Mallister. Aplazaré vuestra ejecución pero seguís siendo un condenado a muerte. Dudo que seáis nunca perdonado, pero así son las cosas.

Mallister se cuidó de suspirar, pero toda su expresión corporal era la de alguien aliviado. Había salvado el pellejo milagrosamente.

Meggan estaba vistiéndose y Harren pasó su mano por su culo aprentando con vicio; la mujer le lanzó un manotazo con furia.

Eres un maldito degenerado, lo sabes, ¿verdad?

Poco te ha importado hace un rato, Meg.

No me llames así.

¿Prefieres que te llame "hija"

Meggan saltó hecha un basilisco sobre Harren y le agarró el cuello para estranguarlo si bien no apretó tanto como para que Hoare temiera que fuera a hacerlo.

Dile a alguien que esto ha pasado y te juro que te mato. A ti y a cada uno de tus hijos. Y seré la única Hoare que quede.

Harren rió y apartó a la mujer con facilidad.

Qué pronto te has acostumbrado al apellido.

“Lord Mallister, esta guerra no va a ser un juego. No salvaréis la vida una segunda vez, pues mi paciencia y clemencia tienen sus límites. Debemos reunir el mayor ejército jamás visto. Aegon tiene sus malditos dragones que son armas. Reuniremos aquí a los isleños y nos defenderemos en nuestros castillos. Levantaremos en armas a todos los Ríos.” Harren se dirigió a los señores de las islas, que estaban inquietos, se notaba la tensión ancestral. “Reunid a la flota del Hierro, debemos llevar la guerra al corazón de los Targaryen, a Rocadragón. Llamaremos a los reyes vecinos para que nos den apoyo militar. Temo que no podré ir a Antigua, dirigiré mis huestes desde aquí y triunfaré sobre Aegon personalmente. ¡Festejemos por la victoria que está por venir!”

Una atractiva mujer joven entró en la alcoba de Harren por la noche. “Soy Meggan Ríos, no temáis. Tenemos una relación estrecha, aunque vos no lo recordéis.” Harren observó como la mujer se acercaba a su cama “No sé quien eres, ¿vienes a matarme o solo quieres verme desnudo?” Ciertamente el rey acostumbraba a dormir desnudo pero tenía muchas armas a su alrededor. “Tengo información. Estoy cerca de Lord Mallister y una sabe cosas. Respecto a mí, fijaos que no me parezco en nada a los Mallister.” La cara le resultaba familiar a Harren y en seguida cayó en la cuenta, aquellos pómulos altos, esos ojos oscuros, la mandíbula cuadrada… Idénticos a los de la abuela, eran Hoare de pura cepa de la vieja Monteorca. Harren recordó aquella vez que había ido a Varamar, hacía 25 años. Fue a pedir amablemente los impuestos y pasó varios meses vaciando la despensa de Lord Mallister con sus hombres y dormía en la cama del Lord con su mujer. De aquellas noches tan divertidas reuniendo dinero para construir Harrenhal. “Contadme pues esa información. Y si queréis el apellido quizá tendréis que entregarme vuestro cuerpo. En realidad no os conozco de nada, sólo sé que vuestra madre era una guarrilla y que Lord Mallister no le daba lo que quería.” Harren hablaba en serio “Sois un repugnante degenerado.” dijo Megan con una mueca de asco. “Tengo una reputación que mantener, acércate, hijita mía.” Dijo con sorna. “Tienes la sangre de los Hoare, eso significa algo hoy en Poniente. Tienes potencial. Dime quienes son los traidores.”

Tras el sexo Harren recordó sus días jóvenes de saqueo y desenfreno.

Resumen de diplomacia, porfa.

Con los demás reyes: les hemos pedido ayuda militar ante el ataque de Aegon, sosteniendo que es una amenaza común. Si entran en nuestras tierras con la intención de detener a los dragones no les atacaremos.

Jason Mallister: Harren no confía mucho en él pero cree que lo tiene controlado. No tardará en asesinarlo pero no quiere perder el control de sus tropas y el de sus aliados.
Meggan Hoare: Es abiertamente ambigua. Harren cree que puede ser una pieza interesante en sus planes. Sus acciones han sido de mucha ayuda para su causa.

Piper, Blackwood, Keath, Vance, Bracken y demás traidores: Harren quiere ejecutarlos a todos y arrasar sus tierras. Está muy furioso.