El desembarco de Aegon

“Éstas son las únicas manos que tu bastardo tendrá de mí”. Aegon depositó la nota en el pequeño cofre, entrecerrando los dedos para ocultar aquella humillación de los ojos de los presentes. Acto seguido lo arrojó al fuego de la estancia y observó las llamas ensimismado. Cuanto tarda en arder, mucho más de lo que tardará en hacerlo tu castillo . De pronto una delicada mano se posó sobre su hombro, acariciándolo como solo ella sabía hacerlo. Se calmó y besó sus suaves nudillos. Los gestos de Rhaenys cambiaban rápidamente su ira por deseo, pero, por mucho que deseara poseerla sobre la Mesa Pintada, aquella noche requería del fuego que daría comienzo a un nuevo mañana para los Siete Reinos. Hacía ya una luna que Visenya estaba ausente y esa noche la tomaría entre sus brazos, gozaría de ella como si combatiese con aquel anciano demente, sembraría en ella una nueva vida, por todas las que segaría en pocos días.

Abandonó la Torre del Tambor de Piedra, dejando atrás aquella gran mesa que había estudiado durante quince largas noches. Hacía poco menos de un año que el artesano había abandonado Rocadragón, rico como ninguno tras aquella proeza, dejando atrás aquella gran obra. Aún recordaba cada una de las sonrisas de Rhaenys cuando paseaba acariciando su contorno, cada gemido tras tomarla en cada uno de los Siete Reinos que dibujaba. La idea había sido suya, pero la obra había sido de su dulce esposa. Durante dos años había volado por cada uno de los reinos, trazando los mapas que habían servido como diseño. Juntos habían decidido donde tomarían tierra, juntos habían sembrado allí mismo la semilla de un nuevo futuro. Dales una oportunidad, nadie amará a un carnicero. Le susurró a su oído cuando llegaba al clímax. Habían pensado mucho en la fórmula, en los pasos para hacerlo, en olvidar su pasado para centrarse en el oeste. No quería reinar sobre cenizas, no le importaba ser amado, pero lo prefería.

Dejó a Rhaenys con los preparativos y se encaminó a encontrarse con su amigo. Baratheon …aún reía cuando recordaba el momento en el que Orys había decidido adoptar aquel nombre. Su padre había muerto hacía años y con él el secreto que había unido a los dos en una eterna amistad. Los Baratheon y los Targaryen estarían unidos durante milenios, duraría hasta que los últimos dragones se extinguiesen.

Ya tenemos cincuenta y cinco copias - el hombre de larga melena y profusa barba morena hablaba con total confianza, obviando cualquier título señorial y a la derecha del Rey -. En unos pocos días más habrá suficientes para que cada castillo reciba su cuervo

Con firmeza entró en las estancias del maestre, que le recibió con una sonrisa. Si bien Aegon no tenía amigos más allá de Orys, a su alrededor existía una gran cantidad de sirvientes que darían su vida por él, era consciente del poder que ejercía sobre los demás y aquella noche más que nunca deseaba hacer lo correcto para con el deber que ello conllevaba. Sonrió al recordar lo que pensaría ella, seguramente Visenya apartaría de él esos pensamientos. El Maestre Gawen era uno de sus más leales servidores, el joven le había acompañado desde su visita en Antigua, con motivo de su primera visita a la gran ciudad de los Hightower, para informar en persona del fallecimiento de Mellos, el hombre que le había educado en el arte de las letras. Aún atesoraba en él los recuerdos de la majestuosidad del Faro y de la Ciudadela, y le atormentaba la fórmula en la que encajaría en todo aquello.

Los Archimaestres son los hombres más sabios de los Siete reinos, ¿no, Gawen?

Eso dicen, mi Señor del Dragón -hacía más cinco años que lo tenía a su servicio y los ángulos de sus reverencias no habían decaído ni un ápice-.

Por el bien de todos esperemos que así sea. Dejadme verla una vez más, antes de que no haya vuelta atrás - tomó una de las copias y se dispuso a repasar el largo texto que los llevaría a todos a la Guerra-.

" A todos los nobles de Poniente, Ándalos, Rhoynar y Primeros Hombres:

El caos llega a su fin. Es hora de que Poniente supere todo aquello que lo convierte en el ocaso del mundo. Los Targaryen fuimos los únicos supervivientes de la Maldición de Valyria, todos aquellos que una vez nos despreciaron yacen hoy sumergidos en un mar de fuego, humo y ceniza. Ahora, sin los señores dragón, el mundo se encuentra en un delicado momento, sin guía ante el desconcierto del futuro. Los Siete Reinos no son más que un triste reflejo del poder que atesoran las Ciudades Libres y a su vez estas son un patético recuerdo de la grandeza y el poder de la Antigua Valyria.

Los Ándalos huyeron del Feudo Franco, rehuyendo la justicia y la paz que implantamos Más Allá del Mar Angosto. El delicado y especial equilibrio alcanzado por los Primeros Hombres y los Hijos del Bosque fue destruido, la Conquista Ándala se sustentó en su superioridad, en la superioridad del acero. Hoy reclamo ese mismo derecho, no existe poder superior al del dragón.

Vuestros siete pendencieros reinos se desangran en guerras que sumen Poniente en la miseria, esto ha de terminar. Desde el día de hoy habrá un único rey en Poniente. Quien doble la rodilla ante Aegon I de la Casa Targaryen mantendrá todas sus tierras y títulos y tendrá la amistad y la ayuda del dragón para todo aquello que amenace su integridad. Aquellos que rechacen este hecho, los que den la espalda al futuro, serán vencidos, humillados y destruidos.

Aegon, Primero de Su Nombre, Rey de Todo Poniente y Escudo de Su Gente "

La mañana del día elegido amaneció brumosa. Entre la niebla aparecieron las decenas de embarcaciones de los Valeryon y los Celtigar. Hombres de honor , pensaba Aegon. Los Bar Emmon y los Massey todavía no habían respondido, temían a Lord Argilac, no moverían ficha hasta que la sombra de su protección no se elevase sobre sus castillos. En ese momento dos rugidos hicieron elevarse al cielo miles de ojos. Sus hermanas emprendían el vuelo, atendiendo a la primera misión de aquella larga marcha.

Visitad a los señores del Aguasnegras, a todos - Aegon se mesó su bien arreglada barba rubia-. Dejaos ver por el Valle Oscuro, pero no descendáis. Los Darklyn son antiguos reyes, orgullosos, dejad que seamos Balerion y yo quien les visitemos.

¿Cuales serán los términos? - Rhaenys temía la respuesta -.

Traed sus espadas. Con ellas hombres o cenizas - al escuchar la respuesta una ligera sonrisa se dibujó en el rostro de Visenya-.