El diario de Karyl

El presente documento es un testimonio hallado en Desembarco del Rey que narra lo ocurrido durante el asalto y asedio a la capital del reino desde la perspectiva de uno de los Capas Doradas de la ciudad.

El soldado, que firma las páginas como Karyl, conforma un relato verosímil de lo sucedido; sin embargo, parece poco probable que estuviera presente en todos los acontecimientos destacables, por lo que resulta más probable que asumiera como propias las vivencias de algunos de sus compañeros.

No podemos valorar si realmente este Capa Dorada vivió en primera persona alguno de los sucesos que relata, sin embargo, el conjunto de estas páginas conforma una valiosa fuente de información de lo que sucedió aquellos aciagos días del año 298.

A continuación, se presenta el documento original, por favor, trátelo con cuidado.

Día X

Esta mañana parecía una como otra cualquiera. El sol brillaba con fuerza, y el Capitán Jonas me había indicado que debía dirigirme a la muralla que da al sur de la ciudad para mi guardia.

Para mi desgracia, ese día mi compañero era Hans, que puede pasarse horas y horas hablando de sus ocho hijos y de lo difícil que se le hace mantenerlos con su jornal… Por no hablar de su mujer, siempre exigiendo que lleve más dinero a casa y acusándolo de gastarse gran parte del sueldo en prostitutas y alcohol… Que a ver, no es que Hans sea un santo, pero no es tan malo como lo pintan.

En el fondo me cae bien…

Por dónde iba, que me distraigo. Ah sí, estábamos vigilando el lado sur, con una vista privilegiada del Bosque Real, cuando vimos un enorme ejército salir de la espesura.

¡20.000 hombres! ¡Estandartes de todas las casas de la Tormenta! Y en el centro de todos ellos, el venado coronado de Lord Renly Baratheon.

Debo decir que la vista me impresionó bastante, y cuando me giré para comentarlo con Hans, este ya se había marchado. Seguro que había ido en busca del Capitán Jonas o incluso al encuentro del Comandante Bywater para ganarse la aprobación de sus superiores… ¡Cómo corría el condenado!

Perdida la oportunidad de colgarme la medalla, tragué saliva. Al fin y al cabo, el objetivo de ese ejército parecía bastante claro… Tomar la ciudad.

Aunque hacen falta más de 20.000 hombres para tomar la ciudad, ¿verdad?

Por fortuna, con mi turno acabado y tomando unas cervezas con Hans y el resto del grupo, las buenas noticias contrarrestaron la angustia que los hombres de la Tormenta me habían provocado y que impedía que pudiera disfrutar del momento. Los ejércitos de los Feudos habían llegado a la ciudad y se disponían a defenderla de cualquier ataque.

Por supuesto que la ayuda es bien recibida, pero… ¿no serán demasiadas bocas que alimentar?

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Día X + 1

El cabrón de Hans se llevó toda la gloria. No le ascendieron, pero sí le dieron una jugosa recompensa por su rápida actuación… Aunque ver a 20.000 hombres salir de un bosque no es precisamente difícil. Y al hijo de puta ni se le pasó por la cabeza compartir la paga…

En fin, por “suerte”, hoy libraba. Lo que era una muy buena noticia, ya que al menos así no me iba a pasar varias horas mirando al horizonte buscando al ejército de las Tormentas recorrer la distancia que lo separaba de Desembarco del Rey. ¡O eso creía yo!

La verdad es que Bywater es un perro viejo y muy listo. Ya se había corrido la voz de que Hans había sido recompensado por su labor, y compañeros que libraban se habían dirigido al adarve como vigías. ¡Por voluntad propia! Toda la muralla de Desembarco del Rey estaba copada por capas doradas, pero yo no soy tan imbécil como para venderme por cuatro cobres.

Además, hay formas más “honradas” de ganarse un dinerillo extra. Y de eso, Amrin sabe más que nadie.

No lo conozco desde hace mucho, pero la verdad es que en poco tiempo he hecho muy buenas migas con él. Es un muchacho vivo y despierto, que ha vivido toda su vida en el lecho de pulgas, como yo. Aunque él se las ha apañado mucho mejor… Con apenas diecisiete días del nombre ha entrado en la Guardia de la Ciudad, de la hornada de vagos y maleantes que Janos Slynt trajo consigo. Al parecer, el viejo había tenido algunas… palabras con él. Se ve que el pillo siempre ha sido muy despierto y se las había ingeniado para ganar demasiadas apuestas a la gente equivocada. Y Slynt siempre ha sabido mirar a los lugares adecuados, sólo así se explica que un incompetente como él llegase a Comandante.

Ojalá se le congelen los huevos en el Muro.

Perdón, que me desvío. Pues eso, que Slynt supo que el zagal hacía trampas y en lugar de denunciarlo lo extorsionó, llevándose la mitad de las ganancias. Y para tenerlo cerca, pues le dio una capa dorada. Diría que el chico me cae bien y que me gustaría llevarlo por el buen camino… pero más bien creo que me gusta dejarme llevar por él a los negocios en los que él se maneja.

Pues bien, el muy ladino, sabedor de que el asedio debe ser inminente, había dedicado sus ahorros para comprar un par de caballos viejos como Lord Barristan Selmy y un carromato que no creo que sea capaz de hacer más de una docena de leguas. Por suerte, nuestro destino estaba más cerca. Nos dirigimos a una granja al norte, para recoger el grano que unos aldeanos habían dejado almacenado en el silo… ¡cuando en la lejanía avistamos el ejército del Norte!

Una columna interminable se dirigía a la ciudad con el blasón de los Stark en el centro y el del resto de casas vasallas del Norte a sus costados. No soy un experto en heráldica como para identificar a cualquiera de ellos, pero lo que sí sé es que a un ejército le preceden sus exploradores, por lo que le dije a Amrin que se olvidara del grano y que más valía que saliéramos por patas. Pese a sus dudas, abandonamos el carro y regresamos a la ciudad al “galope”, si es que se puede llamar así al trote cansino que esos jamelgos se permitían.

Por fortuna estoy aquí para contarlo, y en esta ocasión, fuimos Amrin y yo a informar al Capitán Jonas… Lo que fue un error garrafal. El rostro del veterano soldado se infló y empezó a farfullar órdenes incomprensibles… No sé muy bien qué decía… pero quedó claro que los días de descanso se habían terminado y que nos fuéramos a la muralla.

Y desde el adarve, mirando el mar en una apacible vista (si uno olvida que la ciudad está aislada por la “flota real” y que nada llega al puerto) y mecido por una agradable brisa, casi parecía que uno estaba descansando. Siempre que los pensamientos no fueran a los 20.000 hombres de las Tormentas debían encontrarse en Atranta, a los 30.000 norteños que llegarían a la ciudad en cuestión de horas o a saber dónde estaba aquel que se llamaba a sí mismo “legítimo rey”.

Y con la vista perdida en el horizonte y el sol alcanzando su cenit, tuve que entrecerrar los ojos antes de frotármelos con estupefacción e incluso pellizcarme. ¡No me lo podía creer! La flota real se dirigía a la bahía del Aguasnegras donde horas después comenzó a desembarcar el ejército de Lord Stannis Baratheon.

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