El dilema de Aguasdulces

El crepitar de las llamas en la chimenea y el sonido del correr de las aguas era todo lo que se escuchaba en los aposentos del regente de Aguasdulces. Sentado frente al hogar, en un cómodo sillón y con una copa de licor en la mano el caballero de la trucha buscaba una respuesta en su mente. El dilema que se le planteaba era probablemente el mayor que tendría que resolver en su vida, y las dudas se agolpaban en su cabeza.

Lady Jeyne, su esposa, recorrió las estancias de la torre, comprobando que la servidumbre hubiese terminado todas sus tareas. Un par de doncellas se afanaban en terminar de recoger los juguetes de los gemelos, sus retoños más jóvenes y de los que más disfrutaba en aquellos días. Tras comprobar que todo estaba en orden se dirigió a sus aposentos, donde sabía que estaba su esposo desde hacía un rato.

Creía que dormías- dijo la mujer al entrar, acercándose también a la chimenea para calentarse las manos. La cercanía del río y la llegada de la noche siempre hacía que refrescase en Aguasdulces en que el verano empezaba a perder fuerza.

Lo he intentado, pero no me entra el sueño- respondió ser Elmo, señalando la cama deshecha y dando un nuevo sorbo a su copa. Su semblante sombrío y preocupado hicieron que su esposa se acercase, colocándose a su espalda y masajeando sus hombros.

¿No sabes por quién decidirte verdad querido? Ambos Targaryen han venido, han hablado, y ninguno te ha convencido, ¿cierto?- dijo Lady Jeyne leyendo la situación y suponiendo las cavilaciones que tenía su esposo en la cabeza.

Ambos tienen motivos para mentirme, y si al menos Aegon o Rhaenyra fuesen un poco más dignos de dirigirnos a todos, aún podríamos hacer de tripas corazón, pero… ¿Cómo el buen Viserys pudo tener unos hijos tan ineptos?- preguntó, más para si que para que respondiera su esposa. Dio un nuevo trago a su copa -Eso por no hablar del resto. Daemon Targaryen, Corlys Velaryon, Otro Hightower, son todos una sarta de víboras que están dispuestos a matarnos a todos por ver quién la tiene más larga. Malditos sean todos ellos- masculló enfadado y algo ebrio.

-Puede que todos ellos no sean hombres de honor querido, y que Aegon y Rhaenyra sean muy deficientes en cuanto a nuestras expectativas, pero son los únicos que tenemos, y quienes deben dirigir el reino. Quizás si quien gane la guerra entre ellos se rodea de la gente adecuada, nos esperé un futuro mejor. Se que no lo deseas, es más, ya me has dicho que no piensas aceptar un puesto en ninguno de sus consejos, pero, ¿y si es lo que el reino necesita? Hombres de honor que miren más allá de sus aspiraciones- le respondió Lady Jeyne, dejando de masajear sus hombros para ir hacia la cama.-Pero ahora deberíamos dormir querido, mañana al alba te espera mucho que hacer- le dijo invitándolo con un gesto a acompañarla.

Elmo apuró su copa, levantándose con lentitud de su cómodo asiento -el problema es cual elegir, Aegon o Rhaenyra… Se acaba el tiempo y no lo tengo nada claro querida. Supongo que pronto las circunstancias me harán decidirme- dijo pensativo, mirando a su esposa acostarse y dirigiéndose hacia la cama. El sopor provocado por el alcohol empezaba a hacer efecto, al menos esa noche conseguiría dormir.

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