El dragón es joven

Lady Malora se presentaba altiva, puede que solo fuera una doncella, pero era una doncella de la casa Hightower, su linaje se remontaba milenios atrás, generaciones antes de que los Targaryen fueran si quiera nobles en Valyria los Hightower gobernaban el faro. Era solo una doncella, pero no bajaría la cabeza ni siquiera delante de un rey.

Su alteza real Aerys la recibió en los salones del concilio privado, tan solo Ser Jonothor Darry estaba presente, ni consejeros ni sirvientes. La cena esperaba en la mesa y abundante vino regaba la estancia. El rey tenía ideas muy extrañas sobre lo que una reunión política era.

Por docenas de veces Malora trató de hablar sobre la sede del Septon Supremo, y por docenas de veces Aerys desestimó el tema, preguntando sobre Antigua, sobre la ciudad, sobre los vinos del Dominio, sobre su familia y, sobre todo, sobre ella, alabando su figura, sus rasgos, sus delicadas manos, su altiva presencia, sus finos modales, su aguda mente y sus turgentes pechos y largas piernas. La doncella estaba cada vez más y más nerviosa, todo su altivez se perdió, ya no era la enviada de la casa Hightower en frente del Rey de los Siete Reinos, era tan solo Malorah, joven, delicada e inexperta en frente de Aerys, un hombre acostumbrado a llevar sobre sus hombres la carga de un reino.

Ser Jonothor Darry se retiró a una señal del rey, una nueva copa de vino fue servida, Aerys tomó el cuchillo que segundos antes había servido para cortar una pieza del venado servido ante ellos, sin remilgos lo limpió en la vistosa túnica real y con un movimiento sencillo liberó la túnica de Lady Malora revelando su cuerpo desnudo.

Por varias horas nadie vio al rey en la corte mientras Lord Lucerys hacía las veces de maestro de ceremonias en el salón del trono. Para cuando Aerys reapareció quienes le conocían dirían que se había quitado una década de encima.