El honor de Lorelan

LOGENSON, LA SANGRE DEL ENEMIGO

Cuando Serenus llegó a Logenson, a lomos de su caballo ricamente ataviado y al frente de la Séptima Legión y flanqueado por Gish y Paquitus, que estaban ansiosos por el combate. Envió un heraldo con las palabras. “Bésame el anillo, Logenson y serás bien tratado.”

El cónsul se encontraba en su tienda planeando estrategias cuando llegó un mensajero de Porsenna. “Necesitamos ayuda, hemos contactado con un gran ejército fiska.” Poco después llegó otro mensajero de parte de Manlio Torcuato ejército auxiliar que había enviado a vigilar Kaven y probar sus defensas. “Los Kaven han avanzado sobre nosotros con aliados y han rodeado nuestro campamento, nos vimos forzados a retirarnos con pérdidas a Nueva Jelena.” Serenus se puso nervioso “Que salve a las chicas y las mande a Alba Julia. Podemos abandonar las ruinas.” le dijo al mensajero. Poco después llegó el mensajero de Logenson. El viejo se burlaba de él y se ofendió tanto que le cegó la sed de venganza, aunque su primer impulso fue ir a auxiliar a sus hombres. Preparó concienzudamente el asalto con sus mejores hombres y lo encabezó aquella misma tarde. Sus legiones masacraron a los defensores. El cónsul se enfrentó al heredero de Logenson, al que atravesó con una rápida estocada mientras este levantaba su pesada hacha. En seguida tuvo al jarl a sus pies. Pensó en matarlo pero como había sido fácil le mostraria su clemencia. “Bésame el anillo.” El viejo titubea pero la presencia de Paquitus que había devorado a unos de sus parientes y de Gish con sus armas ensangrentadas siseando de alegría pensando el rebanar algún humano más lo lleva a rendir homenaje. "Nos entregaréis vuestros hombres y vuestras provisiones y vos seréis mi sirviente personal hasta de dedcida perdonar vuestra osadía.

Acudiría con Porsenna ya que aunque esperaba que sus hombres se salvasen, lo veía poco probable ya que Nueva Jelena era una ruina. Esperaba que Torcuatus salvase a las chicas.

CUBRIRSE DE GLORIA

Cuando los cuernos de guerra sonaron en los alrededores de Nueva Jelena el ejército estaba fatigado por la persecución de los salvajes. Torquatus montó las mejores defensas que pudo pero pronto se vieron rodeados por el número de enemigos. Tres cohortes resistieron durante horas el asalto de innumerables enemigos y consiguieron que la décima cohorte y los hombres serpiente se abrieran un camino sangriento hasta los barcos. Pensaban mandar la flota a Alba Julia. El tribuno resistió frente a sus hombres hasta el anochecer, formados en círculo, hasta que el cansancio hizo presa de ellos y poco a poco fueron estrechando el perímetro, hasta que el tribuno fue capturado por las hordas bárbaras. Pero había cumplido sus órdenes. Había salvado a las chicas.

LA BATALLA DE INGRIDSDOTTIR

Una nueva multitud de bárbaros se alzaba entre las Séptima Legión y la Novena. Porsenna había vencido a la primera oleada pero se veía atacado por la segunda y resistía en una loma. Serenus atacó con todas sus fuerzas sobre el enemigo que portaba una multitud de banderas extrañas. Éste viró para enfrentarse a él y cuando ambos cuerpos chocaron empezó la lluvia. La Séptima aguantó la línea matando y poco después la Novena llegó y atravesó su retaguardia. La desbandada de los salvajes fue feroz. Uno de sus líderes había sido hecho preso y una mujer vidente de Rivendal también. Les ofreció el beso del anillo. “Soy el jefe de los hombres más fuertes de la isla, mostrad sumisión y seréis bien tratados.” Cuando encontró al general aliado estaba el cónsul cubierto de sangre y polvo de la batalla, igual que el otro, aunque aquélla de combatir en primera línea era una costumbre de los antiguos caudillos loreleanos. Serenus bajó de su caballo y abrazó a su compañero de campaña. Tras aquella ruptura de protocolo ante unas tropas ebrias de victoria ambos generales loreleanos se recompusieron. Serenus habló. “Todo salió según el plan, hemos seguido el manual. Procónsul, informe de la situación.” Diez mil fiska muertos hablaban por sí solos.