El león de cobre (Lord Tytos Lannister)

La comitiva se movía lentamente y con seguridad. Cientos de hombres de armas, sirvientes, artesanos y demás profesionales que suelen acompañar desplazamientos como el que había organizado Lord Tytos para acudir a la ceremonia de dos de sus más poderosos vasallos. Responsabilidad por fin, unidos seremos más fuertes , pensaba el señor de la Roca mientras cabalgaba al frente de la marcha, le gustaba recibir el aire fresco en el rostro y no el ambiente ponzoñoso de la retaguardia, era arriesgado pero ¿qué le podía suceder? Esas tierras estaban bajo su protección y el bondadoso dragón le había ayudado ya a eliminar a sus pocos enemigos. El futuro por fin era esclarecedor.

Antes de organizar aquella gran marcha, que superaba ampliamente el millar, en uno de sus arranques de emoción festiva, había escrito a todos los señores del reino. Bueno, primero a su hijo, para contar con el beneplácito del rey y para que le facilitasen los medios de que su convocatoria alcanzara los Siete Reinos; también atendió a su petición, las noticias que llegaban de las Islas del Hierro no eran nada halagüeñas, él se encargaría, había hecho un buen trabajo, tenía un buen hijo. Qué lástima que justo aquella semana su amada hubiese caído enferma y no pudiese acompañarla. Estaría radiante con ese vestido nuevo de bordados verdes, que gran pena…sí, una pena. ¿Vestirán de verde las putas de Colmillo Dorado? Pensaba Lord Tytos Lannister mientras se balanceaba en su caballo con una sonrisa despreocupada en el rostro.

Cuervo a todas las casas de Poniente

  • Yo, Lord Tytos Lannister, convoco a todo caballero que merezca las bendiciones de los Siete al Gran Torneo que se organizará en Colmillo Dorado para celebrar el casamiento de su heredero con la bella Ellyn Reyne, cortesía de la casa Lannister, que costeará los banquetes durante los días que se alargue el torneo y el premio, como regalo para las familias Reyne y Lefford.

Lord Tytos no sabía se los invitados deseaban una boda íntima. Tampoco había reparado en ello, ni pedido permiso. ¿Para qué? Era el maldito señor de Occiente. ¿A quién no le podía gustar que costearan una celebración de esa magnitud? ¿Oque asistiera a la boda de su primogénito medio Poniente gracias a la generosidad de su señor?