El león y la leona de Lannister

El final del torneo de melee había dejado un sabor agridulce en la multitud. Algunos coincidían en que el comportamiento de Lord Robbert no había sido ideal, pero las palabras del rey habían sido duras y estaba claro que Lord Robbert no olvidaría tamaña humillación. El sol comenzaba a caer y las hogueras se avivaban para mantener el calor de la multitud. Poco a poco, como cada noche, las lanzas, yelmos y caballos dieron paso a los platos, cuchillos y vasos, la comida y bebida inundó Harrenhal y los señores y vasallos celebraban a expensas del Rey, que incómodo se revolvía en su asiento sin probar bocado. Chanzas se daban entre unos y otros. Las tensiones entre los dornienses y los hombres de la tormenta eran continuas, demasiados siglos de lucha, y la lengua viperina del príncipe Oberyn no ayudaba a calmar los ánimos. Pero nada grave había sucedido hasta la fecha y todo Poniente parecía un reino unido y con la mirada puesta hacia un futuro brillante.

Mientras tanto, poco a poco los hombres del rey comenzaron a formar alrededor del banquete, donde antes había un puñado de guardias pronto hubo docenas, alejados varios metros de las mesas, sin interferir con los invitados o la celebración, pero haciendo clara su presencia. El estruendo de las trompetas calló a la multitud de golpe y moviéndose lentamente y con dificultad su alteza Aerys se levantó de su asiento y elevando su copa comenzó a hablar.

Mis queridos súbditos — la voz del Rey era pausada pero firme, una sonrisa se esbozaba en su boca y los que le conocían sabían que estaba de buen humor — Tiempos felices son estos en los que, incluso cuando aciagas circunstancias nos oprimen, podemos reunirnos en paz y celebrar que todos prosperamos bajo mi atenta mirada y dominio. Se me hinche el corazón de ver tanta felicidad, de ver como incluso injusticias se ciernen sobre ellos, la casa Stark y la casa Tully saben poner atrás lo que les separa y unirse en matrimonio. Brandon, Catelyn, os deseo toda la felicidad del mundo

El rey detuvo su discurso unos instantes para dejar paso a los gritos de ¡Stark! ¡Tully! que inundaban las gradas de los vasallos norteños y ribereños pero, en cuando la multitud se calmó continuó hablando.

Contemplar como el amor florece es magnífico, y quizás sea el vino o la alegría de esta reunión pero hoy no puedo interponerme en el camino del amor — un gesto de su mano izquierda despachó a Lord Gerold Hightower que, como quien estaba esperando la señal abandonó su puesto como un rayo— Y por eso os traigo la más feliz de las celebraciones de amor. Sé que muchos os sorprenderéis y que es ir en contra de las costumbres de Poniente, pero lo que se dispensó para mí puede ser dispensado de nuevo, y es por mi mano que lo es.

Lord Gerold Hightower volvió a escena acompañado de Ser Jaime Lannister y su hermana, Lady Cersei, a quien no muchos habían visto hasta la fecha en Harrenhal y que parecía recién llegada al castillo. Luceon Frey, vestido con hábitos de septon, dio un paso al frente y sin mayor dilación comenzó a oficiar la ceremonia. Harrenhal era una tumba, nadie osaba dar un paso o alzar la voz mientras Aerys tomaba la capa de doncella de los hombres de Cersei y Ser Jaime se inclinaba para besarla.

Con este beso te entrego en prenda mi amor y te acepto como señor y como esposo — dijo la muchacha.
Con este beso te entrego en prenda mi amor y te acepto como mi señora y esposa — respondió el joven caballero.
Aquí, ante los ojos de los dioses y los hombres, proclamo solemnemente a Jaime y a Cersei de la Casa Lannister marido y mujer, una sola carne, un solo corazón, una sola alma, ahora y por siempre, y maldito sea quien se interponga entre ellos.

by hammer_ortiz

Luceon Frey asombrado como el resto de los asistentes y con un escaso temblor de piernas ofició aquel enlace, del que se hablaría por años, lo mejor que pudo. Ahora entendía las palabras del Rey sobre un importante enlace que tendría lugar en Harrenhall.

Desde su posición podía ver las caras de sorpresa de los allí presentes, pues el enlace de dos hermanos era algo que no podía dejar a nadie indiferente. Cuando miro hacia la zona donde los Lannister se sentaban las caras no eran de sorpresa si no más bien de asco y vergüenza. No logró ver a Tywin Lannister, quien quiza herido en su orgullo de león había abandonado el salón tras la que seguró condideraría una afrenta que bien valdría más de una vida. El septón temía que en cualquier momento se escuchase el desenvainar de una espada y aquello se convirtiera en un baño de sangre, pero la presencia de los guardias alrededor del salón, seguro amedrentó a más de uno de los que habrían llevado la mano a su empuñadura.

Miró a la pareja. Realmente estaban enamorados, cierto es que las leyes y costumbres de los hombres daban a ese enlace un cariz dantesco y bochornoso, pero ¿quienes eran los hombres para oponerse a los designios de los dioses ?quienes habían imbuido en Jaime y Cersei un amor que podía superar todas las barreras posibles. Es más, ¿quien iba a oponerse a los deseos de un Rey? Un rey dispone y los súbditos obedecen, es ley.

Luceon miro al rey, el fuego se reflejaba en sus ojos. O quizá era el fuego interno del dragón que iluminaba los ojos de aquel hombre ,que algunos llamaban “el rey loco”. Al septón no le parecía que estuviera loco, al menos no en ese instante, pues esa mirada de orgullo e inteligencia, sumadas a una sonrisa burlona, hacían entender que había logrado su objetivo y que aquello no era más que un paso adelante en un plan que escapaba a la mayoría de los que allí estaban. O esa era el parecer de un humilde septon. imagen

Cualquiera que hubiese mirado Lord Jon Arryn, hubiera visto sorpresa en su mirada. A fin de cuentas la doncella acababa de ser prometida a Oberyn Martell, no dejaba de ser sorprendente que instantes despues por asi decirlo, se estubiera casando repentinamente. Y encima con su hermano mellizo. Era como para mostrar sorpresa.

Por otro lado, cualquiera que hubiera mirado a Elbert en aquel momento, hubiera visto mas alla de toda duda que estaba anonadado. Pero en su cabeza un unico pensamiento lo llenaba todo. Ahora si que no me voy a casar con ella. Joder. Si son hermanos. ¡Mellizos! Joder. Joder. Joder.

Quizás Tywin Lannister sabía que algo así iba a ocurrir o tal vez la providencia puso algo en su camino, pero nadie encontró al Señor de Roca Casterly en la ceremonia. Los más perspicaces sí pudieron ver a Gerion entre el público, quein en el momento en que Jaime y Cersei fueron marido y mujer abandonaba el pabellón con gesto sombrío en dirección hacia la zona Lannister.

Unos cascos sonaban en la lejanía. El Príncipe Oberyn se había marchado al galope de Harrenhal sin decir ni una palabra. Pero quienes vieron sus ojos supieron que el rey había cometido hoy un error fatal.

A la siguiente mañana Harrenhall amaneció muy diferente a como era el día anterior. El Príncipe Oberyn había abandonado el castillo junto a todos su seguidores, entre los que se incluían los Dayne de Campoestrella y algún que otro señor menor. Otros muchos caballeros hacendados y señores menores también habían abandonado el torneo, conscientes de que nada bueno podía quedar allí para ellos. En cuanto los primeros rayos de sol asomaron todo el mundo pudo observar la caravana de los Lannister abandonando el castillo. Pronto las tropas del rey detuvieron su avance y pudieron observar como Lord Tywin Lannister era conducido a la tienda del rey. Los recién casados esperaban junto al hermano de la Mano, Ser Gerion Lannister, con cara de circunstancias pero de felicidad al fin y al cabo. Ocurriese lo que ocurriese con su familia y el rey sabían que ellos pelearían unidos.

Robert se quedó con la boca abierta al conocer la noticia. “¿Es que nadie va a decir nada ante semejante aberración? Dos hermanos jovencitos, puaj” Pensó. “Esto es una ofensa más que evidente a las casas Lannister y Martell y la demostración de que el rey está realmente loco. Tengo que hablar con Lord Jon y con Lord Rickard de manera urgente.” Apuró su copa y salió de la sala como una exhalación.

Hoster respiró profundamente. Aquello no le gustaba, como seguramente a la mayoría de los allí presentes. Y menos aún le gustaba que fuese un Frey quien oficiase esa boda. No alzó la copa. No brindó. Tanto Lord Malliser como Lord Blackwood se acercaron hasta él y lanzaron unos susurros, tranquilos en apariencia. Tras escuchar las palabras de sus vasallos, Hoster Tully y su hermano Brynden dieron media vuelta. Aquella no era su celebración.

Cuando contempló las caras de los dos jóvenes Lannister, el príncipe Rhaegar vio en ellos gran dicha, quizá comedida por la anómala circunstancia. Que los dioses les perdonaran, pero su amor parecía sincero. ¿Había sido un acto de bondad de su padre? El rey siempre se había lamentado profundamente de como le habían obligado a casarse con una mujer que no quería en la flor de la vida. Pero cuando el príncipe dirigió la mirada hacia su padre la furia empezó a nublar su pensamiento. Aquella inquietante sonrisa, acompañada por sus ojos burlones le confirmaban sus peores sospechas. «Miserable canalla». Había visto aquella faz en incontables ocasiones, la última vez, cuando le negó tomar parte en la caza de los forajidos del Bosque Real. El conjunto era parte de otra de sus humillaciones arbitrarias, un mensaje para todos aquellos que se atreviesen a cuestionar y desafiar su autoridad. Tan sólo a su persona más querida, que observaba dolorida la escena, confió sus temores más apremiantes.

— Será mejor que vigiles a tu hermano, querida —murmuró el príncipe al oído de su esposa—. Mi padre no le perdonará cualquier palabra o gesto indebido. Ya le ha dado la satisfacción de verle humillado. Que no le dé más motivos para que siga regondeándose de su desgracia.

Poco después, cayó en la cuenta de que el señor de Roca Casterly ni siquiera había estado presente en el enlace. ¿Lo sabía de antemano? Debía ir a visitarlo cuanto antes, en cualquier caso. Se despidió de Elia con un fugaz apretón en el hombro y se dirigió con paso raudo al pabellón de los leones. Tenía un incendio que apaciguar.

No podía creerlo.

Allí, frente a toda la nobleza del reino, Aerys Targaryen había dado un golpe a todo lo que era honesto, puro y sagrado. A las tradiciones de los Siete. Al ejemplo de Aegon el Conquistador, que había permitido aquello solo entre los más nobles descendientes de la sangre Valyria. A los Lannister y a los Martell. Connington no amaba a Tywin Lannister, aquel hombre de mirada dura y disciplina legendaria, pero lo respetaba, y aquí había sido humillado. Igual que Oberyn Martell, que tantas chanzas había dicho en el banquete tras anunciar su matrimonio con Cersei. Habían brindado y rendido. ¿Qué haría ahora?

“Rhaegar debe ser el rey”

Regresó a su pabellón, pues pronto sería momento de regresar a la lid. Solo esperaba que no se tornara en una mucho más sangrienta.

Vaya con el anuncio del Rey…
Esto era un ataque directo a los cimientos del reino. Tywin Lannister, uno de los señores más importantes había sido humillado en la mayor reunión de nobles de los últimos tiempos. ¡Y por partida doble! Al cancelar el rey el acuerdo previo con los Martell y al casar a sus dos hijos rompiendo todos los preceptos de normalidad y decencia que dictaban la vida en Poniente.

Sin embargo, ¿qué era aquello que Mace detectaba en cómo se cogía la mano la joven pareja, en cómo se miraban? ¿Qué clase de aberración había permitido Lord Tywin aflorar en su propia casa?

El señor de Altojardín se acercó a Ser Baelor Hightower y susurro algo a su oído, afirmando el segundo con la cabeza. Había que extremar las precauciones.

Ser Baelor se encontraba junto a su señor Lord Tyrell cuando advirtió el ajetreo de guardias. Eso a un hombre precavido como él le escamó y rápidamente buscó a la joven Lady Hightower, su hermana, para atraerla a su lado y permanecer junto a los Tyrell. En caso de problemas cuantos más hombres hubiese juntos mejor y aquello no le gustaba demasiado. Poco importaba el festejo o los manjares que circulaban por la mesa, para ser Baelor aquello parecía más un cebo que un banquete vista la cantidad de guardias.

Ver desaparecer al Lord comandante terminó de preocuparle y visiblemente tenso se pegó a la diestra de Lord Mace para decirle algo cuando la sorpresa se destapó. Buscó a Lord Tywin entre los nobles asistentes y solo encontró a su hermano con el gesto sombrío. Aquello era un sacrilegio, una ofensa para la Fe y para las costumbres de Poniente y aún más, para Lord Tywin era un problema y una ofensa antológica.

Escucho a su señor susurrarle con discreción unas palabras en que fue posible y cogiendo la mano de su hermana la pegó a si mismo hasta poder abandonar el salón entre otros nobles, sin destacar, no era momento de hacerse notar. Ya habría momentos para pensar en todo aquello con la calma que su padre siempre parecía desprender.

Cuando la sala entera vitoreaba el nombre de los Stark y los Tully todo eran sonrisas y alegría, era curioso que apenas unos segundos separase aquella felicidad, aquellos ríos de tinto corriendo de copa a boca, cambiasen a caras de asombro y estupor… y es que no había viento del norte que dejase más congelado que aquella revelación, o más bien que aquella aberración.

Cuando Lord Rickard quiso girar el cuello la comitiva de los Lannister ya había desaparecido o terminada de marchar del Gran Salón, entre los que aún abandonaban la sala no estaba Tywin Lannister, que como Mano ya sabría de antemano la deshonra a la que se enfrentaría si se personada. A quién si pudo ver fue al Príncipe Oberyn marchar a toda velocidad… Aerys sabía que aquello le iba a labrar dos grandes enemigos y aún así parecía feliz, viendo como aquellos jóvenes desafiaban a las leyes de los señores y de los dioses.

-Eddard, busca a Jon Umber, y que se prepare como ya le dije. - Le agarraba fuerte del brazo, tanto que su hijo pudo comprender lo grave de la situación - Llévate a tus hermanos y que no se muevan de nuestra tienda. -