El Lobo y la Estrella del Sur

-Que los vientos del Norte soplen a tu favor Eddard, y que mis ojos vuelvan a verte en Invernalia pronto hijo mío. - Lord Rickard y Eddard mantenían así el final de una conversación que los llevaría a cada uno en una dirección, ambos fríos como un invierno norteño y a la vez con un fuego interior que impulsaba a cada cual a proteger sus intereses.

-Cumpliré con lo prometido padre. - Eddard añoraba el Norte, y su melancolía se filtraba a través de sus cuerdas vocales, había pasado casi sus últimos diez años de vida en el Nido de Águilas pero aún era pronto para volver a su hogar, Invernalia y el Norte perdurarán por siempre, pero no así sus pocos conocimientos de Poniente y era algo a lo que debía poner remedio. El joven lobo quería ver el Norte y el Sur, el Este y el Oeste y como le había dicho a su padre empezaría por Bastión de Tormentas… las tierras de su buen amigo, de su mejor amigo Lord Robert Baratheon, uniéndose a la comitiva de las Tierras de la Tormenta.

Pero aquello no era todo en lo que pensaba Ned, su mente había quedado embriagada por un dulce veneno sureño que en vez de matarlo hacía que su corazón latiese a un ritmo distinto, al ritmo de sus caderas cada vez que recordaba aquel primer baile en aquel torneo que para él sería inolvidable en muchos aspectos y ahora y por siempre agradecería a su hermano que le hubiese dado aquel empujón hacia la pista para iniciar aquel sueño. Por lo que cuando zanjó su partida no pudo más que alzar la vista para buscarla y encontrarse acto seguido montado en su caballo picando espuelas al comprobar que los Martell ya habían abandonado Harrenhal hacía rato.

Repetía en su cabeza las palabras que le dedicaría a su amada, en cómo declararle su amor y en si era posible que fuese el único hombre de Poniente que sufriera aquel estado al encontrarse con aquella mujer… había visto a su hermano Brandon, valiente y despreocupado como si el hecho de hablar con mujeres bellas fuese sido misión suya desde que tenía uso de razón, a su compañero Elbert en el Nido de Águilas, tan cortés como ducto con la lengua delante de las señoras, y a Robert, con un don innato para el trato con cualquier mujer porque para él cualquier agujero en guerra era trinchera. Pero él lo tenía claro, comenzar un cortejo oficial y acudir a Campoestrella a pedir su mano, era lo que todo hombre de honor decía hacer cuando había de por medio un corazón enamorado, así se lo habían enseñado las historias de caballeros y damiselas desde niño así que cuando alcanzó a los Martell se apresuró a acudir a la cabeza del grupo donde pudo encontrarse con aquellos ojos violetas que le habían hechizado el alma que ahora parecían turbados primero por la sorpresa de verlo allí tan lejos del resto de los norteños y después por la confusión por ver cómo el rostro de su interlocutor comenzaba a tomar un color rojizo y por cómo tomaba sus suaves manos antes de comenzar su atrevida declaración.

-Mi señora, no querría vivir esta vida sin saber si volveré a veros. - acababa de luchar en una melee frente a hombres extraordinariamente fuertes, pero aquella situación mucho más complicada de lidiar sin duda… no sabía qué palabras escoger y su mente sufría una ausencia de ideas ocupando toda ella la profundidad de su mirada - Acompañadme en mi viaje al sur, sería para mí un honor el que fuésemos juntos a Campoestrella a pedir vuestra mano a vuestro señor hermano. - Y sin más, con tan pobre exposición comenzó a rezar a cualquiera de los Dioses para que lo ayudaran antes de que la muchacha respondiera.

Este gesto de tal calado y lo sucedido a continuación, el amor entre el lobo y la estrella del sur, será cantado por tiempos venideros en todos los rincones de los Siete Reinos.

La suavidad de la brisa marina acompañaba a un Eddard que miraba el horizonte sureño, hacia allá donde debía alzarse Lanza del Sol, se preguntaba qué harían los Martell ante aquel acto tan atroz, el Rey había sobrepasado con ellos una línea que probablemente resquebrajaría Poniente tarde o temprano y era algo que lo inquietaba pues su corazón ahora estaba dividido entre Norte y Sur.

A esas horas en las que aún el alba no había hecho acto, la Bahía de los Naufragios permanecía tranquila, eran aguas peligrosas para transitar en la noche y Eddard prefería aquella vista que no le distrajera de sus pensamientos cuando unos brazos lo atraparon por la espalda con un dulce movimiento…

-En qué piensas, - dijo mientras con sus brazos giraba al joven norteños hacia el suroeste - allí está nuestro destino, no dejes que nada más perturbe tu mente. -

Las palabras de Ashara eran dulces susurros, música para lo oídos de Eddard que agarró una de las manos de su amada - Y no hay nada ni nadie en Poniente que me impida cumplir mi promesa, mañana partiremos a Campoestrella y a partir de ahí jamás volveréis a separaros de mí - Eddard se sentía mucho más seguro pasados los días y tras la timidez y el miedo podía mostrarse tal y como era realmente. - Pero me preocupa el Sur, la muerte del Príncipe… -

Ashara lo apretó con los brazos sin dejarle terminar de hablar y pudo sentir la fuerza de Dorne en aquel abrazo - El Sur es fuerte, los Martell no temblarán y Dorne prevalecerá. - entonces lo giró como si de un muñeco se tratase y lo miró a los ojos, vestía una túnica naranja con tonos violetas que dejaban entrever sus perfectas curvas - Pero esta noche es tuya y mía, que la luna que ilumina y el sol que nazca sean testigos de nuestro amor. -

Fue entonces cuando alzada sobre sus punteras chocó sus carnosos labios con los del joven lobo que comenzó a notar como la sangre fluía y se despertaban sus instintos, ambos estaban sólos y las manos comenzaron a danzar alrededor de sus cuerpos, la ropa sobraba y perdió todo orden cuando pudo ver en completo la perfección de su cuerpo. Todo quedó atrás y ambos se fundieron en uno, sin que el tiempo y el espacio fuesen estorbo en aquel momento de pasión teniendo a la luna que iluminaba y al sol que nacía como testigos de su deseo.