A Poniente, sus señores y plebeyos:
De entre todas las virtudes con la que nos imbuyeron los Siete, el honor ha de ser la primera en todo listado. Amor, coraje, pasión o razón. Todas palidecen al lado de la honra con la que conducimos nuestros actos y tratamos a otros. Sin la palabra dada, sin el vínculo de confianza creado por nuestro verbo y nuestra acción, Poniente sería un lugar ingobernable, poblado por la traición, los cuchillos en la noche y la larga oscuridad del conflicto permanente.
Es por ello que cuando se incumple lo que se ha prometido, ha de haber consecuencias. Así lo dictaminan las Leyes de los Siete y las de la caballería. Mis hijos, Jaehaerys y Shaera Targaryen marcharon en secreto, y ayudados por Ser Artys Royce, a reunirse en Piedra de las Runas. Rechazaron mis peticiones de que pusieran fin a sus pretensiones y que regresaran a la capital para vivir bajo la paz del rey, como herederos de la dinastía Targaryen. El honor, no solo mío, sino de todos aquellos afectados por su decisión, exige reparación.
Es por ello que conmino a los príncipes Jaehaerys y Shaera a dirigirse a Desembarco del Rey para confrontar la justicia real. También exijo a Lord Royce que no los retenga o dé cobijo o amparo a su traición a la palabra dada y que disponga lo antes posible su marcha de Piedra de las Runas para acudir a la capital, acompañados por Ser Artys Royce, que ha mancillado el nombre y linaje de los Capas Blancas. En Desembarco del Rey, serán juzgados justamente ante los ojos de Dioses y Hombres, y si no cumplo este juramento, que el Desconocido me lleve a reunirme con mis ancestros.
Aegon, Quinto de su nombre, Rey de los Ándalos, los Rhoynar y los Primeros Hombres, Señor de los Siete Reinos y Protector del Reino.