El Pronunciamiento de Roca Casterly

Aegon se dio una última vuelta de honor a caballo, con su armadura negra lacada y con el yelmo alado bajo el brazo, tras su victoria en el torneo, recibiendo los vítores del público. Se escuchaba algún “rey” entre “¡Aegon!” y “¡Aegon!”, y en la cara del joven príncipe se dibujaba una sonrisa de presumida satisfacción. Pero la sonrisa se desdibujó cuando una figura irrumpió en el campo de justas, corriendo y gritando.

-¡Mi señor! ¡Mi señor! -gritaba el joven Gerold Grafton, claramente turbado.

El clamor del graderío se convirtió en un murmullo curioso. Aegon desmontó y se dirigió hacia el joven del valle, que al llegar ante él inclinó la rodilla y bajó la cabeza, recuperando el aliento.

-¿Qué ocurre, Gerold?

-Mi señor… en el Valle… mi padre… -empezó a decir Gerold, atropellado.

-Respirad hondo. Y hablad claro. Que se os oiga bien -dijo Aegon alzando la voz, acallando los murmullos.

-Me han llegado noticias de mi padre, mi señor. Hay guerra en el Valle de Arryn. Han declarado a nuestra casa fuera de la paz del rey. Tropas de Arryn y Tarly están marchando hacia Puerta Gaviota. ¡Por favor, mi señor, haced algo! ¡Salvad a mi familia!

Aegon negó con la cabeza, como si le costara creerlo.

-Prometieron paz, y solo nos dan guerra -dijo indignado-. Apenas me han llegado noticias de que Stannis el Usurpador ha mandado un ejército al mando de su hermano a invadir Dorne, para llevarse a la Princesa Arianne encadenada a la capital, ¿y ahora esto? Suficiente. Es hora de arrancarle el reino de las manos al Usurpador, y liberar a mi hermano pequeño de su maligna influencia.

Aegon sacó la espada y la alzó al cielo.

-¡Yo, Aegon de la Casa Targaryen, heredero legítimo del Rey Rhaegar, juro que no descansaré hasta que la cabeza de Stannis el Usurpador descanse en una pica frente al Trono de Hierro que por derecho me corresponde! Declaro nulas todas las leyes proclamadas en nombre del rey títere Aemon, y enemigos del reino a todo el que ponga su suerte de lado de Stannis Baratheon. ¡Hoy comienza el final del Usurpador! ¡Hoy es el primer día del fin de las injusticias! ¡Porque hoy comienza mi reinado! ¡Hombres de Occidente, hombres de Poniente, cabalgad con vuestro rey a liberar el Valle, Dorne y los Sietes Reinos!

-¡Rey Aegon! -gritó Gerold emocionado arrojándose a sus pies.

-¡Rey Aegon! ¡Rey Aegon! ¡Rey Aegon! -le aclamaron desde las gradas, primero en un murmullo y luego en un clamor ensordecedor, mientras los caballeros presentes se apresuraban a arrodillarse a su alrededor.

Los rostros de los Lannister eran máscaras, apenas dejando entreveer lo que pensaban del pronunciamiento de Aegon. Solo Joffrey aplaudía entusiasmado mientras le hacía comentarios a su flamante y reciente esposa.

Cersei y Jaime intercambiaron opiniones al oído hasta que finalmente se levantaron y asintieron a Aegon. El qué significaba aquel gesto podía interpretarse de muchas formas, cada cual según le conviniese, pero el Targaryen supo que algo no iba tal y como esperaba que debiera de ir.

Edmure paseó la mirada sobre sus banderizos. La mayoría de ellos permanecieron observando todo aquello. Solo alguno dirigió la mirada a su señor, buscando aprobación a unirse a lo que allí se estaba viviendo. Pero Edmure no la dio. Quedó en silencio junto a su hermana, la cual se removió en su asiento.

Aquel baño de masas duró por un leve tiempo. Y cuando se calmó, Ser Edmure Tully decidió levantarse para irse e allí, sin sentirse incómodo, pero sin haberse pronunciado lo más mínimo sobre lo ocurrido. Solo tenía algo en claro. Acababa de comenzar una guerra.

Los vitores aun seguian.

¡Aemon! ¡Targaryen! ¡Viva el Rey!

Gerold aun se encontraba con los nervios a flor de piel tras las palabras del mensajero y la peticion que le habia hecho al rey Aegon. El rey acababa de comenzar su reinado, un reinado que iniciaba una guerra civil en Poniente y que cambiaria jerarquias y fronteras.

Aquel rey, joven, de pelo plateado y armadura negra, era sin dudas el descendiente del joven dragon, un caballero y general nato que habia sido probado en mil batallas en el exilio, de las cuales en todas habia vencido. Un rey que a pesar de su fiereza y arrojo, mostraba tambien sabiduria y paciencia, ambas seguro dotes heredadas de su madre.

Aquel era un rey por el que merecia la pena pelear.

-Alteza! - dijo Gerold con viveza al tiempo que sacaba su espada y ponia rodilla en tierra. - Yo, Gerold de la casa Grafton, heredero de Puerto Gaviota, en nombre de mi padre y mi casa, juro lealtad a usted. Que largo y prospero sea su reinado.