El rey se queda manco

Tywin dejó atrás los aposentos reales y se dirigió a los suyos para terminar de revisar que todo estuviera en orden; comprobó que dejaba los documentos que servirían al siguiente en ocupar su puesto y que no dejaba nada que fuera propio.
Por último se quitó el broche que le señalaba como Mano del Rey y lo puso sobre la mesa que había sido la suya durante los últimos diecinueve años.

El Señor de Roca Casterly sentía que había trabajado duro por el reino de su amigo Aerys y que su dedicación no le había reportado nada porque nada pidió. Pero todo tiene un límite y Tywin consideraba que era momento de dedicarse a su Casa y sus vasallos y dejar que otro recogiera el testigo de aconsejar a Aerys y tratar de paliar el gobierno de este.

Cuando salió de la Torre de la Mano se le unieron una veintena de hombres de la Casa Lannister y su hermano Gerion. Tuvieron que esperar a que Jaime llegara pues había sido convocado por el rey y eso hizo que Tywin solo deseara dejar atrás la Fortaleza Roja cuanto antes. Había tenido demasiado Aerys en los últimos tiempos.

Y así, Tywin dejó de ser la Mano del Rey para volver a ser simplemente un siervo más, e Señor de Occidente.

Cuando Jaime llegó no lo hizo solo, tras él Ser Jonothor Darry de la Guardia Real comandaba un nutrido grupo de capas doradas que formaron frente a los guardias de la Roca, que trataban de mantener la compostura sin saber como actuar.

Tras unos instantes llegó el propio Aerys, los hombres le abrieron paso mientras cerraba distancia sobre Lord Tywin con el guardia real siempre a su lado.

La sorpresa desencajó la mue a de todos los presentes. ¿Estaba Aerys realmente te haciendo eso?

Mi querido Lord Tywin, habéis servido al reino con dignidad y eficacia, marchad a cumplid vuestro deber como señor de Occidente— el rey dio un paso al frente y sin mayor aviso abrazó al señor de la Roca mientras le confiaba unas últimas palabras al oído. —Lo sé todo

Tywin recibió el abrazo y lo hizo, pese a lo que otros pudieran creer, de buen grado. Se separó del rey y lo miró a los ojos para discernir cuánto sabía el rey y después, como si de iguales se tratase, le habló.

Fue un honor serviros, amigo mío. – Dijo con sinceridad. – Pero ahora debo servir a Occidente.

Y, sin más, los Lannister dejaron la Fortaleza Roja.

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