El Río Sereno, el señor de Aguasdulces

Ha sido cosa de ese mil veces maldito Blackwood ―escupió el nuevo señor de Seto de Piedra ciego de ira―. Mi señor, dadme permiso para pagarle con su misma moneda. Ha quebrado la paz del rey y debe pagar cara su traición.

Aún no ―Medgard negó con la cabeza. Aún no terminaba de creer que hubieran matado al señor de Seto de Piedra a menos de cinco leguas de su castillo. «Solo un demente se atrevería a tanto, Alguien que piensa que nadie ni nada puede tocarle»―. Necesitamos cerciorarnos bien antes de tomar cualquier decisión.

¿Qué más pruebas necesitáis? ―Lord Jonos Bracken puso los ojos en blanco― ¿Que os mande una nota confesando su culpabilidad? El Viejo Cuervo no aceptó vuestro justicia y ha decidido tomársela por su mano, eso ha pasado. Hasta un ciego lo vería claro.

El viejo maestro de armas de Aguasdulces no pudo evitar intervenir ante el tono con el que hablaba el joven iracundo. Su voz restalló como un látigo en los pequeñas estancias privadas de Lord Tully.

Estáis ante vuestro señor feudal, Lord Bracken. Sería mejor que reservaseis vuestros sarcasmos para la sobremesa y os limitaseis a relatar lo ocurrido.

Haya paz ―cortó con serenidad Medgard antes de que Bracken pudiera responder―. Estoy seguro de que Lord Jonos no pretendía ser impertinente.

Bracken los miró furibundos, pero aún no se daba por vencido. Se dirigió a uno de los supervivientes de la comitiva de su padre, un caballero de mediana edad que era el capitán de la guardia de la casa, que se alzaba alto y sereno a la izquierda del joven señor de Seto de Piedra

Decídselo otra vez, ser Bendeth, por favor.

Es cierto que los atacantes no llevaban ningún elemento que los identificase como leales a Blackwood, sire, pero iban muy bien armados y llevaban caballos de guerra. Además, ignoraron por completo a la comitiva de Lord Frey. Unos simples bandidos no habrían hecho distinción. Solo Lord Blackwood tenía gran interés en matar a nuestro señor ―ante el repentino silencio que se hizo tras su testimonio, se apresuró en añadir―. Os lo juro por los Siete, sire. Mi testimonio es sincero.