El Señor de los Ríos 33

Lord Petyr Mallister, Señor de Varamar y Señor de los Ríos, el que derrotó a Harren Hoare, expulsó a los isleños de sus tierras y repelió a los hombres del Valle, cabalgaba con paso tranquilo hacia Harrenhal rodeado de sus más leales - y aprovechados - compañeros.

Lo primero que haré será deshacerme del trono de Harren Hoare y mandar hacer uno para mí. No pienso sentarme donde se sentaba ese bastardo. – Dijo desapasionadamente Petyr logrando varias cabezadas de asentimiento entre sus allegados. – Por supuesto que mandaré hacer otro para mi prometida, que estoy seguro que querrá uno igual que el mío.

Al decirlo todos rieron ya que sabían que sería así pues ella era alguien que querría ser tratada como igual si no como alguien por encima.
Ser Hugo Pearlman, un caballero que simbolizaba todo lo que no debería ser un caballero, enarcó una ceja.

¿Os ha contestado?

Aún no. – Dijo Petyr sonriendo maliciosamente. – Claro que aún no lo sabe. En cuanto llegue a Harrenhal y comunique a Lady Liane que no será mi esposa, entonces, enviaré una misiva a Lady Bertha para que acuda a casarse conmigo.

Mucha yegua para tan poco potro.

Lord Mallister fingió estar ofendido e hizo aspavientos con sus manos.

Mandaré cortaros la cabeza, septón, si volvéis a hablar así de vuestro Señor.

Sí, sí, pero sólo si Bertha lo permite.

Todos rieron el chiste, sobretodo porque sabían que era en gran parte verdad; Lady Darry era una mujer de armas tomar y aunque Petyr dijera que iban a casarse no muchos confiaban en que ocurriera.

No vi que pusiera impedimentos a otras de mis órdenes.

Claro, porque habéis pedido doblar los impuestos a todos vuestros vasallos menos a ella.

Petyr se encogió de hombros. ¿Qué iba a hacer si no?

Liane recibió el mensaje de su marido aguardando buenas noticias. Tras leerlo no podía contener la rabia, arrugo la carta y la lanzó al fuego. Petyr Mallister había decidido anular su matrimonio con ella para casarse con otra mujer, lo que significaba que Liane dejaba de ser la señora de los Ríos. Después de todo lo que había hecho su padre por ellos, por los Ríos, por el mismo Petyr, habiéndole costado la vida y la de parte de sus familiares, así como la destrucción de Princesa Rosada, su hogar. Los Piper habían sacrificado demasiado durante la guerra contra Harren el Negro como para tener que soportar tan grave ofensa. No podía quedar impune, ni Liane tenía intención de abandonar Harrenhal. Si alguien se merecía sentarse en el trono era ella.

El castellano de Harrenhal anunció la llegada de Lord Petyr. Lady Lianne acudió a las puertas de la Torre del Homenaje para recibirle, tras ella todos los señores y caballeros reunidos. La muchedumbre abarrotaba las calles, vitoreaban al recién llegado celebrando su vuelta, por muchos era visto como el hombre que había terminado con la tiranía de la casa Hoare. Liane Piper lo hubiera recibido de la misma forma, pero la ira nublaba su pensamiento. No solamente por la traición a su propia persona, sino por el recuerdo de su padre y como éste había confiado ciegamente en Petyr Mallister. Halmon Piper había sido el principal impulsor del título que ahora ostentaba y a cambio su hija iba a sufrir tamaña humillación. Pero Liana aún no había hablado con su prometido, esperaba impaciente el momento en el que Lord Petyr le comunicara personalmente su decisión. ¿Que palabras utilizaría para hacerlo?

El Señor de los Ríos avanzaba tranquilo, disfrutando de cada paso que daba y la atención que le prestaba todo el mundo a su alrededor. A sus lados, sus hombres se aseguraban en mantener una distancia prudencial entre su Señor y el pueblo. Aunque Petyr no mostraba ningún tipo de preocupación. El corazón de Liana se aceleraba a medida que se acercaba su prometido, en el fondo tenía la esperanza de que la noticia que había recibido estuviera equivocada.

Petyr Mallister fijó su mirada en Liane, que le esperaba delante de las puertas de la fortaleza con la armadura puesta y la mano derecha apoyada sobre la empuñadura de su espada.

Lady Liane, tan bella como os recordaba aunque luciríais mejor si vistierais como la mujer que sois. Gracias por el recibimiento que habéis organizado, sin duda digno de un héroe como yo. Podéis estar tranquila pues he vengado la muerte de vuestro padre terminando con Harren Hoare y su influencia en los Ríos.

Sin duda los Ríos os lo agradecen. Mi padre estaría orgulloso y complacido por lo que habéis hecho. Aunque debo recordaros que fue Harry el Sucio quien acabó con su vida. Petyr hizo ademán de continuar su trayecto antes de que Liane le interrumpiera el paso para continuar con la conversación. Sin duda estaréis cansado, pero hay algo que me inquieta y debéis aclararme. Ha llegado a mi una noticia que sin duda es de lo más escandalosa, se dice que habéis decidido anular nuestro matrimonio para casaros con otra mujer, rompiendo así la promesa que hicisteis a mi padre. ¿Tenéis algo que decir al respecto?

Petyr miró a la figura que se interponía entre él y el salón del Trono de Harrenhal y fue una mirada sucia, lasciva y condescendiente.

Ah, eso. Yo no lo llamaría romper una promesa, Lady Liane. – Sonrió con suficiencia y miró hacia atrás para guiñarle el ojo a sus hombres. – La situación ha cambiado, mi señora, y no puedo casarme con vos. Pero no os preocupéis que he arreglado un matrimonio tan valioso, o casi, como el que esperábais. Mi hermano Roger será vuestro esposo, pues así lo dictamino yo, Lord Petyr Mallister, Señor de los Ríos.

Dicho aquello hizo un gesto galante para que Liane se apartara. Liane tomó aire y levantó su barbilla orgullosa.

Lord Petyr Mallister, por los insultos a mi familia y a mi persona, os reto a duelo.

Todos los presentes se quedaron callados mirando a la mujer y casi se podía cortar la tensión con un cuchillo. Entonces, sin previo aviso, Petyr Mallister empezó a reírse con una carcajada de auténtico gilipollas.

¿Lo habéis oído? Una dama retándome a duelo.

Los hombres de Mallister se unieron al coro de risas y dos empezaron a imitar a dos damiselas luchando, algo tan ofensivo como ridículo.

Lady Liane, dejad de comportaros como un hombre y ocupad vuestro lugar, que es en vuestra alcoba. Ahora los hombres, los de verdad, tenemos que lidiar con un ejército del Dominio que cree que porque Hoare haya muerto puede invadir mis tierras.

Surgió en Liane un sentimiento de impotencia que había enterrado hacía mucho tiempo. No era la primera vez que le humillaban despachandola unicamente por ser una mujer, pero aquella era sin duda la mayor humillación que había sufrido. En Princesa Rosada, con los años, logró ganarse el respeto de los hombres. Fuera de su hogar, la cosa cambiaba. No estaba dispuesta a dedicar el tiempo que había dedicado anteriormente a ganarse el respeto de los hombres que la rodeaban.

Janos Piper observaba desde una posición reservada. Se acercó hacia Petyr y Liane, pero su hermana se apartó del camino del Señor de los Ríos e interceptó a Janos antes de que este se encarase con Petyr.

– No hermano, no necesito que ningún hombre acuda en mi ayuda. Ya he sufrido suficiente humillación por hoy - miraba con dureza a su hermano. - Si quereis honrar a nuestro padre, tendrás tu oportunidad en la batalla que se avecina. Yo y solamente yo me encargaré de hacer que Petyr Malister pague por su ofensa.

Liane dedicó unas últimas palabras a Petyr antes de marcharse de allí.

– Petyr Mallister, habeis traicionado la confianza que mi padre depositó en vos. Vuestra palabra no vale nada y no teneis honor alguno. Os asemejais en muchos aspectos a la estirpe de los Hoare, con la diferencia de que además sois un cobarde. Disfrutad del tiempo que os quede como Señor de los Ríos, pues en estos tiempos de guerra, un niño como vos que ni siquiera llega a medio hombre, no durará demasiado.