Al entrar en la plaza de armas de la fortaleza de los Baratheon, Ser Penrose se apresuró a acudir al encuentro de su señor, el cual fue ayudado a descabalgar por él y por Ser Loras. Alteza, al no recibir nuevas de vos nos habíamos preocupado… Menos mal que estáis bien. Las palabras de Ser Penrose fueron encontradas por la mirada vacía de Renly, una mirada que el tormenteño conocía muy bien, era la mirada de un hombre que lo había perdido todo. Comprendo, acompañadme con el maestre, alteza. Apoyado sobre el hombro de Ser Cortnay y seguido de cerca por Ser Loras, Renly hizo camino hasta el interior de la fortaleza que se encontraba prácticamente desierta.
El resto del día transcurrió sin muchas eventualidades y pronto cayó el atardecer y se sirvió la cena. Lady Margaery se excusó debido al cansancio tras el viaje a lo que Renly simplemente respondió con un gesto desinteresado mientras agarraba la copa de vino y bebía. Su estado había empeorado con el paso del día y ahora sentaba de medio lado a la cabeza de la mesa, el pelo lacio caía a ambos lados de su rostro, la corona medio caída y sujeta más por los vendajes que por su propia cabeza.
Renly bebía más que comía, agarrando pequeños trozos de carne con la mano izquierda, alternando con tragos de su copa, que uno de los sirvientes no hacía más que rellenar cada poco rato. La mano derecha se encontraba vendada contra el pecho en un cabestrillo y sobre sus hombros un jubón abierto dejaba ver otro vendaje al rededor del vientre así como varias magulladuras.
A su derecha sentaba Loras, que casi no comía, sin quitarle ojo a Renly, y en el lado opuesto de la mesa una silenciosa Olenna daba pequeños sorbos a su infusión mientras contemplaba la escena.
Tras lo que pareció una eternidad, Renly se levantó de la mesa, agarró un bastón que le había confeccionado el maestre y se encaminó en silencio hacia sus aposentos, dos lagrimas solitarias rodando por ambas mejillas del otrora orgulloso señor de las Tormentas. Loras le siguió apresuradamente y una vez en la habitación, le ayudó a retirarse el jubón y tenderse en la cama, el mismo Loras encendió el hogar y despachó a un mozo a por más vino y un par de copas, sobre el alfeizar de la ventana, abandonado ahora, quedaban los restos picoteados por las aves, de un melocotón, marchito y decadente, que Loras empujó con el dorso de la mano al abrir la ventana para dejar entrar la brisa del mar.
La noche poco a poco fue oscureciéndose y la respiración de Renly se hizo más calmada, dormido al fin, con Loras sentado a los pies de la cama, la vista fija en las llamas del hogar, por su cabeza cruzaban imágenes, una carga de caballería, el estremecedor sonido de las lanzas quebrándose contra los corceles, el suelo embarrado, la angustia al ver a Renly caer del gran corcel negro que montaba, el alivio al verle levantarse del suelo y desenvainar la espada… Y con esos pensamientos acabó cayendo presa del sueño el caballero del Dominio también.
El golpeo de nudillos sobre madera despertó a Ser Loras, que abrió los ojos y se encontró de frente con los rayos de sol entrando por la ventana. La vista del caballero se acostumbró poco a poco a la luz y revisó la habitación, Renly aún dormía en la cama, el sonido proveniente de la puerta llamó su atención una vez más, y abrió la puerta para encontrarse frente a frente con el Maestre. Buenos días Maestre Cressen, asumo que venís a cambiar los vendajes de su Alteza? Preguntó Loras, haciéndose a un lado y abriendo la puerta para dejar pasar al anciano que venía acompañado de dos muchachos más. Así es, joven, las heridas de su Alteza son bastante graves y requieren bastante atención. Confirmó el viejo maestre mientras se aproximaba a la cama. Alteza, debéis incorporaros para que pueda revisar el vendaje de vuestro vientre. Añadió dirigiéndose ahora a Renly. Este no respondió.
Cuando las manos del maestre Cressen tocaron la fría piel del joven Baratheon lo supo, en ese momento supo que otra tragedia más había sacudido las tierras de la Tormenta. Con gesto serio miró a Ser Loras. Necesitamos que acudan su Alteza Margaery y Ser Cortnay… El Rey ha muerto…
Los siguientes instantes pasaron como un torbellino alrededor de Ser Loras, Margaery llorando, Ser Cortnay cuestionando al Maestre, todo el servicio de Bastión siendo cuestionado, para cuando volvió en si, su mejilla ardía levemente y frente a él, su abuela, Olenna. Reacciona, nos volvemos para Altojardín, lo ultimo que queremos es que ese necio de Stannis en su ciega justicia decida que nosotros somos los responsables por la muerte del único hermano que le quedaba vivo. Ya llorarás cuando estés en casa.
Un cuervo solitario partió en dirección a Desembarco aquel día, con una corta misiva en la pata, y en esta unas oscuras palabras para el nuevo Rey.
Alteza, lamento informarle que su hermano, Renly Baratheon, ha sucumbido a las heridas recibidas en el enfrentamiento con las tropas de Lord Tywin en las cercanías de Torreón Bellota, el viaje hasta Bastión parece la causa más probable del empeoramiento de sus heridas.
El cuerpo ha sido preparado para su entierro y aguarda vuestra llegada.
Ser Cortnay Penrose, Castellano de Bastión de Tormentas