En algún lugar de las planicies de Rivendal

Ma’at había dejado a los Ninaz que había conseguido reagrupar descansar en una pequeña aldea de las amplias y grandes planicies de Rivendal. En el presente día haría allí la noche. Llevaba ya varios días sumergida en aquella tarea, mientras sentía que a su alrededor sucedían cosas de vital importancia. Pensaba a menudo en la suerte del procónsul y sus hombres. Cuando los había abandonado estaban en una situación más comprometida, pero nada había escuchado aún de su destino al respecto. Había notado como hace dos días una gran concentración de esencias humanas se congregaba alrededor de un punto que estaba muy cerca de Ingridsdottir. Sin duda, la batalla había sucedido ya. Pronto sabría el resultado de la misma, las noticias no tardarían en llegarle, o con eso contaba.

Acostumbraba por las tardes a retirarse a un lugar apartado y tranquilo para llevar a cabo sus labores de rastreo. Se sentaba, cerraba los ojos, agudizaba sus sentidos y procedía a rastrear si había esencia de sus Ninaz en los alrededores. En aquella jornada, sin embargo, iba a verse interrumpida. Notó como se aproximaba hacia ella minutos antes de tenerlo a la vista. Con solo sentir su esencia sabía ubicarle, lo conocía, era un buhonero fiska que llevaba ya tres días siguiendo la misma ruta que ella. La hechicera sabía que le estaba siguiendo, pero al no haber notado hostilidad ninguna en su esencia, se había limitado a dejarle estar. También dejó que se acercase a ella, hasta que llegó a su lado y se sentó. Tenía curiosidad por ver como actuaba y si era más de lo que aparentaba ser.

Buenas tardes, compañera −saludó el fiska en la Antigua Lengua. Solo la usaban los Ninaz para hablar entre ellos, y era evidente que él no lo era. La hechicera se puso inmediatamente en guardia, no esperaba escucharla en Fiskeyja−. Veo que, al igual que a mí, os gusta descansar en soledad…

Por un momento Ma’at pensó en atacar y después plantear preguntas. Le ayudó a mantener la cabeza fría ver que la presencia que tenía a su lado seguía sin manifestar intenciones hostiles, y que, por otra parte, había algo en ella que le resultaba extrañamente familiar. Tras unos instantes, ató cabos y se hizo la luz en su cabeza.

Estás perdiendo facultades, Hadrian Tenebrus −la sonrisa que Ma’at le dedicó era burlona. El fiska abrió los ojos, sorprendido−. Es una sorpresa encontrarte por aquí.

Varg, por favor. Mejor no mentar ese nombre estando los lorelanos cerca…

La ilusión del hombre empezó a desvanecerse y empezó a mostrar su verdadera faz: era un rostro de mediana edad, una barba con perilla sin bigote cubría su rostro. Sus ojos, atemporales e inquisitivos le miraban con una chispa de rabia. Se recogía su largo y antinatural pelo azul con un pequeño moño, el resto le caía, hombros abajo, hasta la cintura. Vestía a la manera habitual de la nobleza lorelana… de hacía dos siglos, al menos. «Cabellos azules, extravagancia más allá de toda norma y una insaciable y compulsiva sed de conocimientos: la herencia de la gens Tenebrus», había escuchado Ma’at decir a alguien en el lejano pasado. Hadrian encajaba a la perfección en aquella descripción. Y hacía bien intentado pasar desapercibido.

Los Tenebrus eran uno de los doce linajes de los Ancestros Fundadores de Lorelan, pero habían encontrado su fin en el reinado del emperador Claudio, de los Flavios. Se descubrió que la cabeza de la casa, Emilia, había llevado a cabo experimentos para hibridar humanos y Terrores. «La unión perfecta entre la luz de Heggon y el Kaos, la forma de vida definitiva», había proclamado. El Emperador y el Senado habían decretado que había que acabar de una vez con aquella «raza maldita», los Tenebrus nunca habían gozado de buena fama; ambivalentes respecto al Kaos, eran reclusivos ocultistas que no se imniscuian en los conflictos políticos internos de Lorelan y a los que el primer emperador, Cyndaral, les había encomendado registrar la historia de Lorelan desde una vista neutral.

Una legión entera marchó a sitiar el templo-fortaleza ancestral de los Tenebrus, en las montañas de Umbra, en Jelena. Toda la orden de las Guerreras Sol, doncellas guerreras capaces de invocar rayos de fuego solar del cielo, las más devotas siervas de Aglorae, se movilizaron, esperando combatir con mutantes y Terrores de todo tipo y condición. Poco trascendió de lo que sucedió en aquella batalla, pero se sabe que fue horrible, y se encontró que Emilia se había transformado en una terrible y letal gorgona. Incluso con su cabeza cortada, seguía viva y con capacidad para cercenar vidas. Habían tenido que desintegrarla empleando la luz de Heggon. Las pruebas que llevaron al emperador Claudio para dar fue del destino de Emilia fueron las estatuas de piedra de las desgraciadas Guerreras Sol que se habían enfrentado a ella sin éxito, se decía que su número ascendía a las dos docenas. Hadrian contempló desde la distancia como su linaje era exterminado y borró, en apariencia, su presencia del mapa; como había hecho durante siglos.

Era el lorelano más viejo del que Ma’at tenía constancia, tenía más de 800 años; uno de los nietos del Ancestro Fundador Janus, de quién se decía que podía hablar con los Terrores del Plano Espejado a voluntad. «Criaturas llenas de tristeza, miedo, y resentimiento. Nada bueno puede obtenerse de ellas», solía comentar, cuando le interrogaban al respecto.

Cómo había conseguido escapar a la muerte durante tantos años era sin duda un misterio que Hadrian no se había dignado a responder. Ma’at sin embargo no notaba su esencia corrompida por el Kaos, no más que la de un hombre común, aquello le daba la suficiente confianza como para seguir tratando con él. Nunca había visto que se aproximase a ella con malas intenciones, pero ciertamente Tenebrus no era hombre que perdiese el tiempo, cuando se dejaba ver, era, por lo general, por interés.

¿Cómo me has descubierto, vieja bruja? Pensaba que había conseguido sellar mi esencia a la perfección para que brujas listas con olfato como tú no fueran capaces de rastrearme.

Me has hablado en la Antigua Lengua, ceporro −una risa cantarina emergió de la garganta de Ma’at. Hizo un gesto con la mano y deshizo la ilusión que ocultaba su verdadera apariencia y se dejó mostrar, alta, espigada, morena, solemne. Varg entornó los ojos−. Me alegra ver que usas mis inventos, pero quizá deberías asegurarte de saber emplearlos bien. Ese amuleto de comunicación que llevas se adapta a la lengua que mejor conoce el interlocutor. Como no he tenido suficiente tiempo para aprender el fiska común y este es un lugar recóndito, asumí que aquí solo se hablan lenguas estrictamente locales. De momento ningún fiska ha sospechado en exceso de mí, así que el engaño funciona. Pero habré de aprender su lengua en algún momento, desde luego… Pero dejemos de hablar de mí. Hablemos de ti. ¿Qué haces aquí?

La misma pregunta te podría hacer, mi astuta amiga. Pero por no alargarme en exceso¸ escuché en Aricia que se estaba organizando una gran expedición al lejano norte, para vengar el descalabro que había sufrido el Imperio, y supe que no tendría mejor oportunidad para viajar hasta este lejano confín. Quiero ser el primero en descubrir sus muchos misterios. Me colé como polizón en uno de los barcos del cónsul Serenus. Vaya hombre −Varg no pudo evitar soltar un bufido−, nunca había visto una virilidad tan desbordante. Puede pasarse semanas enteras follando sin parar durante horas. Sin embargo, que es un prodigio en lo que a comandar se refiere. Un carisma y un magnetismo personal irresistible. La elfa nigromante que le acompañaba me resultaba más interesante, debo confesar. Le vi leyendo con interés un pergamino que había redactado hace cuatro siglos… me gustaría saber donde lo consiguió. Ni que decir tiene que está obsoleto. Ya lo descubrirá a su debido tiempo. O no. Desde luego, yo no se lo pienso decir −Varg sonrió como el viejo zorro que era−. Pensé en visitar Fiskeyja antes, cuando los barcos lorelanos la pusieron en el mapa décadas atrás, pero estaba ocupado con los hallazgos de las viejas ruinas de los Comedores de Cristal. Tendríamos que haberlas explorado juntos en lugar de sellarlas, como te ofrecí en su día. Los conocimientos que poseían los Comedores de Cristal exceden muchas cosas que creemos conocer. Enterrar todo ese conocimiento a idea… es un crimen, un crimen.

Ma’at le negó con la cabeza. Su opinión no había cambiado en absoluto desde entonces.

Te lo dije en su día y te lo vuelvo a repetir: hay puertas que están mejor cerradas. Los Comedores tenían la mala costumbre de convertirse en liches en lugar de aceptar la muerte. También eran propensos a momificar a sus más fieles servidores para que les acompañasen en su largo letargo. Me alegra que tengas a los Ninaz y a mí en tal alta estima, pero la exploración de esas ruinas podría haber terminado en un clamoroso desastre. Y ni qué decir tiene que es mejor que Kellek siga viendo a los Comedores únicamente en las historias para aterrorizar a los niños. Si siervos del Kaos consiguieran tener acceso a sus magias… ¿quién sabe que podrían hacer?

¿Es por eso que te has unido al séquito del procónsul? −Varg enarcó una ceja− ¿Para tener más recursos a disposición de tus investigaciones?

No, eso va al margen. Un juramento, es una larga historia. De momento continuaré a su lado. Ahora estoy reorganizando a los Ninaz. Tuvieron un desempeño pobre en su última misión.

La mirada que le dirigió Ma’at a su interlocutor dejaba claro que no iba a dar más explicaciones. Varg decidió pasar del tema sin apenas mostrar interés, pero la hechicera sabía que en el fondo estaba profundamente intrigado.

Es una verdadera lástima. Iba a proponeros que me acompañaseis en la exploración de esta isla. Sin duda, Fiskeyja puede constituir un objeto de investigación muy interesante durante algunas décadas.

Una oferta muy tentadora… en otras circunstancias. Temo que debo de rechazarte.

Ah, que mujer más caprichosa sois −Varg suspiró−. También es cierto que estás a cargo de los Ninaz, tu libertad no se puede comparar a la mía…

Siguieron hablando durante algunas horas, poniéndose al día. Mago y hechicera llevaban décadas sin verse, había mucho que contar. Pero pronto llegó la noche, y con ella, la despedida. Y, pragmáticos, procedieron a cerrar la conversación, manifestando sus intenciones.

Ha sido un verdadero placer volver a verte, Varg. En algunos aspectos, eres el único hombre que conozco capaz de complacerme −la hechicera le miró con intensidad y puso su mano izquierda sugerentemente sobre su pecho−. Pero no creo que mis encantos sean capaces de retenerte aquí. Imagino que tienes en la cabeza otros planes.

Decís bien, querida mía −Varg tomó la mano que Ma’at había apoyado en su torso y la besó con suavidad. Después, la liberó−. Permaneceré unos pocos días más por estos parajes. Quizá coincidamos de nuevo. Estas tierras van a estar muy ajetreadas estos últimos días, y más después de la gran batalla que ha tenido lugar –algo de sorpresa debió dejar de traslucir Ma’at a través de sus ojos ambarinos. Esta vez, era a Varg a quién le tocaba reír− ¿No lo sabíais? El procónsul Porsenna ha conseguido una gran victoria en las colinas de Ingridsdottir. Ese hombre al que sigues parece un portento, la reencarnación del mismo Mars el Fundador. En circunstancias normales, deberían haberle masacrado. Ahora las dos legiones están reunidas. Lorelan permanecerá tiempo en la isla, parece. Hace unas semanas no habría apostado por lo mismo… Estos días quizá se consiga negociar una paz que sacuda el panorama político de esta isla. Tengo curiosidad por ver qué pasa.

No te veía tan interesado por los sucesos políticos que te rodean. Eres una caja de sorpresas, Varg.

Me hieres, mi vieja y querida amiga. A diferencia del resto de descendientes de los Ancestros, yo sí que me tomo muy en serio las responsabilidades que Cyndaral depositó sobre nuestros hombros. Debo de asegurarme de que se escribe una historia correcta para que las nuevas generaciones no comentan los errores de sus Ancestros. Tal vez os suene el nombre de un tal Eumenes…

Sí. Es el historiador del séquito del procónsul. Le encargaron escribir los sucesos que sucedieran en esta campaña, creo recordar.

Correcto −asintió Varg−. Él sabe quién soy, y se unió a la campaña siguiendo mis órdenes. Y en su debido momento, revisaré todo lo que escriba. Ahora, sabe cómo debe redactar todo lo que vea para complacerme… No pienses en hablarle para contactar conmigo, te resultará inútil. Si quiero verte, ya me presentaré a ti con discreción; o a alguno de los Ninaz.

Ya veo. ¿Qué tienes en mente, pues? Después de ver lo que pase en Rivendal, me refiero. No te quedarás quieto aquí, supongo.

Qué bien me conoces. Creo que visitaré el Skuggaskógur. Es un bosque al este de la isla en el que habita una tribu bastante oscura de la isla a los que muchos temen. Dice que sus druidas son capaces de contactar con los seres del Plano Espejado, el Helheim, que dicen los fiska. ¿Curioso, no te parece?

Ma’at se estremeció. Curioso no habría sido el adjetivo que hubiera elegido para describirlo, cuanto más lejos tuviera que estar de sus viejos camaradas, mejor, nada bueno podía salir de ahí. De todos modos, la curiosidad mórbida de Tenebrus era un caso perdido, era inútil disuadirle de que no fuera.

Eso me permitirá, además, visitar a la tribu de las montañas −seguía relatando Varg, ajeno a la reacción de su interlocutora−. Su jarl es un tal Jorund, si ha hecho la mitad de lo que se le atribuye, debe ser una especie de semidiós. Todos dicen que son el mayor poder militar de la isla. Sin embargo, estoy más interesado en ver su principal bastión, Bjornfestning, una obra que necesariamente hubieron de proyectar los lorelanos. La mayor fortaleza de la isla, una mole de piedra inexpugnable, que curiosamente, guarda el único paso seguro que hay a ambos lados del Kvölbergen. No sé en que momento les pareció a los lorelanos de aquí una buena idea entregar sus conocimientos sin haber sometido antes a estas gentes, igual pensaban que eran lo suficientemente insignificantes como para que no pudieran usar sus armas contra ellos. Vaya cretinos.

» Debo de confesar que la rebelión de hace cinco años está constituyendo un sujeto de investigación fascinante, mis compatriotas parecían decididos a ser expulsados de la isla. Espero que tu procónsul tenga más tino que los que le precedieron, pero debe de saber que sin ayuda local, está perdido. Como puede obtenerla en un lugar en el que casi todos le odian es ya algo que tendrá que descubrir él solo. En fin, no voy a enrollarme más, eres lo suficientemente educada como para no detenerme en mis divagaciones, aunque no te interesen en absoluto. Ha sido un placer verte de nuevo entera, Ma’at. Nos volveremos a ver, no te quepa duda. Hasta entonces, procura que no te maten.

Ya me resultaría molesto morir antes que un insufrible ilusionista de tres al cuarto de pelo azul. Cuídate, Varg −la hechicera le tendió la mano. A su manera, le apreciaba−. Y no te confíes, estos fiska son más capaces de lo que muchos creen…

Descuida, amiga −Varg tomó la mano que le tendían fuerte, con confianza−. No me apellido Calosio. Sabré apañármelas.