En el Tridente, la tierra de los Tully

El viaje había sido duro desde el Norte. Había dejado Invernalia hacía más de dos semanas y había dejado muy claro que rutas seguirían hasta Aguasdulces. Sería un viaje en el que no habría lugar para reuniones con banderizos ni festejos.

Lady Coraje había traspasado el Cuello muchos años después para encontrarse en la tierra donde había luchado de todas las maneras posibles. En el Norte se había sentido querida. Quizás aquella lucha que había mantenido tantos años atrás había conseguido que muchos de los hombres de aquella región la viesen como una mujer fuerte.

Ahora sin embargo dejaba atrás las tierras duras del Norte para llegar a los prados verdes del Tridente y a sus ríos, los Forcas en los que había crecido. Siguió el curso de ellos jornada tras jornada hasta que vio, por fin, Aguasdulces. Había abandonado su hogar después de la guerra, yéndose con Brandon, cumpliendo su promesa ante los dioses, pero cuando volvió a ver la fortaleza algo volvió a renacer en ella. Encontrarse allí le llenaba de alegría, aunque la situación de su padre empañase ese sentimiento.

El rastrillo estaba alzado cuando la mujer entró por él. Algunos curiosos se habían amontonado para ver llegar a la hija de Lord Hoster. Muchos no la conocían, pero otros tantos comenzaron a alzar la voz, llamándola por su nombre o por su apelativo. Lady Coraje volvía a su hogar, al Tridente, y se seguía cantando que, para los hombres del Tridente, la presencia de Lady Catelyn Tully siempre animaba los corazones (Y algún otro diría que también las mantas de éstos).

– ¡Abrid paso a la señora de Aguasdulces!- Lord Desmond Grell fue quien dio la bienvenida a la mujer, inclinándose ante ella. Junto a él estaba Desmond Chambers, ambos castellanos de aquella fortaleza. Catelyn aceptó aquellas reverencias, pero poco tardó en ceder un abrazo a ambos, aquellos que habían cuidado de ella hasta casi perder su vida actuando frente a los despreciables Frey. Pero apenas pudo contar algunas palabras entre ellos cuando otra figura se adelantó a darle la bienvenida.

– ¿Cuánto tiempo que no os veía, Petyr Baelish?- Catelyn aún recordaba como ese hombre había sido capaz de huir con su hermana hacia la corte del rey loco, como había debilitado la posición de su familia…y no estaba dispuesta a olvidarlo, no mientras pesase sobre ella la pérdida de su tío Hoster.- Hablaremos luego. Ahora quiero ver a mi padre. Llevadme ante el, por favor.- Dijo, volviéndose a ambos castellanos y dejando al hombre del Valle en casi la misma posición.

Conocía el camino pero se sentía protegida con la presencia de ambos hombres que la guiaron hasta la misma puerta de la habitación de su padre. Llamó, pero nadie respondió. El maestre llegaría en poco, pero ella entró y cerró la puerta tras de si. Caminó despacio hacia la cama donde se encontraba Hoster Tully, descansando. Las penurias de la guerra siempre habían estado detrás de él. Había recorrido casi todo Poniente en busca de recobrar el honor perdido y ahora el destino se lo devolvía así.

La congoja se apoderó de ella cuando se sentó en una silla, a su lado, tomando su mano. El hombre no hizo ademán de abrir los ojos y parecía dormir, descansar…y en ese momento Catelyn sintió que algo malo se acercaba para ella.