En tiempo de guerra

El gigantesco salón de audiencias de la adusta fortaleza, que alguien en un arrebato de encendida imaginación había bautizado como Los Gemelos, se encontraba, como siempre, abarrotado. Se decía que el viejo Lord Walder quería mantener a su familia, como a sus enemigos, cerca, concretamente a tiro de virote. Pero que otra cosa podía hacer, si no alimentar a toda aquella caterva de inútiles, si los echaba de sus tierras probablemente se dedicasen a mendigar por los caminos, trayendo la desgracia al buen nombre de la Casa Frey.

Desde su puesto lateral en la mesa principal, presidida por el gran asiento de roble negro en el que se sentaba el eterno patriarca, Lothar el Cojo observaba, con sus ojos diminutos pero afilados, el desarrollo del banquete, dando instrucciones ocasionales a la servidumbre. La cerveza se había aguado tanto que sería un milagro si alguién conseguía emborracharse y el pan contenía sin lugar a dudas más aire que harina de centeno. Calculó de memoria que podrían quedar todavía unas cuarenta fanegas en las despensas, más que suficiente hasta la siguiente cosecha, si conseguían mantenerlas alejadas de la puta humedad.

En la otra mesa, la de los bastardos y terceros y cuartos hijos, Walder el Negro, parecía más ocupado en proporcionarle atenciones a la joven que había hecho sentar en sus rodillas que a la escudilla de gachas rancias y restos de la comida de la semana anterior. ¿Cómo culparlo?, la joven Elia, ¿o era Alya?, todavía no había parido y tenía unos pies hermosos, pequeños y turgentes, y posiblemente incluso conservase todavía algún diente de leche.

Clink, clink, clink, clink, clink, clink.

El viejo Lord Walder se había puesto en pie y aporreaba el cristal de su copa con una cuchara, en una costumbre que Lothar consideraba particularmente irritante.

'- Querida familia… maldito atajo de sanguijuelas …os he reunido hoy aquí para conocer vuestro parecer tras las preocupantes noticias que nos llegan del oeste de los Ríos…, me importa una higa lo que penséis …que hablan de una agresión viciosa e injustificado a nuestro Lord Protector, al que los Siete guíen… ojalá te mueras viejo bastardo hijodeputa …por tropas desconocidas… hehehe … una agresión que nuestro Lord Protector, no dejará sin responder… si ni siquiera consigue mear de pie, el viejo choto …y ante la que nuestra casa debe actuar de manera firme y cohesionada, como siempre lo ha hecho… como me salga a mi del nabo

Tibios aplausos, alguna petición de bis.

- Espero que no llamen a las levas, si no llegaremos otra vez de últimos, la breve risa bobalicona del Pequeño Walder, resonó en el silencio del salón ante la ocurrencia susurrada de su primo el Gran Walder.

¡Viva el vino!
¡Viva el vino!

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Habían llamado a los defensores a negociar bajo la paz de los Siete enarbolando la bandera arcoiris y una pequeña delegación con el viejo Lord Lefford al frente cruzó la barbacana que protegía el puente de acceso al Colmillo para encontrarse con los atacantes, encabezados por Lord Vance y Lord Ryman Frey, quién saludó efusivamente a Leo Lefford, ofreciéndole continuar las negociaciones en la tienda de mando.

- Adelante, milord, hemos preparado un pequeño refrigerio, afirmó cortés el eterno heredero de Los Gemelos, por favor, servíos.

Efectivamente una mesa con alimentos simples había sido servida con generosidad por los escuderos que hacían las veces de mayordomos. Lord Leo tragó saliva y negó con la cabeza, si bien él no había llegado a sufrir la carencia de alimentos, la mesa del señor siempre estaba bien servida, sabía que si tocaba alguno solo de aquellos alimentos habría perdido a su guarnición para siempre.

- Nos habéis llamado a parlamentar, replicó intentando parecer calmado , decid vuestros términos.

Lord Ryman se sentó a la mesa, siendo imitado por Lord Vance y el resto de los comandantes de los sitiadores, invitando con un gesto a Lord Lefford que seguía en pie frente a ellos.

- Vuestra hija Leonella os envía saludos, Walder el Negro se había acercado para deslizar aquellas palabras en los oidos de Leo Lefford, que sintió como le flaqueaban las piernas y acabó por tomar asiento.

- Supongo que ya habéis recibido las noticias de Roca Casterly, retomó la conversación Lord Ryman, mientras desgajaba un grasiento muslo de pollo para llevarselo a la boca , por lo visto no han ofrecido demasiada resistencia…

- Lo que tal vez no sabéis es que las tropas de los Rios están volviendo por el paso del Colmillo, señaló hacia un punto indeterminado en el exterior de la tienda, 20.000 hombres que estarán aquí en tres, tal vez cuatro días, más que suficientes para asaltar este castillo y reducirlo a escombros.

- Esto os ofrezco, rendición incondicional ahora y respetaremos todas las vidas, hizo un gesto encogiéndose de hombros, o no podré garantizar vuestra seguridad ni la de vuestra familia.

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Ser Edmure parecía cansado, la herida de su costado no terminaba de curar y hacía semanas que no dormía como era debido, incluso en campaña las cartas llegaban constantemente. Caballeros de los ríos hablando de la defensa de las tierras, sus sobrinos sobre el viaje y los grandes planes de campaña. Lord Stannis y Lord Renly a la vez mendigando apoyos y ofreciendo ayuda.

Era demasiado. El campamento de los recién llegados decia claramente que no iban a estar allí mucho tiempo, apenas un puñado de carpas para protegerse de la posible lluvia. Al día siguiente marcharia, pasara lo que pasara.

Lord Vance y Ser Stevron Frey discutían sobre la marcha del asedio cuando Edmure entró en el pabellón. —¿Y bien?— pronunció el heredero de Aguasdulces.

Ambos señores trataron de hablar el uno sobre el otro justificándose de porqué el Colmillo Dorado seguía en pie.

¡No!— sentencio Edmure —¡Vosotros no, tú, Walder! Eres al que llaman el noegro, ¿no? ¿Nieto de Lord Frey?

Bisnieto, mi señor— dijo mientras se levantaba pausadamente —Ser Stevron aquí es mi abuelo, mi padre es Ryman.— Walder el Negro suspiró al pronunciar el nombre y todos en el pabellón trataron e disimular sus risas, Ryman Frey era una leyenda en los ríos, pero no para bien.

¿Entonces eres tú a quién se debe que el Colmillo Dorado siga resistiendo?

No, por mucho tiempo, mi señor, esta misma noche se rendirán.

Espero que sea así, mis hombres están cansados y no quiero tener que malgastar más vidas.


El resto de la velada prosiguió entre acuerdos y firmas. El asedio era de los Frey, y el premio también. Las arcas del Colmillo sería para Los Gemelos, pero si la guerra llevaba daños a Descanso del Caminante serían estas arcas las que pagaran la reparación. Lord Leo Lefford será prisionero de Lord Vance, su hija Alysanne será doncella en Aguasdulces y se le buscará un esposo entre los ribereños una vez terminada la guerra —los ojos de todos los señores de los ríos se iluminaron, Alysanne era la heredera de Lord Lefford, y el Colmillo era un premio muy jugoso— las armas, armaduras y caballos nutrirán mi ejército.

¿Todos de acuerdo?— Los ríos afirmaron con vehemencia las palabras de serEdmure

¿Y si no se rinden?— preguntó Lord Vance

Entonces tendremos más a repartir.

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