Durante meses Euron había jugado la partida de su padre y hermanos, había dejado pasar el mayor premio que jamás obtendría por un combate y las recompensas habían sido nulas, palabras vacías. Había llegado de cobrarse lo pactado.
Los mensajeros alcanzaron la gran nave del señor del Rejo. Paxter Redwyne era un joven muy capaz y conocedor de la reputación de Euron, las respuestas ante el parlamento fueron nulas, confiaría en las promesas de ayuda que había recibido.
En un primer momento las galeras del Rejo se defendieron con uñas y dientes, no era fácil quebrar las líneas de defensa de la gran flota de la isla pero poco a poco la abrumadora superioridad numérica y la mayor movilidad fueron dando ventaja a los Greyjoy en los asaltos de cubierta. Poco más hubiese necesitado Euron Greyjoy por conseguir su propósito, pero cuando más de una decena de las galeras enemigas ya habían caído y ondeaban el calamar en sus mástiles, en el horizonte se vislumbró la esperanza por la que Lord Paxter había rezado aquellos últimos días.
Las cincuenta galeras de los Hightower se unieron, comandadas por Ser Baelor a la menguada flota del Rejo. En número Euron seguía teniendo una amplia ventaja pero aquella batalla se había desarrollado ligeramente lejos de lo planeado, aquello era algo que no iba a permitir. Euron decidía cuando pelear, no sus rivales. La Vigilante de los Susurros quebró varios barcoluengos en su avance para rodear las naves isleñas, más la retirada ya se estaba efectuando.
Una treintena de embarcaciones cubrían ahora el fondo marino, grandes embarcaciones se habían hundido hoy, a cambio de un amplio precio en sangre que gustósamente habría doblado el Greyjoy por no tener que retirarse del combate. Vive hoy para verlos morir a todos mañana, pensaba una y otra vez mientras cada vez más sus naves cogían ventaja a los perseguidores.
Cuando la noche calló y ante la visión de una larga travesía, donde la baja moral y los recuerdos de la derrota acabarían con aquella débil unión, Euron dio la orden de preparar un nuevo ataque. Esta vez les ampararía la noche, despejada y de buena luna, perfecta para navegar, el fuego de los barcos harían el resto cuando la batalla fuera inminente. Su plan consistía en aprovechar su mayor debilidad, rodeados serían muy fácil de aplastar, pero si las enormes galeras del enemigo no lograban salir a tiempo del puerto tendrían una oportunidad. El joven dio la orden, los Botley y los Drumm, los saqueadores de mayor renombre en su flota, fueron los primeros en lanzarse a la batalla. A fuego y garfio se resolvería la batalla.