La audiencia de Aguasdulces

El viaje a Aguasdulces había sido intenso. Atrás quedaban Valleoscuro y la defensa de los Feudos, pero no podía postergar más el encuentro con los ribereños. El papel de las casas nobles del Tridente sería fundamental en el devenir del conflicto, más aún cuando los Lannister parecían haber elegido al aspirante Aegon II… Y alguien tendría que detenerles para dar tiempo a las tropas del Norte a llegar. Siempre y cuando los Stark se adhirieran a su juramento.

Daemon había decidido tomar la iniciativa y marchar en primera persona a Aguasdulces. Hasta ese momento, habían sido Rhaenyra, Rhaenys, Corlys y Jacaerys quienes habían adoptado un papel diplomático, cediéndole el mando bélico. Hasta ese momento.

El viaje a Aguasdulces había transcurrido tranquilo… pese al encuentro con un dragón. ¿Cuál de sus sobrinos había huido con viento fresco al verlo? Podría haberlo seguido… pero su prioridad estaba en el corazón del Tridente.

Aterrizó frente a la entrada principal de Aguasdulces, y tras desmontar desde Caraxes, caminó con pasos firmes hacia el puente levadizo. No lo detuvieron, pues ya debían esperarlo. El maestre del Valleoscuro había avisado de su intención de tener una audiencia con el Señor Supremo del Tridente: el viejo Grover Tully. O alguno de sus hijos, nietos o biznietos si que que había muerto.

Cuando alcanzó el patio de armas de la fortaleza, un guardia acudió a su encuentro. — Ser Elmo Tully os espera, alteza — le dijo, mientras Daemon arrugaba el ceño. El nieto de Lord Grover en persona… ¿Se habría muerto ya el viejo? Encogiéndose de hombros, Daemon acompañó al guardia a la estancia donde lo aguardaban. — Ser Elmo, agradezco que hayáis encontrado un hueco para recibirme —.

Hacia dos días que los vigías oteaban el esteen busca de una nueva silueta que rompiese el azul del cielo. No se hizo esperar mucho aquel día, apenas era media mañana cuando el dragón Caraxes apareció en el horizonte. Elmo se encontraba por pura casualidad en las almenas, paseando por el adarve mientras hablaba con ser Floyd “el fino”. Era el más avispado de sus amigos, y el que menos escrúpulos tenía, y siempre le ayudaba a aclarar ciertas ideas que le preocupaban.

¡Ser Elmo!- gritó uno de sus arqueros, corriendo sobre los adoquines como si un ejercito enemigo le persiguiese. – Ha llegado, el dragón, el principe Daemon está aquí - dijo visiblemente agotado por el sobreesfuerzo.

Tráemea carta Floyd, haz el favor- le pidió el heredero de Aguasdulces a su amigo. -y llama a todos, os quiero en el salón- Daemon Targaryen era conocido por tener pocos escrúpulos y tener un carácter complicado. Hasta saber cuales eran sus intenciones, más valía que el número de hombres fuese suficiente para quitarle las ganas de cualquier estupidez.

El regente de Aguasdulces se encontró en el salón con sus hombres más cercanos, amigos y espadas juradas a partes iguales. Se había criado junto a ellos. Un siervo avisó de que el príncipe, o rey, según para quien, ya estaba entrando al castillo –Traed pan, queso y vino para el invitado y para mí- ordenó al muchacho que tras una rápida reverencia desapareció por un acceso para el servicio.

Elmo Tully esperó a Daemon esos minutos que parecieron eternos y cuando llegó se puso en pié. –Bienvenido a Aguasdulces Daemon Targaryen - le dijo al verlo atravesar las puertas. El siervo en ese momento apareció de nuevo, con la bandeja con la comida y el vino en las manos.

Sonrió al escuchar sus palabras, pues hacía tiempo que esperaba al jinete de Caraxes – ¿Cómo no? Comed y bebed algo conmigo, después podremos hablar libremente- le respondió ser Elmo, acercándose a coger una rebanada de pan y una de las dos copas de vino recien llenadas, dando un mordisco al pan y bebiendo un sorbo de vino. Dejo el resto en la bandeja y volvió para coger el pequeño pergamino que le tendía ser Floyd Cox.

Esperó a que el valyrios probase la comida y la bebida y le tendió la misiva de Rhaenys - ¿Me podríais explicar por qué solicitáis que mis vasallos os juren lealtad cuando ya os había invitado a venir a mí casa? - preguntó directo el de Aguasdulces.

— Ay, las leyes de la hospitalidad — pensó Daemon, mientras miraba a los allí presentes uno a uno. Casi parecía que fueran ellos quienes necesitasen más verse protegidos por la tradición que él mismo, y que aquella invitación era por ellos y no por su invitado. Curioso. Era cierto que Caraxes bien podría reducir esa fortaleza a cenizas si lo consideraba en peligro. Pero realmente era probable que ni tan siquiera necesitase a su dragón. Sentía el peso de Hermana Oscura en su costado izquierdo. Su empuñadura casi podía llamarle. Daemon Targaryen estaba seguro de que podría matar a todos los allí presentes antes siquiera de que llegasen los guardias.

Pero estaba entre amigos. ¿Verdad? Con una amplia sonrisa en sus labios, tomó la copa de vino que se le ofrecía y brindó al aire en dirección a todos los allí presentes que parecían guardar a Ser Elmo. — Esperaba una audiencia más… privada — repuso, en tono ácido, antes de tomar uno de los tentempiés y comer un pequeño mordisco.

Entre tanto, el regente de Aguasdulces acudió a él y le colocó una misiva entre sus manos, que al parecer había enviado la princesa Rhaenys. No tardó en leerla, pues lo hizo en diagonal. En realidad le importaba muy poco lo que pusiera en esa carta que parecía haber molestado al señor de Aguasdulces. — Lo que haya escrito Rhaenys Targaryen compete a Rhaenys Targaryen, no a mí ni mucho menos a la reina Rhaenyra. Es Lord Corlys Velaryon quien actúa como Mano de la Reina, deberíais tenerlo claro a la hora de rendir cuentas — repuso, en tono desinteresado antes de devolverle la carta — pero si lo que me preguntáis es mi opinión, se trata de una antigua aspirante al Trono dirigiéndose a Lord Blackwood, quien hace casi treinta años defendió sus derechos dinásticos por encima de los de mi hermano. Una carta a un antiguo aliado en la que deja bien claro que la casa Velaryon y ella misma respetan la voluntad del Rey Viserys y honrarán y defenderán el derecho a la sucesión de su primogénita, tal como se juró hace casi veinticinco años — añadió, antes de encogerse de hombros.

Fue entonces cuando miró uno a uno a los allí presentes. — No sois tan jóvenes como para haber olvidado el juramento pronunciado por la casa Tully — continuó antes de fijar sus iris violeta nuevamente en Ser Elmo — sin embargo, no ha sido la princesa Rhaenys quien ha acudido a ratificar la lealtad de los Ríos, sino que soy yo quien se encuentra en Aguasdulces, y me reúno con vos en calidad de Rey Consorte para conocer de primera mano las necesidades de los Ríos y su predisposición ante el conflicto que Lord Otto Hightower ha iniciado no sólo al desoír la voluntad de mi hermano, sino también al falsificar su testamento —.

El juramento, el antiguo juramento de hacía veinticinco años. “Rumores de bastardos, desplantes, hermanos” había sucedido tanto desde entonces pensó Elmo Tully – mi predisposición ante el conflicto es ninguna. No quiero la guerra ni la ansío, alteza – respondió Elmo – mas si debo luchar será por una buena razón. No he olvidado mi juramento ni el de mi familia, es mi deber cumplir con el deseo y la voluntad del rey Viserys I, cosa que pienso hacer pues así lo juramos. – miró a sus hombres e hizo un gesto con la cabeza para que se fueran. No había pasado por alto el comentario anterior. Sus caballeros asintieron y poco a poco fueron abandonando el salón de audiencias de Aguasdulces.

¿Mejor? Ahora decidme, ¿tenéis pruebas de que el testamento es falso? ¿O alguna razón para creer que vuestra es la verdad y no es de Otto Hightower? – preguntó cruzando las manos a su espalda - No conozco a Otto Hightower demasiado, solo habladurías y rumores sobre su ansia de poder, pero vos tampoco os quedáis corto en cuanto a rumores a vuestra espalda y si los ríos deben sangrar y mi tierra debe sufrir, me gustaría al menos estar seguro de que lucho por la justicia y no la avaricia de otros – dijo mirando al rey consorte.

Nadie quería la guerra. Rhaenyra estaba haciendo lo imposible por mantener la paz, y al parecer, sólo Aegon el patán estaba dispuesto a mancharse las manos de sangre. Bueno, y Aemond el deshonrado. Era difícil ganarse una reputación más infame que la del Príncipe Canalla, pero su sobrino el tuerto estaba haciendo méritos. Y no iba a negar que eso le causaba cierto orgullo. El cómo alguien lo tenía de modelo de conducta.

— La reina está haciendo todo lo que está en su mano por preservar la paz que heredó de su padre — le dijo, en tono visiblemente decepcionado — creedme cuando os digo que si fuera por mí, la sangre de los traidores ya hubiera anegado los fértiles campos del Dominio, pero Rhaenyra cree que se puede evitar el conflicto si consigue aunar la lealtad los Grandes Lores — añadió, mientras los caballeros de los Tully abandonaban el salón. Al parecer, bajo las leyes de la hospitalidad, el pelirrojo se sentía más seguro. — Pero no nos engañemos, esa es una labor utópica y tarde o temprano los aceros se desenvainarán, pero nosotros seremos quienes nos defendamos. De hecho, en estos momentos, puede que el ejército de mi sobrino se dirija a Valleoscuro — concluyó, antes de quedarse a solas con el regente del Tridente.

Con curiosidad, lo miró fijamente. Le agradaba aquel hombre, pues no se andaba por las ramas. Según había entrado, le había reprochado aquella carta. Y tras recibir una respuesta que probablemente no hubiera satisfecho sus expectativas, había obviado las delicadezas para ir al grano. Y ante la pregunta de Ser Elmo, Daemon no pudo evitar sonreír. — Podría hablaros de Lord Otto y nos daría la hora del lobo — repuso, en un encogimiento de hombros — pero no tendríais por qué creerme pese a que compartí largos años en su compañía como para saber la clase de persona que es — continuó, antes de beber un nuevo trago del vino que le habían ofrecido. — Sin embargo, no tenéis que confiar en mí, sino a lo que vuestros ojos pueden ver y comprobar — expuso, fijando sus iris en los suyos

— Lord Lyman Beesbury, Consejero de la Moneda de mi abuelo y de mi hermano, salvo por un pequeño periodo de tiempo en el que yo ostenté ese cargo, se encuentra en una celda negra por dudar de la veracidad del testamento que presentó Lord Otto. Si mi hermano hubiera querido cambiar su testamento en su lecho de muerte, hubiera llamado a su Consejo al completo, no sólo a su Mano. En los últimos años los asuntos importantes del Consejo Privado se trataban en sus aposentos. No hubiera sido diferente — le dijo con la naturalidad de aquel que no tiene nada que ocultar — a mayores, Ser Steffon Darklyn, uno de sus Capas Blancas, huyó con su corona para que Rhaenyra fuera coronada. Si la sucesión había sido alterada, mi hermano hubiera dejado atados los preparativos. Y en lugar de eso, mi sobrino “el patán”, el mayor de ellos, ya que el tuerto también ha hecho méritos últimamente como para ganarse ese apelativo, fue coronado sin siquiera darle la oportunidad al pueblo de velar a su rey. Por no hablar de la espada Fuegoscuro, que también ha desaparecido. No creo que a alguien tan despierto como vos os parezcan normales todos estos acontecimientos — concluyó, guardando silencio unos instantes.

— Y sí, muchos rumores me preceden, pero hay una cosa que es innegable. Mi hermano hizo jurar a sus vasallos que honrarían y defenderían el derecho a la sucesión de su primogénita por temor a que fuera yo quien me alzase en armas en su contra aprovechándome de mi condición de varón. Y sin embargo, lo único cierto es que yo estoy defendiendo sus deseos mientras el hombre en quien confió deshace su legado —.

No dudo de vuestra ferocidad, pero me alegra saber que aún hay alguien a parte de mi que está tratando de evitar el conflicto- respondió refiriéndose a Rhaenyra y escuchando pensativo al hermano de Viserys. -¿Es cierto que Vhagar se comió a un caballero en el Valleoscuro?- preguntó ya que había salido el tema en cuestión. Elmo no era dado a creer con facilidad las habladurías sino se las confirmaban varias personas diferentes.

Al oír mencionar a Lord Beesbury y Steffon Darklyn el caballero de Aguasdulces miró al rubio platino y resopló - entonces supongo que no mentís. Según opinaba mi padre Steffon Darklyn era un hombre honesto. Eso quiere decir que Aegon no es el legítimo rey de los Siete Reinos - de repente sintió un gran peso en sus hombros y volvió hasta el trono de los ríos para sentarse.

¿Sabéis que mi hijo mayor va a casarse con Lady Tyshara Lannister? - le dijo ofreciéndole asiento al recién llegado, y que por lo visto era el legítimo rey de Poniente, aunque fuera por matrimonio. -No combatiré a la casa Lannister si ellos no me atacan, bajo ningún concepto, lo mandéis vos, la reina o los Siete juntos. Que eso quede claro desde ya. Y os agradecería que hicieseis cuanto estuviese en vuestra mano por evitar que decidan tomar partido por Aegon, quizás una visita a la Roca os ayude en eso- y eso era todo lo que podia pedir. Le ataba un juramento, y como buen Tully se debía a su familia, su deber y su honor, en ese orden.

Supongo que muchos de los míos os apoyarán, casi tantos como apoyos tendrá Aegon. Las lealtades están reñidas en los ríos, pero vuestro mayor escollo es mi abuelo- por los dioses, que vergüenza sentía en ese momento - es un viejo senil en cama, apenas ya percibe el mundo, pero apoya a vuestro sobrino. No creo que muchos de los ribereños decidan seguir a Aegon por su opinión, pero es una posibilidad - le explicó más por obligación que por querer desvelarlo.

— No se lo comió, lo quemó vivo — repuso, en tono impersonal. Robert Darklyn había muerto, y había hecho más por la causa de Rhaenyra al ser asesinado que venciendo a Aemond. Sí, era cierto que lo había vencido en un duelo y había evitado la rendición de Valleoscuro, pero al caballero le habían sobrado escrúpulos y no había matado al tuerto, desaprovechando una oportunidad única. Si no iba a matar a su sobrino, que hubiera sido asesinado a sangre fría era útil. — Dicen que mi sobrino al verse vencido hizo un gesto a su dragona pese a que Ser Robert le había perdonado la vida — añadió, sin que le temblara la voz. No era una mentira en sí misma, pues le habían contado diferentes versiones, pero no podía estar seguro de que aquella no fuera realmente la verdad.

Tras relatar los hechos, Daemon lo miró con curiosidad mientras agitaba su copa, buscando en la mirada del Tully la claudicación a la verdad. — Familia, deber, honor — pensó mientras se preguntaba cómo estaría desarrollándose aquella batalla interior. — Si lo deseáis, escribid a Rocadragón y el propio Ser Steffon os lo confirmará. Para que no creáis que me confabulo con él, sed vos quien de su puño y letra ponga en el papel las palabras, y yo me limitaré a sellar la misiva para que el maestre Gerardys le dé la importancia que amerita — añadió, encogiéndose de hombros. Aquella conversación comenzaba a aburrirle. No había acudido a convencer a nadie, sino a reunir un ejército.

Pero al menos la conversación se había vuelto interesante. Sí, Daemon había escuchado habladurías al respecto, y por supuesto tenía intención de preguntarle al Tully a la cara acerca de aquel compromiso. Sin embargo, este se había adelantado, quizás para evitar verse encerrado en una jaula de la que no pudiera escapar. Sin perderlo de vista, el Rey Consorte se sentó, adoptando una postura desenfadada. — Algo he escuchado — repuso, mientras permanecía inexpresivo — si lo hubierais consultado con la Corona, os podríamos haber insistido en lo poco afortunado del enlace, ya que la casa Lannister ha sido partícipe en la conspiración que ha llevado a Aegon al trono, mediante Lord Tyland Lannister, entiendo que con el beneplácito de su gemelo — expuso, mientras agitaba la copa — pero si el compromiso ya ha sido formalizado, y pese a que entiendo que las nupcias no se celebrarán hasta que la situación sea más… tranquila como para aconsejar un evento de esas características, quizás debáis ser vos quien medie para que el león de occidente vuelva al redil. Si hubiera un acercamiento por su parte, una visita a la Roca podría estar sobre la mesa— continuó, antes de dejar la copa sobre la mesa y mirarlo fijamente. — Pero no os equivoquéis, Ser Elmo. Mi esposa ha querido contactar con vos, así como lo ha hecho con las casas Baratheon, Arryn y Stark, porque no habéis tenido nada que ver en la traición que ha perpetrado Lord Otto — le dijo, con absoluta calma — haced que vuestra futura familia política se arrepienta de sus actos, jure lealtad a la legítima reina, y Rhaenyra mostrará clemencia. Pero no esperéis que vaya a Roca Casterly cuando los nobles que sí han jurado lealtad a mi esposa se ven amenazados por los ejércitos de Criston Cole — añadió, antes de exhalar un suspiro — agotad la vía diplomática si así lo deseáis. Convenced a vuestro cuñado de que apoya al aspirante equivocado. Sin embargo, si las huestes de Occidente atraviesan el Tridente para atacarme a mí o cualquiera de los leales a la causa de mi esposa, y vos no hacéis nada para detenerlos, no podré consideraros como aliado, con las implicaciones que eso conlleva —.

Aclarado aquello, en lo que en opinión de Daemon eran condiciones claras, honestas y justas, un nuevo problema fue puesto sobre la mesa: Lord Grover Tully. Una almohada en el rostro del abuelo hubiera bastado para resolver el problema. Una muestra de piedad en realidad. Sin embargo, había quienes carecían del arrojo para hacer lo necesario. Por un instante estuvo a punto de plantear la posibilidad, pero aquello hubiera molestado al ribereño. Para los de Aguasdulces la familia era muy importante. — ¿En Aguasdulces os obedecen a vos o la voz de vuestro abuelo aún es escuchada? — preguntó, con cierto interés — porque habéis sido vos quien se ha presentado como Regente de los Ríos, ha hablado en su nombre y ha mantenido esta audiencia conmigo sin la necesidad de que Lord Tully estuviera presente — añadió, exteriorizando que aquel quizás no fuera un problema. — Si vuestro abuelo está senil, estoy seguro de que vuestro maestre podrá atestiguar que no se encuentra en uso de sus facultades como para regir los designios de los Ríos, menos aún en los tiempos que nos ocupan — propuso, como si aquello fuera lo más evidente del mundo. De hecho, Elmo incluso podría conseguir un maestre que lo hiciera por convicción, sin necesidad de sobornarlo. — Vuestros vasallos lo aceptarán. Y si no, siempre tenéis la posibilidad de recluirlo en sus aposentos basándoos en su enfermedad de forma que su voz no sea escuchada en la fortaleza — continuó, encogiéndose de hombros — todo por el bien del Tridente, por supuesto. Cuando Rhaenyra se siente en el Trono de Hierro, podrá volver a dar paseos por el castillo o lo que quiera que hagan los viejos —.

No me comentó nada cuando vino a visitarme. Supongo que ese fue el motivo, vuestro sobrino y los presentes sabrán que sucedió. No me incumbe a mí juzgarlo por ello - y hasta ahí pensaba hablar del asunto. Si por actos deshonrosos de oídas debía juzgar a la gente, Daemon Targaryen debía ir directo a una mazmorra bien angosta y oscura, y ahí estaba, libre y contento.

El de Aguasdulces se dirigió a la pequeña mesa que usaba el maestre en las audiencias y sacó un pergamino, pluma y un pequeño bote de tinta. Relleno la carta para Steffon Darklyn y se apartó -ahí tenéis lacre, sellad la carta y mi maestre la enviará hoy mismo- respondió a su oferta dejando que el rey consorte la sellase para enviarla a Rocadragon. Si el mensaje que volvía era el adecuado, el camino de Aguasdulces estaría sellado.

A Elmo le hubiese gustado que lo referente a los Lannister fuera de otro modo pero no podía negar la evidencia. Tyland Lannister había estado en Desembarco del Rey, y aunque Jason no supiese nada tampoco se había pronunciado al respecto. -Lo que os pido es que no presupongais nada, si así lo deseáis hablaré con él e intentaré ver qué sucede. Hasta donde se, no es un ferviente seguidor de la causa de Aegon, bastante tiene con los malditos hijos del hierro. De todos modos, os informaré en que sepa algo- respondió Elmo dándose cuenta de que poco más iban a hablar ellos dos, eran demasiado distintos. -Ningún ejército va a cruzar mi tierra sin mi bendición, no sinque lo combata. Si Rhaenyra es la legítima reina de Poniente, yo soy su fiel vasallo, y no haré acción u omisión de mis deberes, podéis estar tranquilo- aclaró esperando que con eso el hermano del difunto Viserys se quedase tranquilo.

-Mi abuelo se encuentra en cama hace tiempo, no es ya apto para el mando, eso lo saben todos los señores de los ríos. Dicho lo cual no quita para que este asunto de la sucesión lleve tiempo cocinándose, ¿no?- su abuelo había hablado claro siempre, hasta que había podido. -Pero no todos los viejos son tan viejos ni están tan enfermos, alteza. Muchos recuerdan las palabras de mi abuelo pese a que sea yo quien gobierna los ríos ahora. Estaba tratando de solucionar el asunto cuando apareció la carta de la esposa de Lord Corlys, la Mano de vuestra esposa, y asumo que vuestra como rey. Si os digo todo esto es para que no volváis a actuar a mis espaldas con mi gente. Yo se cuando decir las cosas y como decirlas. Si os inmiscuís sin tener en cuenta todo, probablemente no seáis de ayuda. Hacedme ese favor, ¿no os pido tanto no?- el tono había dejado de ser tan amable. Nadie iba a decirle cuando podía o no podía salir Lord Grover de sus aposentos.

El Tully era demasiado honrado. Y aunque aquello era bueno para sus intereses, también notaba la forma en la que lo miraba, preguntándose qué había de cierto en la infame leyenda de Daemon Targaryen. Era evidente que su palabra no valía demasiado para Ser Elmo. Y pese a que a otros quizás aquello les hubiese molestado, a él le importaba una mierda. No necesitaba la aprobación de nadie. Si no confiaba en lo que había relatado, podría acudir a la fuente. Y el Consorte no pensaba poner ninguna pega. Con un gesto dramático, colocó su anillo sobre la cera caliente, sin inmutarse, y así pasó unos segundos antes de separar su mano.

Las cosas parecían esclarecerse lo suficiente como para que Daemon se sintiera cómodo. Todo estaba yendo bien, y pese a lo que Ser Elmo pudiera pensar, si sus actos se correspondían con sus palabras, Rhaenyra tendría mucho ganado. Las levas de los Ríos sangrarían por su causa. No añadió nada, sino que se limitó a asentir en un gesto que no sólo evidenciaba su aceptación, sino también el respeto que sentía por las vehementes palabras del caballero.

Pero había otro asunto espinoso que debían tratar y al que era imposible que llegasen a entendimiento alguno. Y Daemon sabía cuándo una causa estaba perdida. Y pese a que en no pocas ocasiones había defendido aquellas causas, luchando por ellas hasta la extenuación, en ese momento ni lo valoró. Que Ser Elmo lidiase con su abuelo. Además, con un poco de suerte, el Desconocido haría su trabajo y empedraría su camino al trono; quizás incluso le pusiera una vela. — Entiendo vuestro punto de vista, de ahora en adelante, los asuntos de los Ríos serán tratados primero con vos — aceptó de buen grado, pues también le quitaba trabajo — y sólo si nos lo solicitáis, mediaremos para asegurar vuestra posición o la de la Reina en las tierras del Señor Supremo del Tridente — ofreció, en lo que parecía un puente a tender entre ambos. No sólo porque el tono de voz de Ser Elmo denotaba que aquel asunto era importante para él, sino también porque Daemon sabía que el Regente de los Ríos necesitaría una pequeña victoria para dar por bueno cualquier acuerdo. Y esa en concreto al Rey Consorte no le importaba regalársela.

Elmo asintió cuando el consorte aceptó sus condiciones. Ellos hablarían con él primero, con nadie más. Eso le ayudaría a que los suyos lo respetasen, o eso creía. -Gracias alteza, así será todo más fácil- dijo el Tully mirando al Targaryen. Nunca lo había tratado tanto rato, y ahora que lo había hecho, estaba seguro que de niño lo habían aleccionado poco.

Entonces, ¿me encomendais hablar en vuestro nombre con Lord Lannister?- preguntó para dejar el asunto cerrado, con eso quedaba poco más por hablar. Un cuervo iba a decidir el futuro de Aguasdulces.

Daemon alzó las cejas, fingiéndose sorprendido por la pregunta. — Sólo yo hablo en mi nombre — respondió con tono áspero. — En este momento, nada tengo yo que hablar con Lord Lannister, pero si vos deseáis hacer honor a vuestro lema en cuanto a aquello de la “familia” y hacéis ver al futuro suegro de vuestro hijo que nada gana apoyando a mi sobrino y que le conviene jurar lealtad a la reina Rhaenyra, yo os garantizo que nada malo les sucederá — añadió, en lo que era mucho más de lo que los leones merecían.

Hablaré con el y le expondré la carta de ser Steffon, cuando llegue- respondió algo molesto por el tono. ¿Y este hombre quería su apoyo? Era difícil molestar a Elmo Tully pero Daemon parecía querer lograrlo a cada palabra. -Mientras tanto alteza, creo que ya hemos hablado cuanto teníamos que hablar. Hablaré con Lord Lannister y la corona hablará conmigo cuando quiera algo de los ríos- dijo zanjando la audiencia.

Tenéis aposentos preparados para el tiempo que gusteis- ofreció ser Elmo pensando que el hombre quizás quería descansar del viaje.

— No abusaré de vuestra hospitalidad, Ser Elmo, mañana partiré de regreso al Valleoscuro — repuso, antes de levantarse — espero sepáis valorar mi visita cuando las noticias de lo que sucede en los Feudos lleguen al Tridente — añadió, antes de tenderle la mano. — Ha sido un gusto hablar con vos — terció con sinceridad, pues el encuentro había sido bastante directo — tan pronto os llegue la respuesta del Lord Comandante de la Guardia Real, no dudéis en escribirme. Estoy seguro de que tendremos más asuntos que tratar, como quizás, un puesto en el Consejo de la Reina —.

-* No me alejaría de mi tierra por un puesto en el consejo, pero gracias alteza*- respondió cuando ya parecía concluir la conversación. Sin embargo había algo que intrigaba al de Aguasdulces y que probablemente fuese el principal motivo que le costase partidarios a Rhaenyra. -Por cierto, hay una última duda que me atenaza…- dijo Elmo calculando la distancia entre ambos.

-¿Mienten los maestres sobre la descendencia de la reina?- preguntó.

Sintió la llamada de Hermana Oscura. El último que había puesto en tela de juicio el origen de sus hijastros había sido un Velaryon tres años antes; Vaemond. La Serpiente Marina había enfermado a causa de unas fiebres, y los verdes habían maniobrado para arrebatarle sus derechos sucesorios a Lucerys. Él mismo lo había decapitado y Syrax se había comido los restos. Días después, los hermanos menores del difunto habían acudido a exigir justicia al Trono de Hierro, y el Rey Viserys ordenó que les cortasen la lengua por las calumnias que habían pronunciado.

Mientras su gélida mirada se fijaba en Ser Elmo, una torva sonrisa curvó sus labios. — Hace una década, mi hermano estableció que la lengua de aquellos que mintieran acerca de la legitimidad de sus nietos sería arrancada — recordó, en tono tranquilo. — Debe ser una casualidad que sólo tras su muerte las voces de los Maestres de Antigua se hayan alzado para cuestionar su linaje, como curioso es que bajo los mismos argumentos, no hayan dudado de la legitimidad de la abuela de los muchachos — añadió, en un encogimiento de hombros. — Si no sois capaz de ver la podrida mano de Lord Otto haciendo bailar a sus marionetas es que sois más inocente de lo que cabría desear. De verdad os deseo que abráis los ojos antes de que sea demasiado tarde para vos — añadió antes de alejarse. Si se quedaba más tiempo y el ribereño se atrevía a pronunciar algo más al respecto, realmente corría el riesgo de pasarse por la piedra las leyes de la hospitalidad.

Elmo vio que aquello había quebrado el temple del valyrio, no se le escapó el insignificante cambio en su pose, tensando su cuerpo. Ni como su mano había variado su posición, como queriendo desenvainar su espada, pero consiguió mantenerse sereno. Era buena señal que un rey supiese contenerse, al menos eso creía.

No creo que estéis errado alteza, ni creo que sea casualidad, pero debía saber vuestra opinión sobre el comunicado de la ciudadela. Quería conocer vuestra opinión ya que no os había oído emitir respuesta desde Rocadragón – dijo viendo cómo se alejaba hacía la puerta. Lo había molestado sobremanera, no había duda, pero mejor Daemon que él. – No dudo de que Lord Otto sea capaz, por lo que se sabe de él es un hombre infame. - dijo antes de que el rey consorte saliese.

Disculpad si os ha molestado pero sabed que mi lealtad implica sinceridad absoluta alteza. No os molestaré más. Descansad y si gustáis en conocer a mi esposa y mis hijos acudid a la cena de esta noche. Os aseguro que nuestro cocinero es excelente- le invitó antes de sentarse en su asiento para dejar que se fuera. Era más que suficiente por un día.

Poco después de que Daemon deje Aguasdulces, un cuervo llega desde Rocadragón.

Entendemos que el mensaje es el siguiente:

A la atención de Ser Elmo Tully,

No os quepa la menor duda de que el testamento que Lord Otto Hightower leyó e hizo pasar por las últimas voluntades del difunto Rey Viserys I, los Siete velen por su alma, es falso.

Estoy convencido de ello y esa es el motivo por el que abandoné Desembarco del Rey para proteger a la legítima reina y única heredera de su Majestad: Rhaenyra Targaryen.

Cualquier guardia real leal a su juramento y que hubiera pasado tiempo con su Majestad sabía que el Rey no mutó un ápice en su determinación de ver a su hija sentada en el Trono de Hierro.

A la luz de los Siete,

Ser Steffon Darklyn, Lord Comandante de la Guardia Real.

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