— No se lo comió, lo quemó vivo — repuso, en tono impersonal. Robert Darklyn había muerto, y había hecho más por la causa de Rhaenyra al ser asesinado que venciendo a Aemond. Sí, era cierto que lo había vencido en un duelo y había evitado la rendición de Valleoscuro, pero al caballero le habían sobrado escrúpulos y no había matado al tuerto, desaprovechando una oportunidad única. Si no iba a matar a su sobrino, que hubiera sido asesinado a sangre fría era útil. — Dicen que mi sobrino al verse vencido hizo un gesto a su dragona pese a que Ser Robert le había perdonado la vida — añadió, sin que le temblara la voz. No era una mentira en sí misma, pues le habían contado diferentes versiones, pero no podía estar seguro de que aquella no fuera realmente la verdad.
Tras relatar los hechos, Daemon lo miró con curiosidad mientras agitaba su copa, buscando en la mirada del Tully la claudicación a la verdad. — Familia, deber, honor — pensó mientras se preguntaba cómo estaría desarrollándose aquella batalla interior. — Si lo deseáis, escribid a Rocadragón y el propio Ser Steffon os lo confirmará. Para que no creáis que me confabulo con él, sed vos quien de su puño y letra ponga en el papel las palabras, y yo me limitaré a sellar la misiva para que el maestre Gerardys le dé la importancia que amerita — añadió, encogiéndose de hombros. Aquella conversación comenzaba a aburrirle. No había acudido a convencer a nadie, sino a reunir un ejército.
Pero al menos la conversación se había vuelto interesante. Sí, Daemon había escuchado habladurías al respecto, y por supuesto tenía intención de preguntarle al Tully a la cara acerca de aquel compromiso. Sin embargo, este se había adelantado, quizás para evitar verse encerrado en una jaula de la que no pudiera escapar. Sin perderlo de vista, el Rey Consorte se sentó, adoptando una postura desenfadada. — Algo he escuchado — repuso, mientras permanecía inexpresivo — si lo hubierais consultado con la Corona, os podríamos haber insistido en lo poco afortunado del enlace, ya que la casa Lannister ha sido partícipe en la conspiración que ha llevado a Aegon al trono, mediante Lord Tyland Lannister, entiendo que con el beneplácito de su gemelo — expuso, mientras agitaba la copa — pero si el compromiso ya ha sido formalizado, y pese a que entiendo que las nupcias no se celebrarán hasta que la situación sea más… tranquila como para aconsejar un evento de esas características, quizás debáis ser vos quien medie para que el león de occidente vuelva al redil. Si hubiera un acercamiento por su parte, una visita a la Roca podría estar sobre la mesa— continuó, antes de dejar la copa sobre la mesa y mirarlo fijamente. — Pero no os equivoquéis, Ser Elmo. Mi esposa ha querido contactar con vos, así como lo ha hecho con las casas Baratheon, Arryn y Stark, porque no habéis tenido nada que ver en la traición que ha perpetrado Lord Otto — le dijo, con absoluta calma — haced que vuestra futura familia política se arrepienta de sus actos, jure lealtad a la legítima reina, y Rhaenyra mostrará clemencia. Pero no esperéis que vaya a Roca Casterly cuando los nobles que sí han jurado lealtad a mi esposa se ven amenazados por los ejércitos de Criston Cole — añadió, antes de exhalar un suspiro — agotad la vía diplomática si así lo deseáis. Convenced a vuestro cuñado de que apoya al aspirante equivocado. Sin embargo, si las huestes de Occidente atraviesan el Tridente para atacarme a mí o cualquiera de los leales a la causa de mi esposa, y vos no hacéis nada para detenerlos, no podré consideraros como aliado, con las implicaciones que eso conlleva —.
Aclarado aquello, en lo que en opinión de Daemon eran condiciones claras, honestas y justas, un nuevo problema fue puesto sobre la mesa: Lord Grover Tully. Una almohada en el rostro del abuelo hubiera bastado para resolver el problema. Una muestra de piedad en realidad. Sin embargo, había quienes carecían del arrojo para hacer lo necesario. Por un instante estuvo a punto de plantear la posibilidad, pero aquello hubiera molestado al ribereño. Para los de Aguasdulces la familia era muy importante. — ¿En Aguasdulces os obedecen a vos o la voz de vuestro abuelo aún es escuchada? — preguntó, con cierto interés — porque habéis sido vos quien se ha presentado como Regente de los Ríos, ha hablado en su nombre y ha mantenido esta audiencia conmigo sin la necesidad de que Lord Tully estuviera presente — añadió, exteriorizando que aquel quizás no fuera un problema. — Si vuestro abuelo está senil, estoy seguro de que vuestro maestre podrá atestiguar que no se encuentra en uso de sus facultades como para regir los designios de los Ríos, menos aún en los tiempos que nos ocupan — propuso, como si aquello fuera lo más evidente del mundo. De hecho, Elmo incluso podría conseguir un maestre que lo hiciera por convicción, sin necesidad de sobornarlo. — Vuestros vasallos lo aceptarán. Y si no, siempre tenéis la posibilidad de recluirlo en sus aposentos basándoos en su enfermedad de forma que su voz no sea escuchada en la fortaleza — continuó, encogiéndose de hombros — todo por el bien del Tridente, por supuesto. Cuando Rhaenyra se siente en el Trono de Hierro, podrá volver a dar paseos por el castillo o lo que quiera que hagan los viejos —.