La carrera de caballos

El torneo e Harrenhall se recordará no solo por sus magníficas justas, donde participaron más caballeros juntos que en toda la historia, sino por permitir a los invitados participar en un sin fin de pruebas diferentes que servían para poner a prueba la destreza y habilidades de los hombres de Poniente. ¿Pero solo los hombres?

Cuando la tarde despuntaba se anunció el comienzo de las carreras de caballos, un único evento en el que competirían aquellos que más amaban a sus corceles, los que tenían mejor relación con ellos y sabían exprimirlo al máximo. O simplemente participaban jovenes caballeros, generalmente hacendados menores que requerían algún pequeño ingreso para mantener su nivel de vida, que no permitía arriesgar lo que tenían en un torneo de justas, donde podrían perder sus posesiones más valiosas.

Fueron anunciándose los competidores, provenientes de múltiples rincones de poniente distintos. Ser Leo Tyrell, representante de la rama cadete de la flor de Altojardín, que junto a Alys Beesbury formaban parte de la comitiva que marchaba tras Ser Baelor Hightower. Laswell Peake de Picaestrella, antaño una gran casa de Poniente que no pasaba por sus mejores momentos. Raymon Osgrey y Ser Reynard Webber, vasallos de Sotodeor. Balon Swann, un joven que no había recibido el permiso de su padre para participar en las justas; Themore Lannister, parte de la rama cadete Lannister de Lannisport; y ser Egbert Flint del norte.

Por último, pero no menos importante, los 3 últimos participantes que consiguieron desviar la atención de todos los anteriores. Jonquil y Senelle, las jovencísimas hijas de Ser Florian Wells, un caballero dorniense que había hecho fortuna con la crianza de caballos en Dorne, más un cmoerciante que un guerrero; y Lyanna Stark, la preciosa hija de Lord Stark. No hubo competición más allá de estas 3 últimas, sus corceles y su manera de conducirlos estaba muy por encima del resto, su peso más ligero sin duda ayudaba a tal objetivo. Sobre todas ellas destacaba la belleza norteña, joven pero toda una mujer en cuerpo y actitud sobre el corcel. De baja estatura y escaso pecho la parte que más destacaba de la norteña era su tren inferior, unas caderas abundantes que conformaban un conjunto devastador junto a dos nalgas respingonas, sin olvida unos muslos redondeados pero firmes y de potente musculatura, el ejercicio y la práctica a caballo eran palpables en la forma de aquellos muslos que jamás llegaban a tocarse.

Poco pudieron hacer los competidores más que observar el espectáculo que les ofrecían aquel cuerpo en su dominio de la equitación. El estruendo fue ensordecedor, si bien la Princesa Elia era la princesa del Reino, aquella noche Lyanna sería la princesa en muchos de los corazones presentes.

El transcurso del día había sido impresionante pero llegada la tarde y cuando se anunció la inminente llegada de la Carrera de Caballos Lyanna se excusó con su padre y sus hermanos y se marchó, casi desvaneciéndose hacia las caballerizas donde descansaba su maravilloso corcel Loba, una impresionante yegua que había sido criada de manos de Lyanna y que montaba horas cada día siendo prácticamente uno cuando cabalgaban.

Cuando se plantaron en la línea de salida se sentía abrumada, aquellos hombres de allí querrían pasarla por encima, aunque sintió un leve alivio al ver que dos jóvenes dornienses la acompañaban. “Se tú misma Lyanna, eres la mejor jinete del Norte, vencerás sin problema.” Le había dicho su hermano antes de marchar, “Ojala estuviera aqui…”

Cuando la salida se dió los jinetes comenzaron a picar espuelas, la carrera no era demasiado larga, cosa que en principio iba en su contra, pero pronto se comenzó a ver como los demás se iban quedando atrás y aunque las dornienses por su peso la seguían a la zaga no eran competidoras para ella, “Lyanna es como un centauro” había oído escuchar a Lady Barbrey, “La mitad de un caballo en sí misma” había dejado escapar Lord Bolton en algún momento.

Y todo era cierto porque cuando llegó a la línea de meta se sentía como si Loba y ella fuesen una, y la alegría fue extrema cuando entre el público pudo ver a su padre henchido de orgullo, a sus hermanos aplaudiendo a rabiar, y cerca a su prometido Robert Baratheon a quién le daba la primera lección de que no era una dama cualquiera…