La familia permanece unida

Jacaerys había aterrizado en el Nido de Águilas con el sol en su cénit. Y pese a que hubiese querido reunirse de inmediato con la Señora del Valle, el servicio del Nido de Águilas le había indicado que ya habían preparado sus aposentos y que tras un largo viaje era conveniente que se tomase un pequeño descanso.

Tras una hora, aseado y preparado, indicó al ayuda de cámara que ya estaba listo, y este, tras hacer llegar su mensaje, acudió con la respuesta que esperaba. Lady Jeyne lo recibiría antes de la comida, para que pudieran hablar con calma en una dependencia privada antes de la hora de la comida que tendría lugar en el gran salón del Nido por la llegada del príncipe.

Y allí fue el muchacho, fingiendo una seguridad de la que aún carecía. De poco tiempo había dispuesto el Velaryon para habituarse al título de príncipe de Rocadragón. Sólo unos días después de la coronación de su madre, Jacaerys había viajado al Valle en misión diplomática como heredero del Trono de Hierro.

Inspirando profundamente, entró en la sala donde la máxima autoridad del Valle lo esperaba. No había sido el peor lugar por el que empezar. La misma sangre corría por sus venas, y presumiblemente, sellar aquel acuerdo sería el más fácil de todos los que estaban por llegar. Pero uno no podía pedir a alguien que pusiera su posición en peligro a cambio de nada. Ni tan siquiera la sangre era suficiente en aquellos casos. Porque Lady Jeyne corría un gran riesgo. El precedente del Gran Consejo indicaba que muchos se sentían más cómodos con un soberano varón. Y la Señora del Valle debía saberlo mejor que nadie. Por eso debían cambiar la historia, aún a costa del peligro al que se exponían.

Tras los recibimientos y preguntas protocolarias acerca del viaje de uno y del estado de la otra, Jace tomó la palabra.

— Lady Jeyne, agradezco vuestra hospitalidad, sin embargo, no es esta una visita de cortesía que desde luego os debía. Como ya sabréis, la situación en Desembarco del Rey es crítica. Lord Otto se ha hecho con el poder valiéndose de mi tío Aegon en un claro atentado contra la voluntad de mi abuelo. No os aburriré con las muestras del Rey Viserys en cuanto a quién debía sucederle en el Trono de Hierro, pues eso es de sobra conocido. Hace unos días mi madre fue coronada en Rocadragón, resuelta a hacer valer lo que mi abuelo había dispuesto en vida — expuso, antes de mirarla a los ojos — y ella hubiese querido viajar a veros en primer lugar, mas aún se está recuperando, por lo que me ha enviado a mí, como su heredero, a buscar vuestro apoyo —.

Tras hacer una pequeña pausa, Jace respiró profundamente. No había ensayado aquel discurso, sino que había dejado que la verdad se abriera paso. — No sólo porque seáis familia, sino porque sois una mujer que ha gobernado durante años y sois un ejemplo en el que debe basar su gobierno. Por eso os ofrece un puesto en su Consejo Privado, a su lado, de forma que podáis asesorarla como Consejera de Edictos — propuso, pero no dejó tiempo a que esta respondiera. — Pero la relación que busca mi madre con vos no es unidireccional, sino que también me ha enviado a escuchar cuáles son las necesidades del Valle de forma que durante su reinado, esta pueda contribuir a darles solución —.

Lady Jeyne Arryn había estado desde las primeras luces del alba recibiendo a sus señores vasallos, a todos aquellos que ya habían atravesado las Puertas de la Luna y habían llegado hasta el Nido de Águilas, por lo que cuando aquel dragón apareció en el cielo se produjo un gran revuelo… aquel momento no era el más adecuado para que un Targaryen apareciera, o quizá si, sus vasallos quizá podrían entender el verdadero problema que se cernía sobre el Valle si no hacían algo al respecto. Así que tras aquel acontecimiento la Guardiana del Valle se dirigió a su mayordomo para que organizase el encuentro - Preparad mi vestido de terciopelo azul y que mis doncellas estén listas para asearme. Llevad nuestro mejor vino a la Sala Baja y encended la chimenea, dirigid a nuestro invitado a sus aposentos y acompañadlo a mi presencia cuando lo disponga. -

Le costó una eternidad el poder llegar a sus aposentos en la Torre de la Luna, donde mientras sus doncellas la acicalaban iba ensayando el discurso que debía dar ante sus señores vasallos, le preocupaba que no todos apoyaran sus palabras y sus actos, realmente se sentía incómoda poniéndolos en esa encrucijada, pero era la Señora del Valle y era el momento de demostrarlo, pero antes un Príncipe la esperaba y lo que sacara de aquella reunión sin duda era una carnada más que suculenta a la que sus vasallos podrían hincar el diente para pescarlos.

Para cuando hubo terminado y llego a la Sala Baja esta ya había sido caldeada y un buen vino aguardaba en su copa, un tinto dorniense que dejaba un dulce aroma y suave sabor en boca, y no hubo de esperar mucho antes de que un joven casi imberbe atravesara el umbral, sinceramente la primera impresión fue la de que ese chico estaba más verde que el más tierno de los veranos pero sabía por experiencia propia que uno no debía juzgar en base a las primeras impresiones y tras dedicarle un señorial recibimiento comenzó ofreciéndole una copa de vino y preocupándose de que todo a su llegada hubiese sido de su agrado para posteriormente ver como el chico pasaba directamente al grano.

Mientras hablaba no podía dejar de pensar que ella también había pasado por aquella época, por la de la inexperiencia y la prematura exposición que si bien directa no siempre era bien recibida por los señores a los que en mayor medida les gustaba que les dorasen la píldora y más cuando lo que venían era a pedir que pusieran sus vidas en juego. Pero dejó que el chico hablara hasta que sintiese que había terminado, que cogiera confianza, debía sentir aquel lugar confortable.

Puso su suave mano encima de la del joven para que notase que sus palabras fuesen sinceras - Ante todo espero que la Reina Rhaenyra se se encuentre bien, lamento muchísimo que haya tenido que pasar por éste trauma que ninguna mujer debería vivir, pero los Siete están de su lado y cuenta con mi mano amiga, ocurra lo que tenga que ocurrir en el futuro. - tras lo que pasó a la parte gruesa del acuerdo que buscaba el joven Jacaerys - Sois directo, joven Príncipe, como consejo os diría que no os apresuréis en desvelar las cartas que podáis tener antes de que vuestro interlocutor quiera verlas siquiera. El Rey Viserys fue un referente para mí, y siempre he intentado compartir su idea de mantener la paz en el Valle, tal y como él lo hizo en los Siete Reinos y por ello sois un invitado de honor en mi corte. - Bebió un trago de vino antes de continuar - Desde luego os puedo garantizar que mi gobierno no ha sido sencillo, los hombres nacéis con la idea preconcebida de que las mujeres sólo existimos para procrear y serviros… y me temo que aunque muchos con el tiempo podéis llegar a ver que una mujer puede llegar a ser tan buena gobernanta como el mejor de los bravos, nobles y sabios hombres otros no sólo se niegan a entenderlo, sino que nos obligar a mostrar nuestro lado más duro y lo pagan con mucho pesar, si queréis comprobarlo podéis pasar a visitar las Celdas del Cielo, donde residen ciertos Arryn que no han sido capaces de ver a una mujer en el trono. -

-Por mi parte es un honor que hayáis pensado en el Valle para ser los primeros que apoyemos a la Reina, y os puedo asegurar que tanto yo como muchos señores fuimos testigos del testamento del Rey Viserys y que lo que se ha acontecido en Desembarco del Rey en una vil calumnia y una traición… - pero dejó escapar un suspiro, pues el peso de un Reino de Poniente caía sobre sus hombros - mas soy la soberana del Valle, y aunque mi vasallos me siguen he gobernado durante más de treinta años bajo el consenso de mis señores y haciendo que el destino del Valle sea el destino de todos ellos y no sólo el mío, por ello mis hombres no morirán bajo el estandarte de ningún dragón si no es la voluntad de los propios señores del Valle que así sea. - notó una cierta decepción en los ojos del joven que tan seguro de sí mismo estaba y de que sus palabras podrían decantar rápidamente la decisión de la Arryn. - Acepto con humildad el puesto de Consejera de Edictos y en ayudar con la experiencia que pueda tener en ayudar a Rhaenyra en todo lo que necesite y contáis con mi apoyo, no os preocupéis, pero estoy segura de que mis vasallos querrán protección, mis caballeros son los mejores de los Siete Reinos, pero los cielos del Valle no están seguros ante los dragones de Desembarco o de Rocadragón, si vemos nuestros cielos comprometidos necesitamos que los dragones de nuestra Reina nos protejan. -

Tras un tiempo para que el joven lo analizará continuó con sus peticiones - Además, son 35 días de mi nombre los que dejo a mis espaldas y veo peligrar los años de paz en el Valle si no dejó un vástago que marche con el peso del Nido bajo sus hombres, y por lo cual busco desposarme, creo que una alianza matrimonial nos daría una posición de poder y prestigio, tanto a los Arryn como a los Targaryen. - las peticiones no habían terminado, pues si ponían en riesgo de muerte a sus sirvientes era mucho lo que la Corona debía darles a cambio pero tampoco podía acaparar la conversación.

Jace no la interrumpió. No sólo como muestra de respeto, sino porque sabía que podía aprender mucho de aquella mujer. Algún día, él mismo se sentaría en el Trono de Hierro, tal y como su abuelo había vaticinado, y debía aprender tanto como pudiera de aquellos más sabios y experimentados, sin dejarse llevar por la idealización. Y aquello último era más complicado.

Ligeramente ruborizado, desvió la mirada cuando la dama destacó que su forma de dirigir aquella negociación había sido directa. Y pese a que esa había sido su intención, pues había imaginado que su prima agradecería que no le hiciera perder el tiempo ni jugase con ella bajo artimañas y subterfugios, guardó buen recuerdo del consejo, pues no todos los nobles con los que trataría se comportarían igual. — Agradezco vuestro consejo — replicó, sin buscar justificarse.

Como tampoco intentó justificarse ni asegurar que él no era como el resto de hombres. Simplemente tragó saliva ante la escasamente velada mención al primo de la dama, Ser Arnold, que se hallaba preso en aquellas celdas que invitaban a saltar al vacío para acabar con la agonía.

Cuando la señora continuó hablando, Jace respiró aliviado. Su prima recordaba la voluntad de Viserys I, pero aquello, pese a que facilitaba las cosas, no era suficiente. ¿Correría el riesgo Lady Arryn de poner en peligro su propia posición para defender la causa de Rhaenyra? Parecía que sí, pero era evidente que no lo haría a cualquier precio, sino que intentaría convencer a sus vasallos primero.

No la interrumpió, pues parecía que la dama había hecho una pausa deliberada para darle tiempo a entender la situación, antes de proseguir con sus demandas. Y no se equivocó el muchacho, pues pronto Lady Arryn continuó hablando. Y en su inocencia, si tras las palabras de Lady Jeyne había algo más, al muchacho ni tan siquiera se le pasó por la cabeza pensarlo.

Sin dejarse nada por el camino, el muchacho recapituló acerca de lo que había podido leer entre las líneas del discurso de su prima. — Si lo estimáis conveniente, podría hablar ante vuestros vasallos para apoyaros en vuestra explicación, como príncipe de Rocadragón — propuso, fingiéndose más determinado de lo que realmente estaba. — Y en cuanto a los dragones, mientras de entre Syrax, Meleys y Caraxes, dos de ellos se encuentren en Rocadragón, Lord Otto tendrá mucho cuidado en enviar a Vhagar o Sunfyre lejos, por el riesgo de ver atacada Desembarco del Rey por nuestra superioridad. Pero en cualquier caso, trasladaré vuestras preocupaciones a la Reina, quien no os dejará a vuestra suerte —.

— En cuanto al último asunto que habéis comentado… — terció, alzando ligeramente las cejas, el muchacho adoptó una actitud pensativa — en cuanto a unir nuevamente nuestras casas, lo único que puedo sugerir es que sea ese vástago quien enlace con la casa Targaryen — repuso, sin maldad alguna — si se trata de un niña, llegado el momento podrá desposar a mi hermano, el príncipe Viserys, y si se trata de un varón, dado que tanto mi hermano Lucerys como yo estamos prometidos, podría ser prometido a la primera de las niñas que nazca de cualquiera de las dos uniones — propuso, instantes antes de que sus labios se fruncieran en una fina línea al recordar a su hermana Visenya. Ella podría haber sido la prometida de un hipotético varón si tan solo hubiera nacido.

El chico era mucho más despierto que otros a su edad, parece que los tutores de la Corte le habían instruido correctamente, y aunque le quedaba pulir era una joya en bruto, el reino tenía suerte de tener a buenos herederos que sucederán a los reyes actuales. Esquivaba los temas peliagudos y sacaba rápidas soluciones a los problemas que se le ponían en el camino, y aunque esta era una visita “amiga” sabía que en el futuro encontraría a otros con los que también sería capaz de enfrentarse dialécticamente. Pero en el momento había otros temas que atender.

-Me temo, mi Príncipe, que no puedo permitir vuestra presencia en la reunión con mis vasallos. El mero hecho de ver un partidario de la Reina Rhaenyra decantaría la balanza y no permitiría la libertad que llevo por bandera para tomar una decisión sobre el destino del Valle. Yo hablaré sobre la verdad, el honor y la justicia. Eso tenedlo claro. - pero tras la mirada de decepción de no poder formar parte de aquel momento Lady Arryn dio una salida al joven - Podéis sin embargo escuchar la reunión desde una sala contigua y yo personalmente os presentare a cada uno de mis vasallos para que podáis parlamentar personalmente con ellos si así lo estimáis cuando hayamos terminado. - una dulce sonrisa se dejó caer de su rosto.

El asunto de los dragones no la había convencido… había demasiadas leguas desde Rocadragón a cualquiera de los feudos del Valle. Y si los príncipes de Desembarco si estaban los suficientemente dementes como para dejar desamparado Desembarco? acaso Rhaenyra atacaría Desembarco con sus dragones incluso si en la Capital de los Siete Reinos estuviese desamparada de los contrarios? su gesto torcido denotó lo incómodo de la contestación, no era lo que esperaba, no tenía siquiera claro que esa contestación pudiese valer pero de su boca sólo salieron las siguientes palabras - Confío en que la Reina tendrá en buena cuenta la seguridad de los señores del Valle. -

En cuanto a la unión de ambas casas no añadió más que un brindis por ambas casas, a su edad no podía esperar que ninguno de los Targaryen se desposara con ella y si conseguía tener un vástago, la unión con la casa del dragón haría que el futuro de su casa estuviera bien afianzado.

Pero aún había más temas a tratar, sabía que era el momento para solicitar a la Reina apoyo a sus causas, pues lo que ella requería era que el Valle sangrara - Además de lo anterior, debo expresaros que hay una preocupación que durante mi vida me ha dejado sin dormir en multitud de ocasiones y es un mal que ha marcado mi vida y mi mandato. - con voz solemne, Jacaerys pudo notar como las palabras que salían de la boca de la señora del Valle venían desde lo más profundo de su maltrecho corazón - Seguro que antes de venir al Valle os habréis informado sobre todo lo referente al Valle, y como llegué a ser Guardiana de Oriente… no es algo que yo eligiera, se me impuso este trono al perder a mi padre y mis hermanos ante el gran mal que asolan las Montañas de la Luna, capaces de albergar las mayores de las bellezas también son el hogar de los Clanes de Salvajes que crecen como las malas hierbas y que por más que arrancamos nunca dejan de crecer. Os solicito mi señor, que una vez acabada la guerra y la Reina ocupe el Trono de Hierro de Desembarco del Rey, la Casa Targaryen acuda en ayuda de mis hombres para acabar con esta dichosa lacra. - los puños apretados de Lady Jeyne denotaban la impotencia que sentía al pedir esto, pues en las últimas décadas había sido incapaz de acabar con estos clanes a pesar de haberlo intentado con todas sus fuerzas, pues odiaba a los Clanes de las Montañas, probablemente eran los seres que más detestaba en todo Poniente.

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En sus ganas de ser útil el muchacho no midió las implicaciones de sus actos. Y pese a que las palabras de Lady Arryn fueron sumamente educadas, la decepción y preocupación por un atrevimiento no sopesado lo suficiente. Por fortuna, su prima no pareció tomarse a mal su ímpetu, sino que ofreció una alternativa para que el muchacho no sólo pudiera escuchar lo que se dijera en aquel Concilio, sino también pudiera conocer a los nobles del Valle. Y gracias al ofrecimiento, sabría quiénes habrían sido más o menos proclives a la causa de Rhaenyra. Sus iris brillaron de la ilusión, y hubo de hacer el muchacho un gran esfuerzo para mantener su rictus sereno y que una amplai sonrisa no curvase sus labios. — Sois muy considerada, os lo agradezco —.

Y así fue avanzando la conversación, buscando el muchacho resolver o al menos dar respuesta a las inquietudes de la dama. Algunas las había pensado antes o el propio Daemon le había indicado cómo debía responder, otras se le habían ocurrido a él. Pero lo importante era que el acuerdo parecía más cercano, que no habían alcanzado un obstáculo insalvable que truncara las negociaciones. Hasta el momento, las demandas de Lady Arryn habían sido razonables, hasta el punto que él mismo se había visto con la autoridad suficiente como para comprometerse a satisfacerlas.

Pero la Señora del Valle no se daba por satisfecha con poco. Y una vez iba tachando un objetivo de una lista imaginaria, acudía con el siguiente. Y en esa ocasión el asunto a tratar eran los Clanes de las Montañas de la Luna. Sí, Jacaerys había oído hablar de ellos. El Maestre Gerardys había sido un excelente tutor, y se había asegurado de que el muchacho conociera la problemática de cada uno de los Reinos sobre los que algún día regiría.

Jace escuchó la propuesta, y no pudo por menos que asentir al instante. — Yo mismo me comprometo a acudir personalmente junto a Vermax para ayudar a los valerosos hombres del Valle a poner fin al problema de una vez por todo — propuso, tratando de ocultar la ilusión que sentía. Sin embargo, no las tenía todas consigo. Mordiéndose el labio inferior, el muchacho dudó. Y a causa de esas tribulaciones, olvidó un asunto vital. La razón por la que Daemon le había sugerido que fuera él quien viajara al Valle. — Y si consideráis que mi dragón aún es pequeño y yo inexperto, estoy seguro que el Rey Consorte estará más que dispuesto a derramar la sangre de los Salvajes —.

La conversación estaba marchando muy bien hasta el punto en que escuchó como salía a la luz de que Daemon Targaryen volviese a pisar el Valle… el rictus de la Guardiana de Oriente cambión y mientras arqueaba una ceja y muy seria espetó al joven Príncipe - Daemon Targaryen no es bienvenido a estas tierras, quien marcha contra mis vasallos marcha contra la Defensora del Valle!! - sentenció apurando su copa, dando un fuerte golpe contra la mesa para apoyarla.

Notó como el Príncipe se hacía pequeño ante aquel acto iracundo, pero tras respirar profundo, dio una salida al muchacho pues no tenía que pasar por un mal trago generado por su pariente - Además, veo en vos un valor y un poder aún por demostrar, los juglares compondrán canciones a vuestras gestas creedme. - y le regaló una sonrisa coqueta.

La reunión estaba llegando a su fin, o al menos las negociaciones, tenía todo el tiempo del mundo para el joven, aunque bien parecía que él no estaba dispuesto a perder mucho más tiempo de lo indispensable en la compañía de Lady Jeyne si no era para seguir mejorando las condiciones de la guerra que se avecinaba en favor de su madre.

Pero dando un respingo y alzando su dedo al cielo recordó - Por cierto, en la reunión no encontraréis a Lord Triston Sunderland, su flota partió en la ayuda de la Casa Lannister después de que Lord Jason Lannister y él mismo pidiesen mi beneplácito para su partida en la lucha para frenar a los piratas Greyjoy. -

El rubor coloreó rápidamente las mejillas del muchacho. En su fuero interno, no pudo evitar maldecirse por su imprudencia. Aquellas palabras bien podrían haber tirado por tierra todos los avances logrados en aquella conversación. Se había confiado. Se había dejado llevar por la emoción de sentirse útil. Por fortuna, aquel error lo había cometido en presencia de su prima y no de otro noble más susceptible. Y pese a que la ira se desencadenó, pronto fue apaciguada. No replicó, ni intentó justificarse o pedir perdón, sabedor de que más valía echar arena sobre aquel desliz. Por lo que se limitó a asentir.

Todo parecía haber quedado acordado. Las demandas de Lady Arryn habían sido satisfechas, y ya sólo quedaba esperar a que los vasallos de la Guardiana de Oriente fuesen fieles al juramento pronunciado lustros antes. Aprovecharía para conocer el Nido de Águilas las horas de las que dispusiera antes del Concilio, y después, trataría de ayudar a Lady Jeyne en todo aquello que pudiera. Pero hasta entonces, más valía no seguir abusando de la compañía de su anfitriona, quien por seguro tendría que preparar el Consejo. Más aún habida cuenta de las negociaciones que se habían producido y que podrían servirle de ayuda para convencer a los más displicentes.

Y cuando la dama dio un respingo y el muchacho pensó que sería para excusarse, una nueva información fue pronunciada. Algo que no esperaba pero que arrojaba luz y hacía encajar las piezas finalmente. — El Kraken Rojo es un peligro para Poniente — replicó, con una amable sonrisa en sus labios. No dijo que mientras las costas del Dominio y Occidente fueran las afectadas por la ira de los isleños, no era su mayor preocupación. Pero debía obrar como el heredero del todo el Reino, no hablar como su padrastro.

Y tras ello, la charla se volvió más distendida y personal, como dos familiares que apenas se conocían, hasta que un mayordomo entró en la sala para recordarle a Lady Jeyne que ya debía prepararse para el Concilio. Y mientras la Guardiana de Oriente era dirigida al Salón de Audiencias, al muchacho le condujeron a una sala anexa.