La llegada y la partida

Los primeros caballeros atravesaron la imponente puerta oeste de Harrenhall estando el sol en su zenit. Ser Desmond Grell, el joven maestro de armas de Aguadulces, portaba la gran trucha de los Tully en gran estandarte, cabalgando a la izquierda de su señor y de todos los allí presentes. Lord Hoster Tully, Señor Supremo del Tridente, no portaba cara de Buenos amigos y el encuentro con la familia Whent fue fugaz y de justa cortesía. El centenar de Hombres que lo acompañaban se encaminaron con diligencia al lugar de honor que le habían asignado a Lord Tully y sus caballeros. Pronto se alzaba en un lugar prominente, cerca del campo de lizas, los blasones que mostraban, junto a la trucha, la doncella rosada de los Piper y el sauce enraizado de los Ryger, mostrando a todo el mundo la unión que existía entre las tres casas. Ese mismo día, al atardecer, aparecía el primer gran invitado del torneo, el Príncipe Rhaegar. Junto a él su esposa, la bella Elia Martell y sus damas, entre las que destacaba sin lugar a dudas la también hermosa Ashara Dayne, y Ser Lewyn Martell de la Guardia Real, tío de Elia. Aparecieron con una escasa comitiva informando de la llegada del rey a la mañana siguiente y ayudando a Lord Walter a dar las órdenes precisas con tal de preparar el castillo para la llegada del monarca, todo debía salir a la perfección. Mientras el Príncipe dividía su tiempo entre el castillo y la tienda de Lord Hoster Tully, sus acompañantes, Ser Myles Mooton y Ser Rechard Lonmouth preparaban las tiendas y las escasas pertenencias del príncipe para luego intercambiar cervezas y chanzas de otros torneos junto a los hombres de los Tully y los Whent.

El amanecer trajo más sorpresas de las que ya esperaban. Antes de la llegada del rey alcanzaron el castillo simultáneamente las comitivas de los Frey y los Caron, estos últimos con los sirvientes y caballeros de renombre de Bastión de Tormentas. Ambos reclamaban un lugar de honor. Ser Hosteen Frey llegó a enfrentarse a Lord Bryen Caron y solo la sangre fría de Ser Walder Ríos controlando al “Toro” pudo evitar que la confrontación llegase a lo físico. Mientras tanto la llegada del rey era inminente y el Septon Luceon Frey medió entre las comitivas, consiguiendo un lugar privilegiado para los Frey, junto a su señor y frente a las puertas del enorme patio interior de la fortaleza, lugar donde justarían los caballeros. La llegada del rey creó inmediatamente una atmósfera de tensión. El más de un millar de hombres se asentaron frente a las murallas de la fortaleza, sin entrar en el castillo, preparando todas las comodidades que precisaban el rey y su séquito. Fue Tywin Lannister, la Mano del Rey, el primero en penetrar en Harrenhall para encontrarse con el anfitrión y aceptar el pan y la sal en nombre de Aerys, al que excusó por su cansancio tras el viaje en una comitiva de tal calibre. El horror de Lord Walter ante la ausencia de su hermano Ser Oswell fue patente, ninguna excusa presentada por la Mano pudo aplacar el rechazo que produjo la noticia en el señor del castillo. Se sentía ultrajado e insultado, pero aquello jamás se atrevería a decirlo en voz alta, mucho menos en presencia del rey.

Cuando el día llegaba a su fin varios mensajeros alcanzaron el castillo, al día siguiente daría comienzo la verdadera fiesta, pues confirmaron su llegada las familias Lannister, Tyrell, Hightower y Martell.

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Lord Gerold Hightower recorrió los pasadizos del Castillo, tratando de encontrar cierta razón en el caótico diseño de la fortaleza. Harrenhal era demasiado grande, cualquier gran señor tendría problemas para mantenerla en buen estado, y los Whent parecían tener recursos incluso para pagar tamaño torneo.

El viejo caballero dio vueltas buena parte de la mañana, preguntando a todo aquel que se encontraba en su camino para ayudarle en su búsqueda y, finalmente, tras cruzarse con un paje con el blasón de la trucha en su tabardo logró su objetivo.

Lord Hoster— comenzó a hablar ante el señor de Aguasdulces —Su majestad requiere vuestra presencia en sus aposentos

Hoster había recibido la noticia del ataque a los hombres del Norte. Aquello le preocupaba. El Tridente siempre era una tierra difícil de controlar, y siempre había bandidos, pero atreverse a atacar a una comitiva como la de los Stark le parecía demasiado arriesgado, y más aún salir ilesos de tal ataque. Por eso había mantenido una reunión con los Whent, haciéndoles saber las necesidades inmediatas.

Tras aquello, Hoster tuvo el contacto con Gerold Hightower, un hombre con el que había compartido lucha años atrás. La petición por parte de Aerys Targaryen le hizo erizar el cabello de la nuca. Había tenido contacto con él, por supuesto para ello era su Rey, pero desde su niñez, en la Casa Tully, se había albergado cierto distanciamiento con los dragones, donde antaño fuesen sus mayores aliados.

Hoster Tully entró en los aposentos del Rey Targaryen y realizó la consecuente inclinación.- Mi Rey, bienvenido a la Tierra de los Ríos. La familia Whent, y todas aquellas que son vasallos de los Tully de Aguasdulces esperan que disfrutéis el torneo próximo. Me hicisteis llamar…

La mañana siguiente amaneció tranquila, los borrachos alcanzaban sus tiendas y los gallos cantaban mientras los más diestros y madrugadores practicaban bien temprano. Fue un espejismo pues bien pronto, cuando todos en el castillo despertaron, el ajetreo propio de un torneo de tal magnitud los envolvió a todos.

Durante el día fueron llegando grandes invitados. Gerion llegó desde Roca Casterly y junto a él un importante contingente de hombres de armas con los colores de la Casa Lannister, después del rey y su ejército, los hombres murciélago y Lord Hoster Tully con su centenar de seguidores, Gerion y su tropa eran los más numerosos. Pocas horas después llegaron tantos invitados como hasta el momento. Primero alcanzaron la explanada Lord Mace Tyrell con su venerada madre, un gran número de cortesanos/as y su joven hijo Wyllas Tyrell, al lado de estos caminaban los nobles venidos desde Antigua, con sus caros y extravagantes ropajes, Ser Baelor Hightower, heredero y primogénito del Faro de Antigua y su hermana pequeña, Denyse Hightower, recientemente florecida y de delicada y atractiva figura.

Inmediatamente después alcanzaron las lizas del torneo los viajeros de Dorne, los que hasta el momento habían hecho un mayor viaje. La llegada de Oberyn Martell alteró aún más a todos los presentes, las chanzas del príncipe animaron a los más plebeyos y crisparon los nervios de los nobles, Rhaegar escondía una tímida sonrisa al escuchar ofrecimientos sobre los placeres del Príncipe, a los que jamás podría acercarse su tímida hermana. Pero todo se calmó cuando un soldado de los Tyrell perdió la movilidad de su mandíbula tras increpar las palabras del Príncipe. Tuvo que intervenir el propio Rhaegar para que el tumulto no llegara a más.

Por último, al finalizar el día, alcanzaron Harrenhall la comitiva Stark, de caras largas, lo que no sorprendía a los presentes pues todos sabían ya lo sucedido el día anterior, los mensajeros habían llegado al atardecer y el rumor se había extendido como la pólvora; y los Greyjoy, orgullosos y altivos, Victarion y Euron fueron más eficientes y callados que el resto de los invitados y se limitaron a preparar las tiendas y enarbolar los blasones que mostraban el Kraken, la hoz blanca sobre fondo negro y el cuerno negro de las casas con más renombre de las Islas del Hierro.

El torneo daría comienzo al día siguiente y todo el mundo esperaba la llegada de los últimos nobles que habían confirmado su asistencia. Lord Jon Arryn y sus pupilos, Lord Robert Baratheon y Eddard Stark. Cuando los pensamientos de todos los presentes estaban ocupados en si el señor del valle llegaría a tiempo para las primeras lizas los vigilantes del perímetro alertaron de una comitiva que se dirigía hacía Harrenhall a galope vivo. Lord Jon Connington había llegado a tiempo, con su montura exhausta y el polvo del camino ensuciando todo su cuerpo se encaminó hacía la tienda de Lord Caron.

Apenas hacía unos instantes que la comitiva norteña había llegado a Harrenhal cuando Lord Gerold se presentó ante las tiendas aún sin levantar, con la mirada buscó a Lord Rickard Stark, o al menos a alguno de sus hijos y cuando lo encontró se dirigió hacia él sin atender a los sirvientes que trataban de impedir que sus señores fueran molestados.

Lord Rickard, el rey requiere vuestra presencia, inmediata …— el Toro Blanco dudó por un instante viendo la cansada cara del señor de Invernalia —Lord Tywin también está convocado a la reunión, y todos sabemos cuan grande es Harrenhal, estoy seguro necesitaré al menos una hora para localizar al señor de la Roca


@Stark @Lannister

Tywin buscó a su hermano en la zona habilitada para los Lannister donde se movía como lo que era: su señor. Realmente pocos, por no decir ninguno, señores ostentaban el poder de Lord Tywin ya que era el Señor de uno de los reinos más poderosos y además era la Mano del Rey.

Cuando estuvo ante Gerion y hubo despachado a todos los presentes, se saludaron escuetamente y el mayor de los hermanos tomó la palabra.

Gerion, te hice llamar para que cuidaras de Jaime. Sé lo que piensas, que ya es un hombre, pero ningun hombre está preparado para el rey.
¿Me has entendido? Gerion, protege a mi hijo.

No era tanto una súplica como una orden, pero ambos se entendieron. Podían tener sus diferencias pero ambos amaban a Jaime y sabían lo imprudente que hacía la juventud a los hombres, les hacía ignorar peligros que podían condenarlo para toda la vida.

Tywin no era ningún paranoico, sabía que Aerys quería algo de Jaime y temía que fuera una boda que lo humillara.

Sin despedirse con algo más que un gesto sw despidió de su hermano haciéndole partícipe de que el rey estaba convocando a los mayotes señores de Poniente y él debía estar allí como Mano del Rey.

Luceon Frey y Walder Rios hablaban frente a las tiendas de los Frey. El Septón le reprochaba al bastardo de Lord Frey la actitud de “el Toro” a la llegada a Harrenhall.

– Tienes que controlar a esa bestia Walder! Sabes que es muy impetuoso, y necesita bien poco para montar una pelea. ¡No tiene cerebro! – Luceon negaba con la cabeza. – Bueno dejemos estar el asunto, ya hemos dado la nota suficiente. Tenemos cosas que hacer.

Empezaron su camino en silencio, cariacontecidos por todo lo ocurrido. Tanto el conflicto a la llegada al torneo como el asalto a la comitiva Stark habian hecho mella en el animo de muchos de los asistentes al torneo, ellos incluidos. Pero pronto el ambiente festivo inundo sus corazones y se sorprendieron riendo y compartiendo bromas.

Al llegar bajo el pendón de los Tully, Walder Ríos detuvo su marcha, se despidió del septón y preguntó a uno de los Guardias por su señor.

Mientras, el septón Luceon Frey continuó su camino hasta llegar al emplazamiento de la comitiva Stark.

El Príncipe Oberyn levantó a Elia del suelo durante unos instantes con un abrazo. Ella le besó tiernamente en la mejilla y hundió la cara en su cuello.

-¿Te pega, Elia? ¿Te ha pegado alguna vez? -inquirió Oberyn en un susurro.

La princesa puso los ojos en blanco y le dio un pellizco, sin perder la sonrisa.

-No digas bobadas, Oby. Si sabes que es un buenazo -le contestó al oído-. Va, suéltame ya, vas a hacer daño a Aegon.

-¿Aegon…? -repitió Oberyn dejando que se separara y mirándole el vientre.

-Ya hablaremos luego -le susurró Elia con un guiño.

Oberyn, aún con una sonrisa franca, se volvió al fin hacia el Príncipe Heredero del Reino, que había aguantado estoicamente el poco respeto por el protocolo del que Oberyn hacía gala, saludando antes a su esposa que a él.

-¡Rhaegar, mi Real Cuñado! -le saludó efusivamente cogiéndole del brazo y usando un título hasta entonces desconocido en el reino-. Mi hermana siempre me habla de ti en sus cartas. Todo bueno, claro, si no te degollaría. ¡Jajaja! -rió con ganas, indicando quizá que lo anterior había sido una broma. ¿Quizá?

Señaló en dirección a donde sus criados empezaban a erigir un pabellón anaranjado.

-Traemos vino de Dorne, y debería ser suficiente para todo el torneo. Ya no tendréis que seguir bebiendo esta inmundicia -señaló un barril de vino local-. Ni siquiera una rata se dignaría a ahogarse ahí. Vamos a echar una copa, Rhaegar, verás que diferencia -dijo pretendiendo llevárselo con él-. De hecho… -levantó la voz- ¡Todo el mundo está invitado! ¡Por cortesía de los Príncipes de Dorne!

Ser Baelor no había dejado de pensar en algo desde que había llegado y presentado sus respetos a los ilustres anfitriones del torneo. No había oído nada hasta ese momento pero todo aquello del ataque a los Stark no le gustaba demasiado, si los caminos dejaban de ser seguros la cosa empeoraría.

Hizo llamar a su escudero, un espigado muchacho de pelo negro como el azabache sobrino de Lord Costayne – toma muchacho, entrega esto a los hombres que pone en los sobres y a nadie más ¿de acuerdo? Si es necesario te los tragas antes de que alguien te los quite. Vuelve en que cumplas tu misión y dime que ha pasado – dijo el heredero de Antigua antes de entregarle dos sobres sellados con su anagrama en el cierre de cera. Con suerte el ofrecimiento sería visto como lo que era, un gesto de buena voluntad.

Tras ver al joven marchar se dirigió hacia la zona reservada para su cuñado y el resto de su familia política. No tenía perdida, por eso llegó enseguida y pasó ante los guardias sin problemas buscando a su cuñado para hablar de ciertos asuntos. Esperaba ya de paso encontrar a su sobrino Wyllas, hacía tiempo que no veía al muchacho y quería estrechar lazos con él antes de que todo empezara.

El ambiente era ensordecedor para los ojos de un niño. Nunca antes había visto Wyllas una reunión de caballeros tal. Su mirada viajaba de una tienda a otra, de una armadura a la siguiente y de estandarte en estandarte. ¿Qué más podía desear un niño que estar en el mayor torneo de la era reciente?

Wyllas estaba acompañando a su padre, que se paseaba entre los diferentes pabellones saludando a algunos conocidos y a muchos desconocidos, participando en ese gran baile que eran los actos públicos del Reino entre los miembros de las casas nobles. De vez en cuando, Mace le explicaba algo sobre el sistema de justas o le examinaba sobre la heráldica de alguna casa concreta, conocimientos que todo heredero debería ostentar si quería ser digno de una casa tan importante como la Tyrell.

Vieron pasar a toda velocidad a Gerold Hightower, el Toro Blanco, a varios miembros de las casas Whent y Tully, a Lord Rickard Stark, señor en el Norte, Hoster Tully saliendo de los asposentos reales…salvo por los miembros de la familia real, la sed de conocimientos de Wyllas había quedado más que saciada…

–Vamos Wyllas, volvamos a nuestros pabellones, tengo asuntos que tratan con Lord Baelor que no pueden demorarse más.

–¿Quién es ese caballero, padre?

El niño señalaba a un hombre de pelo moreno, vestido con una sencilla cota ligera que hablaba con una muchacha sin nombre.

–El príncipe Oberyn Martell.

Aunque se había adelantado a su comitiva Lord Stark no llegó mucho antes que el resto de sus hombres y sus dos hijos menores. De hecho Harrenhall era tal conglomerado ya de tiendas, estandartes y hombres de aquí para allá que su llegada no surtió el efecto que él pretendía, que era el de ganar tiempo para poder encontrar a Lord Hoster o a Lord Tywin, sino que eran tantas las miradas y murmullos que se dirigían hacia él que su paso se retrasó más de lo esperado y tanto fue así que mientras aún se aseaba el grueso de sus hombres llegaban tras de sí para ocupar la posición que tenía el Guardián del Norte.

-Lyanna, Benjen!! - exclamó Lord Stark con su voz profunda a sus dos hijos que cabalgaban asombrados por la grandeza de todo aquello que veían. No era la primera vez que salían del Norte, sobretodo Lyanna que ya había viajado al Valle en más de una ocasión, pero después del Invierno aquel paraje era ante todo sorprendente de cara al páramo norteño que habían dejado atrás.

-Padre! estamos bien, hicimos lo que nos dijiste - la joven Lyanna mostraba unos dotes de temple propios de un norteño, mientras Benjen aún joven adolescente seguía a su hermana como un fiel lugarteniente. La chica pensaba en su hermano mayor, en los peligros que podría estar corriendo y en si habría dado caza ya a aquellos apestosos bandidos “Si esto fuese el Norte su cabezas ya habrían rodado” pensó mientras apretaba los puños viendo al cariacontecido Lord Dustin, que aguardaba al lado de su padre las noticias que pudiese llegar.

-Nada ha cambiado al llegar aquí Lyanna, Harrenhall no es Invernalia, El Tridente no es El Norte y estas personas que nos rodean no son norteños, tenedlo muy en cuenta. - advirtió a ambos mientras sus hombres ya habían comenzado a levantar las tiendas grises con emblemas del huargo y de las distintas casas que lo habían acompañado - No os separéis, no confiéis en quién no conozcais y si os veis en problemas acudid a los señores amigos… - no hizo falta decir más cuando la joven asintió - Ahora marchad, buscad a la gente del Valle, buscad a vuestro hermano!. -

Lyanna y Benjen corrieron mientras un viejo y cansado Lord Stark mantenía la compostura mientras observaba por un minuto como sus hombres funcionaban cuando el gran Lord Gerold apareció por su espalda sacándolo de su ensimismamiento.

Su gesto cambió no se sabe si para bien o para mal, pues no había tenido que esperar nada para encontrar la ayuda que necesitaba, pero el Rey lo esperaba… Aerys lo esperaba… recompuso su cara y no tardó en responder…

-Os acompañaré en vuestra búsqueda, no hay tiempo que perder. - Y caminó detrás del Lord Comandante, sujetó a Hielo por un momento, y noto la fuerza del Norte, el poder del pasado y supo quién era de nuevo.

A última hora de la tarde, mientras el banquete daba comienzo, alcanzaron las postas de vigilancia los caballeros de la casa Arryn. Ocuparon los últimos lugares libers y a toda prisa se prepararon para tomar su lugar en el gran banquete que se avecinaba. Lord Jon Arryn, flanqueado por Lord Robert Baratheon, Eddard Stark y su sobrino Elbert Arryn, avanzaba seguido por todos su séquito de señores del valle; se decía que el señor del Valle había tardado tanto en llegar porque personalmente había recorrido una decena de castillos vasallos en el viaje, almorzando o cenando en cada uno de ellos.

Al llegar a Harrenhal…

-Mis señores, voy a adecentarme y a presentarme al rey. Me reunire con vosotros lo antes posible. Mi sobrino ira a buscar a Lord Whent o a sus hijos, que nos digan donde emplazar nuestro campamento. No quisieramos ofender a nadie escogiendo sitio sin consultar. Mientras tanto, lo mejor es que se abreve a los caballos en el rio y todos reposemos y comamos algo.

Robert, deberias buscar a tu gente, que sepan que ya estas aqui. ¿Vendras despues conmigo a presentar nuestros respetos al rey?

Y tu Eddard, busca a tu familia. Transmite mis mas cordiales saludos a Lord Stark.

— Vaya ruina de castillo —sentenció Richard Lonmouth cuando pudo apreciar el deteriorado estado de las colosales torres del castillo—. ¿De verdad que vamos a tener que alojarnos ahí?
— ¿Qué ocurre? ¿Acaso tienes miedo? —le respondió Myles Mooton en tono burlón— Dicen que en sus estancias merodean los fantasmas de los muertos caídos en desgracia, otrora grandes señores del castillo.
— Si el fantasma de Harren viene a visitarme le preguntaré donde están los baños —replicó el caballero, sin caer en la provocación —. Ese castillo parece peor que la Fortaleza Roja, más me vale saber donde podré vomitar sin armar mucho escándalo.
— Veo que ya has decidido beber hasta perder la conciencia —señaló el príncipe Rhaegar—. Procura no acabar con una bacía por yelmo.

Ser Richard le respondió con una carcajada. El trío de jóvenes caballeros había decidido adelantarse al grupo principal, cansados de la habitual rutina de viaje. El príncipe Rhaegar no había estado nunca bajo los muros de Harrenhal, y todo lo que sabía del castillo era de la mano de los libros y de su amigo en la Guardia Real, Oswell Whent. Ninguna palabra hacía verdadera justicia ante la edificación que se alzaba ante sus ojos.

Tras esperar al grueso de la comitiva, el príncipe Rhaegar atravesó el gran portón de Harrenhal a caballo, acompañado por su esposa y sus guardianes, destacando por encima de todos Lewyn Martell de los Capas Blancas. Fueron recibidos con júbilo y cortesía por el señor del castillo y pronto el príncipe colaboró con Lord Walter para que todo estuviera dispuesto para recibir con la pompa y el protocolo a su padre, el rey, que llegaría al día siguiente. Nada debía salirse de lo que estaba previsto.

Robert llegó por fin a las puertas de Harrenhal, cabalgando junto con Jon Arryn. El habría preferido ir por el camino de las Puertas de la Sangre y evitar las largas jornadas de navegación. La prudencia de Lord Jon los había salvado de haber sufrido la emboscada. Lamentaba no haber podido poder enfrentar a esos malditos bandidos que se dedicaban a secuestrar doncellas nobles pero al menos había conocido a muchos señores del Valle y las historias en Puerto Gaviota habían sido totalmente rocambolescas.
Sonrió.
“Esto va a ser muy grande, Ned. Aquí va a estar toda la gente de Poniente, vamos a ver cosas divertidas. Este torneo será recordado por mucho tiempo.” Jajaja. El señor de las Tormentas se giró hacia Elbert.
“Lord Caron y el resto de hombres de la Tormenta ya deberían estar aquí. Vinieron por el camino Real. Claro que presentaré mis respetos al rey no queremos que nadie se ofenda, no? Haremos las reverencias que hagan falta, aunque ya sabéis que eso es pura parafernalia, lo bueno es la vida, ya me entendéis. Así que después reunirme con Lord Caron buscaremos los mejores lugares de Harrenhal. Allí estará la gente interesante y además en el torneo también veremos a mi primo el príncipe”.

El joven Eddard sonrió ante la promesa de Robert, aunque era totalmente distinto a él sabía que en aquello tenía razón, pero él viviría aquel torneo para vivir una lucha épica y hacer contactos entre los nobles de todo Poniente y Robert… Robert aprovecharía para vivir una lucha épica ante los mejores vinos del sur y hacer contactos entre las nobles de todo Poniente. Aún estando enamorado de su hermana, y no lo dudaba pues no pasaba día sin que deseara verla y pasar a ser en parte un lobo más, su alma y su corazón era el de desenfundar su espada ante cualquier seno protuberante que se le echase encima.

Cuando se separó de sus compañeros de viaje se dirigió, preguntando no menos de una docena de veces, a la zona donde se encontraba la comitiva Stark cuando sintió que alguien se le abalanzaba por la espalda y casi le hacía perder el equilibrio.

-Ed, te echábamos de menos!!! por qué has tardado tanto? - la dulce voz de su hermana le percutaba el oído y una dulce y amplia sonrisa se le reflejó en la cara y le inundó el corazón.

-Lyanna, Benjen… estáis bien! - su mano repasaba los cabellos de sus hermanos revolviéndoselos aún más de lo que ya estaban - Corren noticias preocupantes, son ciertas las noticias? - sus hermanos asintieron desapareciendo su sonrisa del rostro y no dijo más palabras que las siguientes - Llevadme ante padre. -

Duncan observaba taciturno la marcha de los últimos lores. A su lado estaba su padre, Lord Whent, con una abierta sonrisa de oreja a oreja. Junto a éste, su madre aún esbozaba estoicamente las últimas ruinas de aquella falsa mueca a la que había debido forzar sus labios durante estos días interminables. Duncan se dedicó a observarlos mientras la trucha de Tully se escurría por los últimos recodos del Ojo de Dioses. Tan opuestos como eran, y, sin embargo, su padre, tan astuto y tan simple, la amaba de verdad. Y quizás se pudiera decir que su madre también lo amaba, al menos en aquellos momentos en los que los fantasmas aflojaban el oscuro abrazo con el que rodeaban su alma. La sonrisa de su padre parecía satisfecha por la gran gloria que traería a la Casa Whent el magnífico torneo: sin duda, nadie lo olvidaría. Duncan no logró descubrir ni un atisbo de preocupación en el brillo excitante de sus ojos, una llama de felicidad que no se apagaba, a pesar de todo cuanto había ocurrido. Pero ya le gritaba Madre:

-¡Los vieron! ¡Os lo había dicho! – las lágrimas comenzaron a abrasar sus mejillas tan pronto como la trucha se sumergió finalmente en el Ojo de Dioses.

Padre la abrazó, acariciando su cabellera caoba, casi pelirroja.

-No os preocupéis, no ha ocurrido tal cosa… Y en cambio, ¿visteis cuántos caballeros? ¡Jamás había brotado tal vida de las entrañas de Harrenhal!

-Pero… pero ellos me lo han dicho… - se detuvo un instante – Y no es vida lo que brota de las entrañas… de Harrenhal.

Por lo demás, todo intentaba volver a la normalidad. La primera en desaparecer había sido su hermana Dana. Duncan había visto fugazmente una lágrima precipitándose como desde una balaustrada desde sus ojos recién inyectados en el color de la cabellera de su madre. Pero, en aquel mismo instante, Dana había girado su cabellera caoba en el aire como una ola o un suspiro de amor y había corrido a refugiarse entre las sombras de la Torre Aullante, que le eran cálidas. Su padre le había comunicado ese mismo día su matrimonio. Poco después, sus hermanos Rogerin y Triston habían comenzado a dirigir la normalización de la fortaleza y el campo del torneo. Aunque nada vuelve nunca a ser lo que era, pues nada pasa y todo se queda.

Ahora volvían todos a Harrenhal, a recuperar sus quehaceres. Había un gran trabajo que hacer y muchas incertidumbres sobre las que cavilar. Duncan intercambió una mirada taciturna con Aegon. A pesar de todo cuanto fuera diferente en ellos, y de que Duncan nunca había logrado entrar en la intensa tiniebla que su hermano encerraba, siempre se habían entendido en los momentos importantes. Tenían un sentido de realidad del que carecía el resto de la familia, a excepción de Dana. Y estaban naturalmente preocupados por los hechos que habían tenido lugar en el torneo, más allá la gloria de su padre y los fantasmas de su madre. Habían visto cosas que preferirían no haber visto, o al menos haberlo hecho lejos de su hogar, donde las faltas del honor mancharan a otros. Porque había grandes esperanzas y grandes preocupaciones, y así pesaban.

Cuando llegó a la habitación, Helen todavía estaba allí, desnuda sobre la cama de primavera, como un recuerdo lejano de su primera puta. Con la espalda vuelta hacia él, cubierto su rostro que dormía con los abundantes rizos de su cabellera oscura, distante y dolorosa como si hubiera muerto. Pocos días antes, Lord Whent había comunicado a su primogénito el matrimonio acordado. Duncan se desnudó y la penetró sin despertarla. Más tarde, mientras Helen gemía, dos cosas vinieron a la memoria de Duncan: cómo no había podido derrotar con su lanza a Ser Adam Marbrand y su matrimonio con Morya Frey. Dos lágrimas abrasaron sus mejillas y cayeron y se evaporaron sobre la ardiente piel blanca de su puta. Pero Helen no las vio, porque gemía y cerraba los ojos, distante y dolorosa.

By Mario