La partida - Isla del Pez

Corría el año 797 tras la coronación de Cyndaral el Yleo cuando los ojos de los hijos de Lor avistaron por primera vez la escarpadas costas de la Isla del Pez. Habitada por hombres primitivos, de la misma índole que los linajes de Kellek la obligación del Imperio era clara, civilizarlos cualquiera fueran los métodos.

Por casi medio siglo los contactos con los Fiska, como se hacían llamar sus habitantes, fueron escasos pues el Imperio tenía sus ojos puestos en el rico sur, pero cuando no había más riquezas que extraer de Kellek la Isla del Pez estaba lista para dar sus frutos. La primera colonia comercial se estableció en el 843 y por curanta años los Fiska agacharon la cabeza mientras las mayores de sus riquezas eran exportadas hacia la metrópoli.

Pero hace 5 años comenzaron los problemas, de pequeños grupos de bandoleros se pasó a rebeldes organizados. Por 3 años el senado ignoró los informes y peticiones de ayuda y la presión escaló hasta que en el plazo de un par de semanas todos los puertos ardieron y Lorelan fue expulsado de la Isla del Pez.

El año es 888 tras la coronación de Cyndaral el Yleo y por el honor de Loric y la gloria del senado, la fuerza de las legiones lorelanas prevalecerá.

Hacía ya varias semanas que las nieves habían retrocedido de las tierras bajas y tan solo los glaciares de Kvölbergen seguían alimentando las aguas del Kaven. El sol de marzo golpeaba con fuerza la piel curtida de Gunnar y sus hombres mientras desenrredaban las redes listos para volver a lanzarlas al mar.

El invierno había sido duro pero la primavera había llegado con fuerza y el mar hervía tan lleno de vida que el festín de esa noche en el salón de Logenson sería épico y pronto los barriles en salazón volverían a estar llenos y Gunnar podría tomar el timón de Aliento de sierpe y caer sobre los enemigos de su hermano.

Pero eso era el futuro y ahora mismo el pequeño barcoluengo cortaba las olas con rapidez en busca de un nuevo sitio donde echar las redes. Pocos de entre los Logenson navegaban tan mar adentro, pero Gunnar era un capitán veterano y no quería volver a casa sin una presa digna del festín, un pez espada o incluso un pequeño rorcual.

—¡Erik! ¿Algo en el horizonte?
—No estoy seguro, mi señor, barcos … ¡muchos!

El Aliento de Sierpe se detuvo mientras las formas del horizonte se hacían cada vez más claras según se acercaban. Gunnar se mantuvo expectante hasta que el dorado de los pabellones dejó claro de donde venían esos barcos.

—¡Sigfrid! ¡Llama a las corrientes! Tenemos que volver a casa. Lorelan viene a la guerra.

Los vientos de guerra soplaban sobre Fiskeyja.

Lorelan había vuelto y tomado posiciones cerca de sus antiguas tierras de Alba Julia y Nova Jelana. Pero los fiska no habían tardado en responder.

Las tierras de Kaven, Bjorn y Snjórsonr se reunían para plantar cara al invasor. ¿Serían suficientes? ¿Peligraría la cosecha faltando tantas manos para ella?

Los vientos hablaban de dos grandes batallas, la primera donde los Fiska habían derrotado a los Lorelanos en las cercanías del río Kaven, y la segunda donde los Fiska habían sidodiezmados en las cercanías de Ingridsdottir. Parecía claro que las tierras entre el Stóraá y el Kaven verían más batallas pero, de momento, la calma había vuelto.

Mientras, en el este, los Snjórsonr reunían a sus huestes pero, ¿con qué motivos? ¿hacia dónde marcharían? Parecía que ni el propio Jorund sabía de sus objetivos. Y más allá, en las islas, los clanes de los Na Mucan Mara celebraban su gran cacería … ¿pero cuál era la presa?

Eldjökullhvammur seguía en erupción y los rumores decían que Brúndyr se había abierto y los señores de las montañas volvían a marchar sobre la tierra.

Mayo había pasado y muchos eran los campos cuyas cosechas languidecían sin recoger, los hombres marchaban a la guerra y el verano empezaba a tomar fuerza en la isla.

Sin embargo, parecía que el mar había tomado ofensa de los recientes acontecimientos y en el noreste, en la isla de Bornia, una terrible tormenta, de proporciones tales que hasta los más mayores decían que nunca habían visto nada semejante se desarrolla. Pero en vez de amainar parece que sigue creciendo, la oscuridad de sus nubes amenaza con engullir incluso el fuego proveniente del Eldjökullhvammur.

El verano comenzaba a flaquear, donde hace poco los hombres marchaban quejándose de los insectos y el calor ahora se agrupaban junto a las hogueras para paliar el frío de las noches. Las primeras lluvias otoñales caían y los ancianos se obstinaban en contar el menguante grano. El invierno aún estaba lejos, pero sus dientes se dejaban ver.

La calma había vuelto a entrerríos, pero estaba claro que no sería por mucho tiempo. Todo hombre, mujer y niño leal a los Frostbjron había sido llamado y las huestes se congregaban en Kaven, ¿avanzarían contra sus enemigos?