La pausa de Aerys

La noche trascurrió sin más incidentes extraños, con muchos de los señores preparándose para la melé y muchos de los sirvientes atareados en el pabellón del Rey y en los alrededores. Se estaba preparando algo grande, el banquete de la noche siguiente no sería nada común, se había hablado de una comitiva que partiría de la capital al amanecer y alcanzaría Harrenhall para la final de la melé y para la gran celebración que preparaba Aerys II Targaryen.

El día transcurría sin demasiados altercados, los acuerdos diplomáticos que se estaban firmando aquellos días eran importantes y nadie quería hacer nada que los pusiera en peligro. Mientras la cabeza de los importantes señores estaba ocupada con las extrañas alianzas que se estaban dando las trompetas anunciaron el inicio de las meleé de Harrenhall.

Más de una veintena de caballeros y guerreros se enzarzaron en un combate cuerpo a cuerpo caótico, en el que podías caer eliminado con gran facilidad, pese a la habilidad con la espada, la lanza o el martillo. El primer choque fue brutal y pronto se corearon los nombres de los primeros eliminados: Lord Hardyn Melcolm; Ser Lyle Crakehall “El Jabalí” y su hermano Ser Merlon Crakehall; Brandon Stark, que combatía junto a su hermano y Ser Rodrick Cassel, un caballero menor al servicio de su familia, ambos se protegían mutuamente pero al final solo Eddard se mantenía en la competición, pese a ser el menos diestro de los tres; Ser Raymun Darry y el “Gran” Jon se habían enzarzado en un combate singular de épicas proporciones, sin reparar a su alrededor, lo que provoco la eliminación de ambos cuando sus contrincantes pudieron derivarlos; y por último, Ser Elbert Arryn, que había conseguido derrotar al pequeño de os Grejyoy, Euron, pero que cuando quiso darse cuenta recibió un golpe plano con la espada tal que le dejó conmocionado durante una hora, la brutalidad con la que golpeaba el “Toro” de los Freya diestro y siniestro era digna de un animal salvaje que no reparaba en la seguridad de nadie.

Por otro lado, Victario Greyjoy peleaba con una cautela y habilidades dignas de un gran caballero, desde un flanco arremetía contra todo aquel que aprovechaba su guardia baja para tratar de eliminarlo, eliminando en el proceso a Lord Clement Piper, su tío. El joven Ser Richard Lonmouth también tenía un buen día, cruzando su espada con el extrovertido gerrero de la Roca, Ser Gerion Lannister; ambos dejaron de combatir cuando tres rivales se le vinieron encima. Un joven gigante, Gregor Clegane; Lord Dunstan Drumm, de las Islas del Hierro; y Ser Gawen Wylde, cargaban contra ellos con la intención de derrotarlos en una carga sorpresa. El arrojo de los tres se compensó por su falta de cerebro y acabaron mordiendo el polvo ante una defensa inesperada y conjunta de sus rivales. Ser Vardis Edgen caía ante el joven Eddard, que conocía bien su estilo de lucha y el combate se calmaba alrededor de los ocho combatientes que se mantenían en pie.

Los combates se localizaron más y resultó al público más sencillo seguir los intercambios de golpes. El joven Eddard Stark derrotaba a la mole de carne que adornaba su cuerpo con tres perros sobre fondo amarillo, se había abalanzado sin conocimiento ninguno y tras perder el equilibrio un golpe seco en el cuello lo tumbó. La suerte seguía aliada con el Stark. Ser Richard fue lanzado por los aires de un martillazo que, de no estar acolchado, le hubiera atravesado todos sus órganos internos, aquel golpe hizo reír al joven compañero del Príncipe, alegando mientras salía del terreno de combate que no le importaba quedar eliminado por un golpe como ese. Ser Gerion, que combatía a su lado sufrió un despiste de menos de un segundo, suficiente para que el Lord Comandante le hiciera trastavillear. En una esquina del campo de juego la habilidad de Victarion Greyjoy se hacía inútil ante las cargas del Frey. Pronto se hizo patente que el lugar del isleño era el mar y no la tierra, abandonando el combate antes de que un golpe desafortunado de Ser Hosteen le incapacitara para capitanear su embarcación.

Lord Robert lanzó una mirada de sorpresa a su amigo, solo quedaban dos rivales, les derrotarían juntos y luego se enfrentarían en una final que quedaría para el recuerdo. Ser Hosteen Frey, que no se percató de la alianza establecida entre los combatientes se precipitó hacia la derrota. Ahora codo con codo, los jóvenes pupilos de Lord Jon Arryn se enfrentaban al hombre más diestro con la espada que había en Harrenhall en ese momento, su admiración por aquel hombre era más que palpable y con una sonrisa Lord Gerold les invitó a cargar.

La Melee había comenzado aquella fría mañana en la que aún perduraban los recuerdos del baile de la noche anterior en la cabeza del joven Eddard. Una media sonrisa se le escapó cuando vió delante de él en primera fila a Ashara Dayne junto a la Princesa Elia, y tras un gesto cortés se preparó para combatir.

Junto a él había varios norteños y buenos amigos pero una vez empezó el combate todos fueron cayendo y los que aún permanecían en pie habían desaparecido de su campo de visión hasta la llegada del indudable Gregor Clegane, era una jodida montaña vestida de caballero. Ante la visión de aquella enorme bestia todo lo demás había desaparecido y tras varios envites Clegane se echó sobre él cometiendo un error al apoyar el pie, lo que dió la ventaja a Eddard para dejarlo fuera de combate.

Cuando alzó la vista de nuevo para observar quien quedaba en pie no pudo más que dejar esbozar una sonrisa, su gran amigo Robert seguía en pie, no tenía duda de que él ganaría el torneo, pero había un escollo más… el “Toro Blanco” permanecía en pie ante ellos invitándoles a atacar.

-Robert, lo haremos como en el Nido, juntos a la victoria! - Habían luchado juntos cientos de días, cientos de entrenamientos, ambos se conocían a perfección pero sin duda sus ataques combinados eran letales, y ni toda la fama ni experiencia del Lord Comandante de la Guardia Real valdrían para romper aquella unión.

-¡Buuuuuuuuuu! ¿Dos contra uno? Yo al menos podre decir que me enfrente en singular combate al Toro de Los Gemelos. ¡Y sobrevivi! ¿Vosotros que vais a contar?

— Vamos vamos, ser Arryn, no seáis tan desconsiderado. Si habéis tenido un mal día no lo paguéis con los demás.

A Lonmouth aún le dolían las costillas de aquel golpe, pero ningún rencor sentía hacía quién se lo había propinado. La pelea había sido justa y además no se había desmerecido ante el resto.

—Buen golpe, Stark —felicitó ser Richard al norteño, al tiempo que le daba un buen palmetazo en la espalda—. ¡Y en el banquete parecíais el lobo más fino! ¡Jajajaja! ¡Que alguien traiga vino! Hay que beber por los campeones.

-Disculpadme alteza, acepto de buena gana vuestra reprimenda, mas no era desconsideracion hacia Robert y Eddard, mis amigos, solo los fastidio un poco, ya sabeis, ellos estan donde yo quisiera estar… Supongo que el sabor de la derrota se me ha atragantado un poco. Probare a endulzarlo con vino por ejemplo.

Ni el propio Eddard podrá explicar como consiguió evitar los envites de Lord Gerold. El tiempo que le llevó desarmar al norteño fue el que necesito el señor de la Tormenta para cruzar el campo que les separaba y arremeter contra el Lord Comandante, que si bien tuvo tiempo de desviar el gran martillo acolchado nada pudo hacer con el portentoso cuerpo e Lord Robert. Una vez en el suelo nada pudo hacer un hombre de aquella edad por bregar con codos, rodillas e incluso la cabeza. Victorioso se alzó el Baratheon con los brazos al cielo, mostrando una sonrisa ensangrentada. La felicidad le duró poco.

- Detened esta demencia. Con señores así Poniente está condenado, ni el mejor de los reyes tiene oportunidad alguna ante vasallos tan deshonrosos. El Lord Comandante ha luchado con valentía y será declarado vencedor de la competición, ningún arma pudo tocar su cuerpo y por lo tanto solo a él le pertenece dicho honor.

El público quedó perplejo. Si bien las justas tenían ciertas normas y muchas costumbres adquiridas, las melees eran algo caótico y donde solo vencía el último hombre armado que quedaba en pie. _Y ahora, ¡vayamos de celebración!_Entre la silenciosa multitud Aerys se encaminó hacia el pabellón real con una sonrisa en su rostro, lo que fuese que tenía planeado el rey era evidente que le hacía muy feliz.

Robert se quedó mirando al Rey, envuelto en su armadura de Torneo. Era evidente que no le había sentado nada bien que junto a su compañero Eddard hubiera derribado a su gran guardián Real. Robert no olvidaría esa ofensa y había visto que quizá en un combate real no tantos de Poniente se le podían igualar y mucho menos si luchaba junto a su compañero Stark.

Había derribado a grandes oponentes, todos hombres fuertes de Poniente y sólo le había vencido la última triquiñuela del Rey.

La melee había acabado de forma inesperada, pero más extraño fue aún cuando los heraldos del rey anunciaron que el premio sería repartido entre los campesinos de Harrenhall. Mientras tenía lugar la boda más polémica de los últimos años, al mismo tiempo los hombres y mujeres de las tierras del Ojo de Dioses acudían para recibir su parte del regalo real.

Mientras en aquella parte de los ríos se escucha algún que otro hombre hablar acerca de las bondades del rey en Darry las cosas eran bien diferentes. La zona que estaba siendo peinada por los caballeros pasó a ser ocupada por el ejército Frey que había sido convocado allí por orden del mismo rey. A hierro y fuego fueron pasados decenas de campesinos, a quien no colaboraba se le castigaba tomando sus bienes, soltando sus lenguas con castigos corporales e incluso en un par de ocasiones fue necesaria la horca para castigar algún ataque absurdo que, según los Frey habían sufrido en la búsqueda.

Quien tiene el valor para pronunciar palabras contra el rey en las tierras que rodean Darry se debate entre culpar a los invasores Frey, a los norteños que no habían podido defender a sus propios súbditos e incluso los más valientes se atrevían a culpar al rey. No sería raro durante los próximos años encontrarse en aquellas tierras a hombres sin lengua.

La alegría de ver a su amigo campeón se esfumó con tan pocas palabras salidos de aquellos labios, las de un Rey Loco que no entendía ni contemplaba la gallardía necesaria para tumbar a Lord Gerold Hightower, y el sacrificio que había cometido el propio lobo en favor de su compañero de lucha. Pero alegría y honor no iban de la mano, así que tan pronto el Rey concluyó sus palabras Eddard se acercó a Lord Comandante de la Guardia Real y le tendió la mano - Ha sido un verdadero honor luchar con vos mi señor, rezaré cada día con ser la mitad de buen guerrero algún día. -

Robert no se lo había tomado tan bien, y Eddard lo sabía bien así que acto seguido fue a encargarse de su buen amigo y compañero - Robert, no es momento ni lugar para dejar escapar tu hombría, todos aquí han visto quién es el verdadero campeón. Haz honor a la Casa Baratheon y vayamos a brindar por nuestra victoria. - No sabía si sería suficiente, pero apaciguar la tempestad con vino siempre había sido la debilidad, o un don, para el Señor de la Tormenta.