Misión 1 - Los Thenitas

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Mance Rayder

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Mance Raider
Los Antiguos Dioses
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Roleo.
Hacía varios días que habían dejado atrás los Colmillos Helados. Dos de sus hombres habían muerto congelados a pesar de ser, como decían los sureños, verano. Allí no existía el verano, tan solo hacía frío o muchísimo frío y eso que ellos eran norteños. Ahora iba a conocer a los norteños del Norte. Divagaba. Pero ese pensamiento le hizo esbozar una sonrisa, si moría, al menos lo haría con buena cara.

Comenzaron el descenso poco a poco, sin prisa. Los resbalones en el hielo mataban aquí más que las espadas. Aprovecharía el tiempo para pensar en lo que se iba a encontrar, dudaba que el Magnar se sometiera voluntariamente. Quizá le haría una petición con la esperanza de que le costase la vida o quizá lo desafiase a duelo y la perdía igualmente. No valía la pena preocuparse pero sí evaluar las opciones que se le podían presentar.

Cuando se acercaron al poblado ya los estaban esperando. Se habían dejado ver durante la bajada dejando claro que no eran saqueadores y su número distaba mucho de ser el de unos conquistadores.
Los esperaba un hombre joven al mando de un grupo de guerreros, o el Magnar Styr había muerto recientemente o sería su hijo <> pensó Mance.

Tras presentarse a él mismo y a sus acompañantes Mance esperó una réplica que no llegó. Parecía que el thennita quería algo más, al antiguo Cuervo le costó unos momentos darse cuenta.

— Pan y sal— pidió. —Os pedimos el pan y la sal.

El joven, quién dijo llamarse Sygorn, hijo de Styr, se lo ofreció y lo acompañó a ver a su padre.


Mance quiere unificar todo el territorio Más-Allá-del-Muro y eso incluye el valle de Thenn. Sabe que Styr será un hueso duro de roer pero cuando se gane su apoyo sabe que le será más leal que cualquier otro.

En las vastas llanuras heladas del Norte, donde el viento cortaba como una hoja afilada y el frío calaba hasta los huesos, Mance Rayder se encontraba ante una difícil decisión. Necesitaba más guerreros para unirse a su causa y enfrentarse a la amenaza que asomaba por el horizonte.

Frente a él, Styr de Thenn, un guerrero feroz y orgulloso de la tribu Thenn, se mantenía firme en su negativa a unirse al ejército de Mance. Con los ojos llenos de desafío, Styr rechazaba las palabras persuasivas del líder de los Salvajes, desconfiando de sus intenciones y de su liderazgo.

Sin embargo, Mance no se rendiría tan fácilmente. Conocía el valor de Styr y la fuerza de su tribu en la batalla. Con determinación, Mance ofreció a Styr un lugar de honor en su ejército, prometiendo que juntos podrían luchar por la libertad y la supervivencia de todos los salvajes.

Pero Styr, en su obstinación, exigía una prueba de la habilidad y la fuerza de Mance. Desafiante, propuso un duelo a muerte entre ellos, donde el vencedor tendría el derecho de liderar a su gente. Aunque la lucha sería desigual, Mance aceptó el desafío, sabiendo que la victoria no sería fácil de alcanzar.

El día del duelo llegó, y los salvajes se reunieron en un círculo alrededor de la arena improvisada, observando con aliento contenido mientras los dos líderes se enfrentaban en combate mortal. Styr, con su fuerza descomunal y su habilidad en la lucha cuerpo a cuerpo, parecía tener la ventaja sobre el otrora ponienti.

Pero Mance, con su astucia y su determinación inquebrantable, no se rindió ante la adversidad. Esquivando los golpes de Styr con agilidad felina, encontró una brecha en su defensa y lanzó un ataque decisivo. Con un movimiento rápido y certero, Mance derribó a Styr, dejándolo indefenso en el suelo.

El silencio descendió sobre la multitud mientras Mance se levantaba triunfante, mirando a Styr con respeto. Con su último aliento, Styr reconoció la fuerza y la valentía de su oponente, aceptando la derrota con honor para después sumirse en el sueño eterno.

Entonces, Sigorn, el hijo de Styr, se adelantó y juró lealtad a Mance Rayder como su nuevo líder, aceptando el destino de su tribu y prometió luchar junto a Mance en la guerra que se avecinaba.

Y así, Mance Rayder se convirtió en el Rey Más Allá del Muro, uniendo a los salvajes bajo su estandarte en una lucha desesperada por la supervivencia contra un enemigo común. En la fría y desolada tierra más allá del Muro, el destino de los salvajes estaba sellado por el acero y el honor de un líder legendario.