PoV : Princesa Rhayna Martell en Lanza del Sol
Token :
Rhayna Martell-Nymeros. Ella misma es quien se encarga de redactar el edicto.
Lanza del Sol. El dinero de la recompensa, o posibles prebendas, serán a cargo de las arcas de la capital.
Sombras en un mar de arena brillante. Rhayna hará uso de su red de espías e informadores para que la recompensa llegue a oídos de todo el mundo.
Exotismo. Rhayna sabe que la Vieja Madre no estará en Poniente, así que redactará el edicto de tal forma que se entienda, y sea adecuado, en Essos y otros lugares.
Objetivo :
Rhayna quiere la cabeza de la Vieja Madre, real o figuradamente, y su obsesión es tal que está dispuesta a pagar el rescate de un rey por ella. Al fin y al cabo es de un rey de lo que se le ha privado.
Redactará una recompensa para quien le lleve hasta la Vieja Madre, sea con información sobre donde está o entregándosela viva o muerta. Depende de lo que obtenga, Rhayna pagará más o menos, y no se limita sólo a dineros sino que está dispuesta a dar incluso tierras, permisos para cruzar sus tierras, etc.
Como duda que la Vieja Madre esté en Poniente se centrará en Essos y los territorios cercanos. Quiere llegar a cualquier puerto, oficial o no, porque sabe que una flota como la de la Vieja Madre debe dejarse ver por alguno tarde o temprano.
Roleo :
Rhayna miraba el mar horizonte desde su ventana si bien poco podía distinguir ya que era una noche cerrada y la luz de la luna apenas iluminaba. Pero ella no buscaba nada en concreto, su mirada estaba perdida y tan solo una imágen se le venía a su mente: la de su amado Príncipe.
Lo que buscaba en el horizonte era a la Vieja Madre. El centro de su falta de sueño, su pesadilla recurrente, la causa de su insomnio. La odiaba tanto como puede odiar una mujer, de forma insana, sin frialdad sino con tanta pasión que dañaba. El corazón de Rhayna estaba destrozado, más allá de cura, y la sangre empozoñada por el odio había empezado a extenderse por todo su cuerpo y ya había llegado a su cabeza.
Fantaseaba tanto con lo que le haría a la Vieja Madre que esta ocupaba más sus pensamientos que otros asuntos más importantes. Pero eso le daba igual. Si obtenía su venganza, bien valía un reino.
La Princesa volvió a su cama y se tendió pero no pudo conciliar el sueño aquella noche. En su mente, su prodigiosa aunque quebrada mente, ya estaba escogiendo las palabras con las que haría partícipes de su obsesión a los hombres y mujeres del mundo conocido. Si les contagiaba tendría a la Vieja Madre más cerca.