Misión 12, el poder de los dragones

En lo más profundo de una cueva oscura en las afueras de Asshai, Daenerys Targaryen se preparaba para realizar un antiguo y poderoso ritual de magia de sangre y fuego. A su alrededor, las antorchas arrojaban sombras danzantes sobre las paredes de piedra, mientras Drogon, Viserion y Raeghal, sus tres dragones, se erguían con majestuosidad frente a ella.

Con una determinación férrea en su corazón, Daenerys comenzó el ritual, sacrificando una oveja ante un altar de piedra y recitando antiguas palabras de poder. La sangre derramada se mezclaba con las llamas crepitantes, y el aire se llenaba con una energía oscura y electrizante.

A medida que más sangre era sacrificada, el fuego interior de los dragones parecía crecer en intensidad, su poder aumentando con cada instante que pasaba. Daenerys observaba con asombro y satisfacción cómo el brillo de sus escamas se volvía más intenso, y cómo el aire vibraba con la promesa de un poder inmenso.

Pero entonces, algo comenzó a ir mal. Viserion, el dragón dorado, parecía inquieto, moviéndose de un lado a otro con agitación mientras emitía gruñidos preocupantes. Daenerys frunció el ceño, sintiendo un nudo de ansiedad en el estómago mientras luchaba por mantener su concentración en el ritual.

Con un rugido ensordecedor, Viserion estalló en una explosión de energía, haciendo temblar las paredes de la cueva y haciendo estallar cristales en los barrios más cercanos. Daenerys supo al instante que algo estaba mal, pero no podía permitirse perder el control de Drogon y Raeghal mientras intentaba averiguar qué le sucedía a Viserion.

Con el corazón lleno de dolor y angustia, Daenerys liberó a Viserion del hechizo, dejando que el dragón dorado huyera despavorido hacia el cielo nocturno. Aunque sabía que había fracasado en su intento de imbuir a los tres dragones con un poder igual, nada importaba más que la seguridad y el bienestar de sus queridos compañeros.

Cuando finalmente terminó el ritual y los dragones se recostaron exhaustos en el suelo de la cueva, Daenerys sabía que no había logrado su objetivo. Pero en ese momento, eso era lo de menos. Mientras acariciaba las cabezas de sus fieles compañeros, Daenerys prometió encontrar una manera de ayudar a Viserion y asegurarse de que todos sus dragones estuvieran a salvo. Pero algo en su interior le decía que Viserion no volvería.

Y en su cabeza, resonaron unas palabras…

Tres cabezas tiene el dragón.
Tres fuegos debes encender. Uno por la vida, otro por la muerte, otro por amor.
Tres monturas debes cabalgar. Una hacia el lecho, otra hacia el terror y otra hacia el amor.
Tres traiciones conocerás. Una por sangre, otra por oro y otra por amor

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