PoV
Larys
Larys padeció de un pie equinovaro durante toda su vida, el cual arrastraba cojeando. Larys es un hombre reservado, pero amable cuando le es necesario. Raramente habla en las reuniones del Consejo Privado, prefiriendo siempre escuchar. Sin embargo, cuando habla, lo hace con elocuencia, compartiendo palabras de gran importancia. Como Consejero es enigmático y astuto. Larys es una persona asustada y su miedo proviene de los dragones; por extensión, cree que los Targaryen son lo que mantiene a los dragones en Poniente y, por ello, deben caer para que caigan las bestias. En realida da Larys el orden de quien cae antes no le importa, siempre que desaparezcan tanto los dragones reales como aquellos que los llevan como emblema.
Tokens
Pastor
El clérigo conocido como Pastor sirve lealmente a Larys, su valedor y el único que lo protege de una muerte segura.
Participa activamente en la misión.
Sangre y Queso
Larys tiene a mano asesinos a sueldo que no hacen preguntas y carecen de cualquier atisbo de moral.
Ejércitos
No
Objetivo
Darle a la Guardia lo que busca para poder actuar de nuevo.
Misión
Teniendo en cuenta esto:
Pastor va a buscar entre los fieles a aquellos que tengan más en contra de Aegon y que hayan mostrado simpatía por Daemon. Entre tantos seguro que hay alguno. Para encontrarlos pedirá ayuda a Mysaria, que como amante de Daemon es probable que pueda identificarlos. Si son, además, del círculo de Daemon mejor, antiguos Guardias que fueron despedidos cuando Daemon se marchó y gente así.
Cuando tengamos identificados a esos individuos y podamos darle carnaza a la Guardia de la Ciudad, se les coge para a continuación crucificarlos (no al modo cristo, sino en aspas) frente a la sede de la Guardia de la Ciudad. Pastor irá acompañado de suficiente gente como para que la Guardia no quiera apresarlo. Cuando le pregunten que qué hace, le dirá a Ser Gwayne Hightower que esos que está crucificando no eran fieles verdaderos, sino ratas de Daemon. Con eso espera poder llegar a una tregua con la Guardia de la Ciudad: Pastor podrá predicar y no hablarán mal de Aegon II.
Deben ser verdaderos partidarios de Daemon - o haberlo sido, claro - para que en caso de que sean interrogados apoyen la versión de Pastor. Aún así, deben estar suficiente machacados para que no estén muy lúcidos.
Factores a favor:
Ser Gwayne parece querer llegar a esto.
Mysaria nos iba a ayudar.
Si hay que interrogar a los prisioneros, Larys Strong es Lord Confesor y es raro no seguir los cauces normales, esto es, llevarle los presos para que sea él quien los interrogue.
Localización
Desembarco del Rey.
Roleo
El sol se hundía lentamente en el horizonte, pintando de tonos rojizos las calles de Desembarco del Rey. La Fortaleza Roja brillaba al fondo, imponente sobre la ciudad. A lo lejos, se escuchaba el sonido de herraduras y botas de cuero marchando en sincronía. Pastor caminaba con calma por la Avenida del Rey, seguido de varios hombres con las manos atadas y las cabezas gachas; tras ellos, una muchedumbre cuyo rumor hacía enmudecer a cuantos se cruzaban con ellos.
Sus hábitos desgastados ondeaban con cada paso, mientras la mano que le quedaba firmemente agarraba una vara con la que, más que apoyarse, apartaba a quienes se interponían. La Guardia de la Ciudad, los capas doradas, lo seguía de cerca, atentos a cualquier signo de rebelión; ya habían dado aviso a Ser Gwayne de la comitiva que se acercaba a la garita de la guardia pero no por ello estaban tranquilos.
Cuando llegaron a las puertas de la prisión de la ciudad, el Pastor se detuvo, observando con una sonrisa satisfecha cómo los hombres a los que había entregado eran empujados hacia suelo frente a los miembros de la guardia que, en alerta, le recibieron.
Uno de los capas doradas, un hombre fornido con la capa amarilla brillando en la penumbra, se acercó al clérigo.
—¿Qué es todo esto, Pastor? —preguntó Ser Gwayne sin levantar la mirada de los prisioneros.
—Ratas —respondió el Pastor, su voz suave pero firme—. Espías de Daemon Targaryen. Traidores a la causa del rey Aegon. Han estado conspirando desde las sombras, planeando el caos, mientras fingían ser fieles.
El hombre asintió, frunciendo el ceño. Demasiado rápido. Demasiado fácil.
—¿Estás seguro? Se dice que Daemon tiene ojos en todas partes, pero estos parecen simples mercaderes y artesanos.
El Pastor ladeó la cabeza, sonriendo apenas.
—Los más peligrosos enemigos son aquellos que se esconden a plena vista. Confundirse por sus apariencias sería un error fatal. He tenido oídos en las tabernas, he escuchado susurros… y sé bien lo que traman. ¿No fuiste tú quien me dijo que tenía ratas en la despensa?
Con un gesto de su única mano, el Pastor hizo una señal hacia los prisioneros, que fueron arrastrados sin piedad hacia unas improvisadas cruces que montaron sus fieles.
Uno de los hombres, desesperado, se volvió antes de ser empujado del todo.
—¡No somos traidores! ¡Esto es una injusticia! ¡No servimos a Daemon! —gritó con la voz rota.
El Pastor no hizo más que mirarlo con una calma glacial.
—Las palabras son baratas, pero la traición tiene un alto precio.
El prisionero fue silenciado de un golpe y entre sollozos miraba al resto de prisioneros.
El capitán de los capas doradas se acercó una vez más, bajando la voz.
—Esperemos que estén los hombres correctos, Pastor. La situación ya está lo suficientemente tensa. Si cometemos un error…
El Pastor lo interrumpió, apretando su bolsa de monedas.
—No hay errores. Estos hombres han sido juzgados por la voluntad de los dioses y por mi propia mano. La justicia no es una cosa fácil, pero es necesaria en tiempos de guerra. Si Daemon tiene más espías, serán encontrados. Esto no termina aquí.
El clérigo giró sobre sus talones y se alejó, sus pasos resonando en la piedra mientras la oscuridad de la noche envolvía Desembarco del Rey. Detrás de él, los capas doradas observaron con estupor a los supuestos espías crucificados y las sombras parecían más densas que nunca.