PoV
Corlys Velaryon
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Tokens
Lucerys Velaryon
Lucerys ha ayudado a los bastardos a estar cerca de Arrax. Si están él y Arrax, Bruma quizás se sienta más ok con la presencia de los bastardos.
Bastardos de Marcaderiva
Agotado. Tiene un +1 en misiones con dragones
Daemon Targaryen
Kevan me dijo que hoy se liberaba el token. La idea es que la sangre del dragón ayude en parte a que los bastardos sean aceptados.
Objetivo
Domar a Bruma.
Misión
Se entiende que el dragón con mayor facilidad para ser domado debe ser Bruma, porque ya fue montado por Laenor, porque estos son sus mediohermanos (o hijos). Así que se utilizará la presencia de Arrax y Caraxes (con sus jinetes), para ver si se puede domar a Bruma por alguno de los bastardos (Primero Addam). Además, en caso de que se revuelva Bruma, ambos dragones pueden tranquilizarle para que no termine en tragedia (Justo como Addam hace cuando Alyn, en el lore, trata de domar a Robaovejas)
*En el rol he puesto que los dos doman a Bruma. Psche, quedaba bien, pero es una licencia rolistica, aunque estaría chulo. Pero si sale, ya trataremos de domar otro por el otro bastardo que no lo consiga ahora.
Roleo
La luz del atardecer caía sobre Rocadragón, teñida de un tono rojizo que presagiaba tormenta. Las sombras de las nubes oscuras avanzaban, pero ninguna tan imponente como la figura que reposaba en la ladera: Bruma, el temido dragón de escamas gris acerado, sus ojos llameantes, y su aliento, capaz de congelar el alma de cualquiera. Las llamaradas de su pecho palpitaban, haciendo eco en el viento que descendía desde la fortaleza.
Alyn y Addam, los bastardos de Marcaderiva, se encontraban a una distancia prudente del dragón. Hijos de la sangre valyria por parte de su padre, pero sin título ni posición noble, ambos hermanos sabían que ésta era su oportunidad. Si lograban domar a Bruma, se alzarían no solo como caballeros, sino como jinetes de dragón, un honor reservado para pocos. Su destino estaba marcado por el fuego y la sangre. Y no estaban solos.
Daemon Targaryen observaba desde una posición elevada, montado en su propio dragón, Caraxes. Sus ojos fríos y calculadores evaluaban cada movimiento de los hermanos con la precisión de un general en una batalla. Había accedido a supervisar este intento, no por compasión, sino porque sabía que, si fallaban, el desastre sería inminente. Y el Rey Consorte no podía permitirse perder otro dragón.
A su lado, Lucerys Velaryon, de ojos atentos y rostro tenso, se mantenía firme. El joven príncipe, hijo de Rhaenyra, observaba con la mezcla de emoción y temor que solo los más jóvenes podían sentir ante la proximidad de los dragones. Aunque no era su intento domar a Bruma, su presencia era significativa. Era un Velaryon, y más que nadie comprendía el valor de los dragones para el destino de su familia.
—Recuerda lo que te dije, Addam —dijo Daemon, su voz cortante—. No puedes mostrar miedo, no ante un dragón. Son criaturas de instinto, y el más mínimo atisbo de duda podría condenarte.
Addam asintió, ajustando la capa que le había prestado uno de los caballeros de Rocadragón. Su hermano, Alyn, dio un paso adelante, su mirada fija en Bruma. La cercanía del dragón era intimidante, pero los hijos del mar y del fuego no retrocedían fácilmente.
—Tienes que acercarte con calma —susurró Lucerys desde su posición—. No lo provoques… solo deja que sienta tu presencia.
Bruma levantó la cabeza, detectando el movimiento de los dos jóvenes. Su aliento rugió en el aire, como si la propia tormenta estuviera a punto de desatarse. El dragón bufó, expulsando vapor, un recordatorio de su poder. Alyn dio un paso más, y luego otro, hasta estar a pocos metros de la enorme criatura. Sus ojos violáceos se cruzaron con los del dragón, ambos midiendo la voluntad del otro.
Addam, más temeroso pero igualmente decidido, se mantuvo detrás de su hermano, tomando su lugar junto a él.
—Es ahora o nunca —susurró Addam, mientras ambos levantaban las manos con lentitud, mostrando las palmas abiertas en señal de respeto.
Bruma los observó con curiosidad, pero también con la agresividad latente de una bestia indomada. El dragón bufó una vez más, haciendo vibrar la tierra bajo sus pies. Por un momento, Alyn sintió que todo el esfuerzo se desmoronaría. Sin embargo, recordó las palabras de Daemon. El miedo no era una opción.
Con un paso decidido, Alyn tocó el costado del dragón. El calor de las escamas casi le quemaba la piel, pero no retiró la mano. Bruma emitió un gruñido bajo, casi imperceptible, pero no atacó. Addam, temblando por dentro, imitó a su hermano y tocó la criatura. Los dos hermanos estaban ahora en contacto directo con el dragón, pero aún no habían logrado domarlo.
Daemon miraba de cerca, su rostro impasible. Sabía que este era el momento crítico. El dragón podía aceptar a los dos como sus jinetes, o podía quemarlos vivos donde estaban.
—¡Ahora! —gritó Daemon desde lo alto, su voz cortando el viento—. ¡Subid a la silla!
Los hermanos intercambiaron una mirada rápida y sin titubear, Alyn se movió hacia el costado del dragón, buscando la silla de montar que había sido colocada previamente en Bruma. Addam, siguiendo el ejemplo de su hermano, subió detrás de él. El dragón, sorprendentemente, no ofreció resistencia. Sus alas se agitaron levemente, y sus ojos los seguían con cautela, pero no atacó.
Una vez montados, el verdadero desafío comenzaba. Daemon les había advertido que un dragón no era verdaderamente domado hasta que aceptara volar con su jinete. Desde su posición, Daemon levantó una mano y Caraxes soltó un rugido de advertencia, casi como una orden a Bruma para que aceptara a los bastardos.
Lucerys contuvo la respiración, con los ojos fijos en el dragón.
Alyn murmuró en alto las palabras en alto valyrio, el ancestral idioma de los Targaryen:
—Soves, Bruma. Soves! —Vuela, Bruma. Vuela.