PoV
Simon Strong
Este texto estará oculto
Tokens
Simon Strong
Este texto estará oculto
Ejércitos
- 1 de Harrenhal (Desmovilizado) [Leva, Hda +2, Caballeros +2, Arqueros +1, Exploradores] FUE: 13.0
- 2 de Harrenhal (Desmovilizado) [Leva, Hda +1, Caballeros +2, Arqueros +1] FUE: 11.5
- 3 de Harrenhal (Desmovilizado) [Leva, Hda +1, Caballeros +2, Arqueros +1] FUE: 11.5
Objetivo
Ir a Seto de Piedra.
Misión
No hay mucho que describir. Simon se pone al frente de las tropas y marchan hacia Seto de Piedra. No hay formación específica salvo la normal para moverte en tus propias tierras. No espera emboscadas.
Localización
Desde Harrenhal hasta Seto de Piedra
Un ejército de tamaño 3 necesita medio día para ir desde Harrenhal hasta Seto de Piedra
- 3 hexágonos de llanuras, a marcha normal en 20 horas
Roleo
Simon Strong se encontraba de pie en lo alto de la torre de la ancestral fortaleza, mirando hacia el vasto terreno que se extendía más allá de los muros. A sus pies, los ejércitos de la Casa Strong se preparaban para marchar hacia el oeste, hacia Seto de Piedra, donde se unirían a los Bracken en la lucha que se avecinaba. Era un día nublado, con un viento frío que arrastraba los ecos de la guerra por Poniente. El estandarte de Harrenhal, feo hasta decir basta, ondeaba bajo la brisa como un presagio de los tiempos violentos que se aproximaban.
—Esto mayor para esta mierda— murmuró Simon para sí, susurrando las palabras al viento como si este pudiera llevárselas lejos. Sus ojos, cansados pero decididos, recorrían los grupos de soldados que se alineaban en formación en el patio de armas.
El eco de los cascos de caballos y el retumbar de los escudos resonaban en el aire, mientras las tropas terminaban de reunir los suministros. La mayoría de hombre no podía esconder el nerviosismo de enfrentarse a una batalla, esta vez bajo el estandarte de los Bracken.
—Abuelo,— dijo una voz desde la puerta de la torre. Era Wilbur Strong, joven e impetuoso, con el mismo fuego que Simon había tenido en sus días de juventud. —Los hombres están listos. Podemos partir en cuanto lo ordenes.
Simon asintió lentamente, mirando a su sobrino con una mezcla de orgullo y preocupación. Sabía que este conflicto con los Blackwood y sus aliados no sería fácil. A pesar de las alianzas que habían forjado, siempre había un precio que pagar en la guerra. Un precio que recaería sobre los hombres y las familias de su casa. Wilbur, a sus veintidós años, era joven, demasiado joven, pensaba Simon, para cargar con la responsabilidad de liderar en el campo de batalla. Pero era el tiempo de las espadas, y el tiempo de la juventud.
—Marcharemos antes del anochecer,— dijo Simon finalmente, con la voz firme, pero sus pensamientos lejos de la resolución. —Envía un mensajero a Seto de Piedra, que Lord Bracken sepa que sus aliados de Harrenhal están en camino.
Wilbur asintió y se retiró apresuradamente. El sonido de las órdenes dadas resonó por el castillo mientras los preparativos llegaban a su fin. Simon se volvió hacia la vasta llanura que se extendía más allá del Ojo de Dioses, su mente vagando a través de la historia de los Strongs, recordando los tiempos en que Harrenhal había sido un símbolo de poder indomable, y no la sombra de una fortaleza maldita. Los rumores de la maldición siempre lo habían inquietado. “Es solo una superstición,” solía decirse, pero las sombras de Harrenhal siempre parecían alargarse, incluso en los días más brillantes.
Bajo el cielo gris, Simon Strong bajó las escaleras de la torre, un paso más lento de lo que hubiera querido, sus pensamientos pesados como el acero que los hombres afilaban abajo. La alianza con los Bracken era una necesidad estratégica, lo sabía. Pero, ¿a qué costo? ¿Cuántos hombres volverían a cruzar los umbrales de Harrenhal? ¿Cuántos cuerpos quedarían esparcidos en los campos del Valle del Forca?
Caminando hacia el patio, observó cómo las últimas filas de infantería se formaban, los caballeros revisaban sus monturas y los arqueros cargaban los últimos carromatos de provisiones. La Casa Strong se estaba preparando para la guerra, y Simon sabía que cada decisión que tomara en los próximos días podría decidir el destino de su casa, tal vez incluso de su linaje.
Cerca de los establos, Wilbur supervisaba la carga de los caballos. Cuando vio a Simon acercarse, hizo un gesto para que los soldados se prepararan para la partida.
—No hay marcha atrás una vez que crucemos el Ojo de Dioses,— dijo Simon, con los ojos fijos en su nieto. —Debes recordar, Wilbur, que las decisiones que tomamos en el campo son las que vivirán en las leyendas de los hombres, para bien o para mal.
Wilbur asintió, intentando disimular su nerviosismo. Sabía que su tío confiaba en él, pero también sabía que su primera batalla sería la más importante. Tenía que demostrar que era digno de la Casa Strong.
—Estamos listos, abuelo,— respondió Wilbur. —Y los Bracken contarán con nuestra espada cuando lleguemos.
Simon se volvió, mirando por última vez las imponentes murallas de Harrenhal antes de dar la orden. Con un gesto firme, levantó la mano y la bajó con decisión.
—¡A Seto de Piedra!— rugió.
La columna comenzó a moverse, lenta al principio, pero ganando velocidad conforme los hombres avanzaban. Harrenhal quedaba atrás, y con él, los fantasmas de una historia que aún no terminaba. Simon Strong sabía que esta guerra marcaría el futuro del Valle del Forca. Pero también sabía que las guerras no se ganaban solo con espadas. Se ganaban con alianzas, con astucia y, a menudo, con sacrificios.
A lo lejos, las nubes se arremolinaban sobre el Ojo de Dioses, como si el lago mismo observara el destino de la Casa Strong marchar hacia el horizonte, hacia una batalla que aún no había comenzado, pero cuyas consecuencias ya resonaban en el aire frío de Poniente.