PoV
Larys Strong
Este texto estará oculto
Tokens
El Patizambo
Este texto estará oculto
Se ocupa en persona de escuchar y leer lo que tengan que decirle.
Consejero de Rumores y Lord Confesor
Este texto estará oculto
Es un asunto que atañe al Consejero.
Sangre y Queso
Este texto estará oculto
Los emplearé para las partes más sucias del trabajo.
Ejércitos
No
Objetivo
Averiguar qué hay detrás de esto:
Misión
Sangre y Queso se llevarán una temporada viviendo la vida en Lecho de Pulgas para ver qué se cuece allí. Mientras, Larys tirará de contactos, soltará algunas monedas y apretará a ciertas personas para que le den una idea general de qué puede estar pasando para que haya tanto dinero en manos de los menos favorecidos. Lady Mysaria es alguien a tener en cuenta en todo este misterio. Si Sangre y Queso tienen que secuestrar a alguien y llevarlo a las Celdas Negras para que Larys lo interrogue, se hace sin dudarlo.
Localización
Lecho de Pulgas en Desembarco del Rey.
Roleo
En los oscuros callejones de Lecho de Pulgas, donde el olor a podredumbre y la desesperanza se entrelazaban en cada rincón, dos figuras se movían entre las sombras: Sangre y Queso. No eran conocidos por su compasión ni por su nobleza. Su fama se debía a algo mucho más oscuro. Sangre, el verdugo, era alto, corpulento y de mirada siempre alerta; su rostro marcado por cicatrices y su piel curtida por años de violencia. Queso, por su parte, era más bajo y astuto, con un rostro siempre retorcido en una sonrisa maliciosa que escondía una mente afilada.
Aquella noche, como muchas otras, los dos compartían una jarra de vino agrio en una taberna de mala muerte. Las sombras danzaban sobre ellos mientras la luz temblorosa de las velas luchaba por iluminar el interior mugriento del local. Los ojos de los hombres del barrio los observaban desde la penumbra, pero nadie se atrevía a acercarse. Sabían quiénes eran y qué podían hacer. Había algo en su presencia que alejaba a los curiosos.
—Aún no entiendo por qué carajos estamos aquí —gruñó Sangre, llevando la jarra a sus labios—. Este agujero apesta peor que tú cuando cazabas ratas.
Queso soltó una risa baja, casi como un siseo.
—Porque aquí es donde nos pagan, amigo. Y donde se esconden los secretos más sucios de esta ciudad. Los ricos pagan para que los pobres se mantengan en su lugar, y nosotros… nosotros somos las manos que les aseguran eso. —Sus ojos brillaron por un momento antes de seguir—. Aunque no te lo creas, el oro corre por debajo de la mugre de este lugar. Solo hay que saber dónde buscar.
Sangre frunció el ceño, escudriñando a su compañero. Él no se molestaba en pensar mucho sobre la política o los juegos de poder. Para él, todo se reducía a la sangre y al cuchillo. Pero Queso, siempre el astuto, veía más allá.
—¿Y qué demonios estamos buscando aquí? —gruñó de nuevo Sangre.
Queso dejó la jarra sobre la mesa de madera astillada y se inclinó hacia adelante, bajando la voz.
—El dinero que mueve a los pobres, mi amigo. Sabes tan bien como yo que en este sitio, en los rincones más oscuros, no todo lo que se ve es lo que parece. Los nobles, los poderosos, financian guerras pequeñas aquí. Controlan el pan y el vino, las apuestas y los cuerpos que se venden. Pero últimamente… hay alguien más que está financiando algo. Y si podemos descubrir quién es, podríamos hacernos con una bolsa de oro lo bastante grande como para salir de esta pocilga de una vez por todas.
Sangre se quedó pensativo. No le gustaba la política, pero le gustaba el oro. Siempre le había gustado.
—¿Y cómo vamos a encontrar a ese alguien?
Queso sonrió.
—Fácil. Lo hacemos a nuestra manera. Dormimos en los callejones, peleamos con los matones, escuchamos lo que los borrachos no saben que dicen. Y cuando lo sepamos… bueno, será cuestión de elegir a quién llevar ante el Patizambo.