PoV:
Oberyn Martell
Tokens:
Oberyn Martell, Ellaria Arena
Misión:
Oberyn y Ellaria se reúnen en privado con Myles Toyne para aclarar exactamente lo que vamos a hacer y asegurarnos de estar todos en la misma onda. Es decir, que la Compañía Dorada no “siga a Rhaegar” sino “siga el plan acordado”, que es una diferencia clave porque Rhaegar es un singermornings y hoy dice una cosa y mañana otra, y hoy promete una cosa y mañana le dan remordimientos y no la hace.
Roleo:
-Agradezco que nos recibáis, Capitán Toyne -dijo Oberyn con una respetuosa reverencia mientras entraba en el pabellón, con Ellaria resplandeciente a su lado.
El galeno de la compañía estaba aplicándole unos ungüentos en las heridas al poco agraciado capitán, que les indicó que se sentaran con un gesto. También Oberyn, ya sin la armadura, exhibía un vendaje aparatoso en el vientre y estaba claro que le dolía al caminar. Ellaria, a su lado, le miraba sonriendo y le apretaba la mano como si aún no se creyera del todo que estaba vivo.
-Vayamos al grano. El reino odia a Rhaegar casi tanto como a su padre. Entiendo bien por qué. Rhaegar no traerá la paz, está manchado por los crímenes de su predecesor y los suyos propios. Ha de hacerse a un lado, es su obligación, y si no consiente, le haremos a un lado. La siguiente generación es la que puede pacificar el reino. Su hijo. Es decir, mi sobrino, Aegon.
Toyne carraspeó y se removió incómodo.
-Sí, sí, lo entiendo, os han contratado para hacer un trabajo, que habéis hecho formidablemente bien, no para arreglar el reino -Toyne asintió y se encogió de hombros-. Pues quiero cambiar eso. Casaremos a mi sobrino con la heredera de la línea Fuegoscuro. Tiene que haber una heredera, ¿verdad? Vos lo sabréis mejor que yo. Pues reunifiquemos las líneas. Traigamos de vuelta a la estirpe del Rey Daemon. Y a vosotros también. Os daré castillos y tierras para que os reasentéeis; hay muchos traidores a los que desposeer, así que siempre que pidáis algo factible, se puede arreglar, dadlo por hecho. No le debo nada a nadie. Todo el botín de la guerra está disponible para repartirlo.
Toyne le miró con interés y, por primera vez, abrió la boca.
-Eres bueno prometiendo, Príncipe Oberyn, está claro. Son buenas promesas, sí. ¿Y cumpliendo?
Oberyn sonrió.
-Prometí que estaría aquí hoy. Y aquí estoy. Te puedo asegurar que cumplir esa promesa me ha costado muchísimo más de lo que me costará la otra. Así que pongamos rumbo a Desembarco, matemos al viejo loco y arreglemos esto. Ahora sí que os importa, porque ahora este sí que va a ser vuestro reino.
Toyne se reclinó en el asiento y se acarició la torcida barbilla.
-Déjame pensarlo -dijo tras un par de minutos de silencio contemplativo-. Lo que me estás proponiendo es muy atractivo, no te lo voy a negar, pero… déjame que lo considere con calma. Te daré mi respuesta mañana.
Ellaria se acercó al mercenario, se sentó en su regazo y le dijo, pasándole una mano por encima:
-¿Me dejáis que os ayude a pensarlo? Me encantan los hombres tan valientes y fuertes como vos -le dijo apretándose contra él y acariciándole con delicadeza la cara malformada.
Toyne, algo incomodado, la miró y miró a Oberyn. Se notaba que no estaba acostumbrado a que las mujeres le hicieran caso, sin mediar una bolsa de dinero, y menos las mujeres de otra gente, gente famosa por sus ataques de cólera. El Príncipe sonrió y se levantó.
-Me ha insistido en que quería venir a conocer al hombre responsable de la victoria de hoy, y yo no sé negarle nada a mi querida Ellaria. Bueno, no os quiero molestar mientras os seguís conociendo. Espero vuestra respuesta, capitán. Pásalo bien, Ellaria -le dijo lanzándole un beso mientras se alejaba.
Objetivo:
Que la lealtad de Myles Toyne y la Compañía Dorada pase a ser “Al plan acordado”, no “Al Príncipe Rhaegar”.