Misión 27, Daenerys saciada

Ando muy cansado, no habrá roleo para esto.


PoV

Daenerys Targaryen

Daenerys Targaryen

Si vuelvo la vista atrás, estoy perdida.

La vida de Daenerys Targaryen ha estado teñida por la tragedia desde que vino al mundo. Cuando era apenas una recién nacida quedó huérfana de padre, madre y hogar. A los cinco años su tutor y protector, ser Willem Darry, murió, dejándola a ella y a su hermano desamparados a su suerte en tierra extranjera. Se vio obligada a crecer a la sombra de un hermano amargado que pagaba sus frustraciones con ella, mientras vagaban por las Ciudades Libres en busca de una ayuda que nunca llegaba para regresar a Poniente. Fue vendida con trece años como esposa a un Khal, y cuando parecía que había alcanzado por sorpresa la felicidad al lado de su esposo, quedó viuda y perdió a su hijo por las malas artes de una curandera.

No obstante, una llama ha empezado a brillar intensamente en lo que aparentemente es un profundo pozo de oscuridad. Daenerys ha conseguido traer de vuelta a los antiguos dragones de los valyrios. Ahora es La Que No Arde, Madre de Dragones. Tiene ahora una certeza sobre el destino que los dioses han puesto sobre sus hombros. Y piensa cumplirlo, cueste lo que cueste.

Tokens

Daenerys Targaryen

El último vástago vivo conocido de la Casa Targaryen ha resultado ser una mujer talentosa, firme y voluntariosa. Aunque es la heredera legítima al Trono de Hierro de Poniente, sólo los Dioses saben hacia dónde le guiarán sus pasos. Entre tanto, el mundo contiene el aliento, expectante.

Ejércitos

No procede.

Objetivo

Daenerys intenta seducir al mercenario Man Y’Chin el Serpiente, líder de los Compañeros de Tarseol para tener sexo desenfrenado con él.

Misión

Daenerys, ebria de euforia tras la toma de Mantarys y extraordinariamente salida, decide saciar sus instintos con este exótico y sensual mercenario. Ya harás tiradas por si Man Y’Chin marca gol o no.

Localización

Esta misión se desarrolla en el camino de Mantarys a Volantis.

Este tema se cerró automáticamente después de 25 horas. No se permiten nuevas respuestas.

Era una noche cálida en el camino entre Mantarys Volantis, y las estrellas brillaban intensamente sobre aquellas yermas tierras. Daenerys Targaryen, la Reina Dragón, se encontraba en sus jaima privada, intentando encontrar un momento de paz en medio del caos y la guerra en ciernes que envolvía su reinado.

Había convocado a Man Y’Chin, el mejor entre los Campeones de Tarseol, una renombrada compañía mercenaria de Essos que había jurado lealtad a su causa. Man Y’Chin era conocido por su destreza en el combate, pero también por su presencia imponente y su carisma. Había algo en él que intrigaba a Daenerys, algo que iba más allá de su habilidad con la espada, quizás fuera su capacidad para imponer orden incluso entre los mercenarios a partir de un código escrito.

Cuando Man Y’Chin entró en la habitación, se inclinó profundamente ante su reina. “Mi reina,” dijo con una voz suave y reverente, “¿en qué puedo serviros esta noche?”

Daenerys lo miró con una mezcla de curiosidad y expectación. Había oído rumores sobre la devoción de Man Y’Chin, y aunque normalmente no prestaba atención a tales habladurías, había algo en la forma en que él la miraba que despertaba su interés.

“Levantaos, Man Y’Chin,” ordenó Daenerys con una voz que reflejaba tanto autoridad como suavidad. “Esta noche no deseo hablar de guerras ni estrategias. Busco un momento de consuelo y compañía. ¿Podréis ofrecerme eso?”

El campeón se levantó lentamente, sus ojos oscuros llenos de una devoción inquebrantable. “Haré todo lo que esté en mi poder para complacer a mi reina,” respondió, su voz cargada de promesa.

Daenerys se acomodó en un diván, sus pies descalzos descansando sobre un cojín de seda. Observó a Man Y’Chin mientras él se acercaba, notando la intensidad en su mirada. Era como si todo su ser estuviera concentrado en ella, en cada movimiento y gesto.

Man Y’Chin se arrodilló ante Daenerys, y sus manos firmes pero suaves tomaron sus pies con una reverencia casi sagrada. Empezó a masajearlos con una destreza sorprendente, sus dedos recorriendo cada línea y curva con una atención meticulosa. Daenerys cerró los ojos, dejando escapar un suspiro de placer.

La atmósfera en la habitación se volvió más íntima, cargada de una electricidad palpable. Man Y’Chin continuó su labor con devoción, sus manos moviéndose con una mezcla de fuerza y ternura. Cada caricia, cada toque, parecía estar cargado de un deseo profundo y contenido.

Aunque Daenerys no podía ver su rostro, podía sentir la intensidad de su deseo. Había algo casi adorador en la manera en que él la tocaba, como si estuviera honrando a una diosa en lugar de a una reina. Y, a medida que los minutos pasaban, Daenerys se encontró perdida en la sensación, en el consuelo inesperado que había encontrado en las manos de su campeón.

Después de un tiempo, cuando el mundo exterior parecía haber desaparecido, Daenerys abrió los ojos y miró a Man Y’Chin. “Habéis cumplido con creces,” dijo suavemente, su voz teñida de gratitud. “Gracias por este momento de paz.”

Man Y’Chin inclinó la cabeza, su expresión llena de una satisfacción tranquila. “Siempre a vuestro servicio, mi reina,” respondió, su voz firme y leal.

En ese momento, Daenerys supo que había encontrado a alguien en quien podía confiar, no solo en el campo de batalla, sino también en los momentos más personales y privados. Y aunque las guerras y las luchas continuarían, en ese pequeño rincón de su mundo, había encontrado un consuelo inesperado y profundo.

Poco después, una silueta se alejó de las sombras tras las telas que hacían de paredes. Dejó a su marcha una mancha blanquecina en la arena y se fue sorbiendo los mocos mientras gimoteaba y maldecía su suerte.