Misión 28. Lady Malora llega a la ciudad

Hale, aquí tienes a la susodicha. Siéntete libre de rolear cuanto quieras, lo más bizarro que se te ocurra. Directamente en público si quieres.

Copio aquí para que quede constancia:

Lady Malora se presentaba altiva, puede que solo fuera una doncella, pero era una doncella de la casa Hightower, su linaje se remontaba milenios atrás, generaciones antes de que los Targaryen fueran si quiera nobles en Valyria los Hightower gobernaban el faro. Era solo una doncella, pero no bajaría la cabeza ni siquiera delante de un rey.

Su alteza real Aerys la recibió en los salones del concilio privado, tan solo Ser Jonothor Darry estaba presente, ni consejeros ni sirvientes. La cena esperaba en la mesa y abundante vino regaba la estancia. El rey tenía ideas muy extrañas sobre lo que una reunión política era.

Por docenas de veces Malora trató de hablar sobre la sede del Septon Supremo, y por docenas de veces Aerys desestimó el tema, preguntando sobre Antigua, sobre la ciudad, sobre los vinos del Dominio, sobre su familia y, sobre todo, sobre ella, alabando su figura, sus rasgos, sus delicadas manos, su altiva presencia, sus finos modales, su aguda mente y sus turgentes pechos y largas piernas. La doncella estaba cada vez más y más nerviosa, todo su altivez se perdió, ya no era la enviada de la casa Hightower en frente del Rey de los Siete Reinos, era tan solo Malorah, joven, delicada e inexperta en frente de Aerys, un hombre acostumbrado a llevar sobre sus hombres la carga de un reino.

Ser Jonothor Darry se retiró a una señal del rey, una nueva copa de vino fue servida, Aerys tomó el cuchillo que segundos antes había servido para cortar una pieza del venado servido ante ellos, sin remilgos lo limpió en la vistosa túnica real y con un movimiento sencillo liberó la túnica de Lady Malorah revelando su cuervo desnudo.


El séquito de la doncella de Antigua era escaso para el rango que ostentaba, pero la visita a Desembarco había sido preparada con escaso tiempo y los grandes séquitos siempre retrasaban las marchas.

Los pajes guiaban el carruaje hacia la puerta de la Fortaleza Roja cuando Ser Jonothor Darry interceptó la comitiva y, instantes después el propio rey alcanzó el carruaje de la doncella y, sin que nadie osara llevarle la contraria, entró en el mismo mientras toda alma abandonaba a la pareja.

Mi señora — la voz del rey era melosa, dulce y agradable — espero vuestra marcha a Antigua sea cómoda, tened cuidado, los caminos son peligrosos, y no desearía os pasara nada. Atesoraré la pasada noche en mi corazón, y espero tengáis a buen gusto volver a visitarme — Aerys se inclinó y plantó un delicado beso en la mejilla de Lady Malora — Adiós, mi doncella de Antigua, pero antes de que marchéis tomad — el rey extendió su mano sujetando un rico colgante, de oro y joyas — la reina Alysanne lo portó orgullosa, tomadlo como muestra de mi afecto, quizás algún día seréis merecedora de su corona .

Lady Malora se recompuso como pudo tras el atropello de Aerys, jurando en silencio que se vengaría de ese hombre. En que le fue posible se escabulló hasta su carruaje, donde sus sirvientes y un par de caballeros la esperaban para llevarla de nuevo al barco. Todos se dieron cuenta de que algo no andaba bien y cuando la dama quiso que se apresuraran las dudas desaparecieron.

Lo que hizo que más de uno empezase a sentir sudores fríos en su espalda fue el hecho de ver al rey aparecer allí, fuera. Todos se inclinaron tras verlo y este desapareció en el interior del carruaje.

No lo dudéis majestad, volveré a Desembarco en cuanto sea posible— dijo la dama de Antigua sonriendo pese a estar conteniendose las arcadas. Volvería, claro que sí, pero volvería para arrancarle el miembro y hacerselo comer —gracias majestad, sois inmensamente generoso— dijo cogiendo el colgante de oro. Malora, si acaso no lo estaba suficiente, se sintió aún más insultada —ya veremos majestad, el futuro no sabemos que nos podría deparar a vos y a mi— dijo haciendo una inclinación de cabeza. Quería irse, quería irse ya.