Cuando el pequeño grupo de dornienses llegaron a las cercanías del puerto la guardia de la ciudad patrullaba las calles. Pronto rodearon a los recién llegado exigiendo que entregasen sus armas, dirigiéndose expresamente a Ser Lewyn Martell, un hombre querido y respetado por todos. Algunos de los hombres pudieron ver en los ojos de los legendarios guerreros que allí no se rendiría nadie. El primer en lanzarse contra los Capas Doradas fue el propio Príncipe, ensartando al primero que se atrevió a cerrarle el paso y rajando el cuello de dos compañeros que habían cometido el error de acudir en ayuda de su aguerrido compañero. Cuando Ser Lewyn se unió a su sobrino la superioridad fue demasiado evidente y pronto todos los guardias yacían muertos o huían con el rabo entre las piernas. Oberyn escupió sobre el cadáver de uno de ellos mientras limpiaba en su rostro la sangre de su espada.
Elia no articulaba palabra, se encontraba en shock y solo era capaz de seguir a su tío y hermanos, encomendando su futuro y el del reino en sus fuertes y capaces brazos. El futuro del reino…pensaba mientras se acariciaba el vientre en un acto reflejo. Alcanzaron el puerto y comenzaron a lanzar órdenes y a preparar la embarcación del mercader que había aceptado gustoso el oro dorniense. Un respetable comerciante Brvoshi que jamás esperaba verse envuelto en tales problemas. Resultaba evidente que jamás podría volver a aquella ciudad.
Cuando se preparaban para embarcar aparecieron muchos más hombres, el castellano de la Fortaleza Roja, Ser Willem Darry, nunca permitiría a la Princesa abandonar la ciudad de aquella manera y menos permitir que un Guardia Real desertase de aquella forma, quebrantando los votos de manera tan evidente.
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Detén esta locura hermano - las palabras de Ser Oswell Whent resultaron ser un ariete para los ánimos del viejo caballero -. Parad ahora y podremos arreglarlo.
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Está loco amigo mío, sabes muy bien que no hay futuro para mí- Ser Lewyn Martell desenvainó su pequeño arsenal, una daga curva y mortífera con su mano izquierda y su enorme cimitarra con la mano derecha, que portaba como un escribano su pluma. Se dirigió a su familia.- ¡Marchaos de aquí, ahora!
Uno a uno caía todo aquel que se acercaba al gigantesco dorniense, uno tras otro hasta que comenzaron a cernirse sobre él de dos en dos. Cada golpea desviaba dos de los enemigos y a cada herida cercenaba una cabeza. Una lanza en el costado, otra en el muslo y un cote en la mano que le había obligado a dejar caer su daga. Finalmente consiguieron doblegarlo, hasta caer de rodillas. Lo quiero vivo. Las palabras de Ser Oswell permitieron al dorniense ganar suficiente tiempo y cuando se alzaba, preparado para aguantar un evite más, fue su joven sobrino el que de un salto tan grácil como imposible apareció desde su espalda ensartando otro de los soldados más que pretendían herir a su amado tío. Aquello fue suficiente para Ser Oswell, que si bien respetaba a su hermano no podía aguantar la soberbia dorniense. Con un fuerte y excesivamente rápido golpe consiguió hendir su hoja en el pecho del Príncipe de Dorne. Nunca un Guardia Real expresó tanto con tan poco, el grito le dio fuerzas y su sangre caliente retorno a sus extremidades acelerada por el impulso de su corazón herido. Cojeando pero en pie Ser Lewyn Martell agarró a su ahora ex-hermano y con las pocas fuerzas que le quedaban lo lanzó por los aires, para seguidamente comprobar la herida a todas luces mortal de su sobrino. En el lado derecho, pensó.
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Elia te necesita, madura de una puta vez. Le empujó hacia donde la embarcación comenzaba su leve separación del muelle.
Mientras Oberyn, visiblemente herido, saltaba al agua un gigante ataviado de un blanco antaño resplandeciente encaraba su destino, espada en ristre y decidido a defender cada gota de su sangre con preciado celo, como siempre habían hecho los dornienses. A la mierda el Rey, y cargó contra las decenas de enemigos proclamando el nombre de su queridísima sobrina.
//Capturas con vida a un Ser Lewyn Martell gravemente herido (dañado). Oberyn escapa herido de gravedad, junto a Elia Martell consiguen poner rumbo a Lanza del Sol con una embarcación pequeña pero rápida.