PoV
Rhaenys Targaryen
Estará atenta al procedimiento de cura de Arax
Tokens
"Lucerys
Lucerys se encargará de mejorar en lo posible la curación de Arrax
"Rhaenyra
Juntoo a su hijo, se encargará de dar todas las órdenes necesarias a la mejora de Arrax.
"Syrax
Es la madre de Arrax, espero que pueda ayudar de alguna manera a ello.
Objetivo
Curación de Arrax
Misión
Usando la sapiencia de Rocadragón, sus tomos, su información, sus recursos, ayudar a la recuperación de Arrax lo más rápido posible.
Localización
Rocadragón.
Roleo
En la bruma del amanecer, Rocadragón despertaba entre ecos de susurros de mar y viento. La atmósfera estaba cargada de preocupación, y el aire, impregnado del salitre, se sentía pesado. Lucerys Velaryon y Rhaenyra Targaryen se encontraban en el establo de dragones, donde el gran cuerpo de Arrax yacía, herido tras la feroz batalla en Valleoscuro.
—Debemos actuar rápido —dijo Lucerys, su voz un murmullo tenso, mientras acariciaba la escamosa cabeza de Arrax, que yacía inmóvil, las alas extendidas con una fragilidad nunca antes vista.
Rhaenyra se arrodilló a su lado, sus manos temblorosas trazando los contornos de las heridas de su dragón. Las marcas de la batalla eran profundas, cicatrices que hablaban de valor y sufrimiento. Sabía que la vida de Arrax dependía de sus esfuerzos.
—No podemos perderlo —susurró, la angustia reflejada en sus ojos lilas. La conexión entre madre e hijo era palpable, una energía que parecía fluir entre ellos a pesar de las heridas.
Syrax, la madre de Arrax, se acercó, sus grandes ojos dorados observando con preocupación. Rhaenyra, sintiendo la presencia de su dragona, extendió la mano hacia ella. Syrax se inclinó, permitiendo que Rhaenyra acariciara su rostro, buscando consuelo en su madre dragón.
—Syrax —dijo Rhaenyra—, necesitamos que confíes en nosotros. Arrax es fuerte, pero debemos hacer esto juntos.
Lucerys asintió, recordando las enseñanzas de su madre sobre la medicina antigua. Se levantó y buscó en los estantes del establo, donde frascos de hierbas y ungüentos esperaban ser utilizados. Encontró una mezcla de hierbas curativas, una receta que había sido transmitida a su familia por generaciones. Regresó al lado de Rhaenyra y comenzó a machacar las hojas en un mortero de piedra.
—Esto ayudará a cerrar las heridas y a aliviar el dolor —dijo, mientras el aroma de las hierbas llenaba el aire.
Rhaenyra tomó el ungüento y comenzó a aplicarlo suavemente en las heridas de Arrax, sus manos firmes pero delicadas. Mientras trabajaba, murmuró palabras de aliento, como si su voz pudiera atravesar el velo del dolor.
—Eres un guerrero, Arrax —dijo con fervor—. Lucha. Vuelve a nosotros.
Syrax se inclinó aún más, su aliento cálido envolviendo a su hijo, y de repente, una luz dorada pareció irradiar de ella. Un brillo suave que llenó el aire, como si la esperanza misma estuviera manifestándose. Rhaenyra sintió la conexión entre ellos, la fuerza de la maternidad y la lealtad que compartían, y se sintió embargada de un renovado coraje.
Con cada aplicación del ungüento, las respiraciones de Arrax se hicieron más profundas, más firmes. Lucerys, sintiendo el cambio, se acercó más, ayudando a mantener la calma. Las horas se convirtieron en minutos mientras la atmósfera del establo se llenaba de un silencio reverente.
Finalmente, con un último suspiro, Arrax movió su cola, un pequeño gesto que se sintió como un triunfo en medio de la tormenta. Rhaenyra y Lucerys se miraron, una chispa de esperanza brillando entre ellos.
—Lo logramos —dijo ella, su voz apenas un susurro, como si temiera romper el hechizo que había mantenido a Arrax con vida.
Lucerys sonrió, aliviado, mientras Syrax lanzó un suave rugido, una melodía de gratitud que resonó en Rocadragón. La batalla en Valleoscuro había dejado sus cicatrices, pero juntos habían comenzado a curar las más profundas.
Mientras el sol ascendía, iluminando el horizonte, los tres sabían que la lucha apenas comenzaba, pero el amor y la conexión entre ellos era una fuerza imparable.