Misión 36: Lyn, el Capa Blanca

PoV: Petyr Baelish

Tokens: Lyn Corbray + Señor de los Secretos

Objetivo: Curar el token de Lyn Corbray.

Misión: No sé. Ya hice cosas. Ganó el torneo. Es capa blanca…intuyo que está todo dicho.

Rol:
El sol se ocultaba tras las murallas de la Fortaleza Roja, bañando el cielo en tonos anaranjados y púrpuras. Petyr Baelish se encontraba en uno de los balcones del castillo, observando el horizonte con una expresión pensativa. A su lado, Lyn Corbray, recientemente nombrado Capa Blanca por el Rey Stannis Baratheon, lucía su armadura plateada con orgullo.

—Es una vista impresionante, ¿no crees? —comentó Meñique, sin apartar la mirada del horizonte.

—Lo es —respondió Lyn Corbray, aunque su tono era más frío—. Pero dudo que me hayas traído aquí para admirar el paisaje.

Petyr sonrió, un gesto calculado y enigmático.

—Siempre directo al grano, Ser Lyn. Me gusta eso de ti. Quería felicitarte una vez más por tu victoria en el torneo. Tu desempeño fue… extraordinario.

Lyn entrecerró los ojos, evaluando a Meñique con una mezcla de gratitud y suspicacia.

—No fue solo mi habilidad lo que me llevó a la victoria. Sabemos bien que tu intervención fue crucial.

—Exactamente —asintió Meñique—. Y es precisamente de eso de lo que quería hablar contigo. Hemos recorrido un largo camino juntos. Cuando nos conocimos, tu reputación estaba… manchada, por decirlo suavemente.

Lyn frunció el ceño, pero no interrumpió.

—Recuerdo bien esos días —continuó Meñique—. Pero, ¿qué hubiera sido de ti sin un poco de ayuda para limpiar tu nombre? Sabía que tenías el potencial de ser más que un simple caballero. Con mi apoyo, lograste brillar en el torneo de Desembarco del Rey, y tu destreza con la lanza fue evidente para todos.

Lyn asintió lentamente.

—No puedo negar tu influencia. Pero, ¿qué sacaste tú de todo esto?

Meñique rió suavemente.

—Siempre tan desconfiado. Es una cualidad admirable, en realidad. Lo que gano es simple: un aliado en la Guardia Real. Alguien en quien puedo confiar para mantener el equilibrio del poder y asegurar que nuestras ambiciones se cumplan. Además, no olvides que fui yo quien sugirió tu nombre al Rey Stannis. Sin mi recomendación, podrías estar en cualquier otro lugar, menos en la élite de los protectores del rey.

Lyn observó a Meñique, su mirada intensa.

—Así que todo esto es parte de tu gran plan. Pero, ¿qué esperas de mí a cambio?

—Solo tu lealtad y tu disposición para actuar cuando sea necesario —respondió Meñique sin titubear—. Tu posición como Capa Blanca te otorga acceso a información y personas que de otro modo serían inaccesibles. Juntos, podemos garantizar que la Fortaleza Roja permanezca segura y que nuestros enemigos sean mantenidos a raya.

Lyn permaneció en silencio por un momento, considerando las palabras de Meñique. Finalmente, asintió.

—Muy bien. Te debo mucho, Meñique, y no olvidaré tu ayuda. Pero recuerda esto: aunque te debo lealtad, no soy un peón. Mis propias ambiciones también son importantes, y no dudaré en actuar si veo que me estás usando solo para tus propios fines.

Meñique sonrió, una sonrisa que no alcanzó sus ojos.

—Esperaba nada menos de ti, Ser Lyn. Nuestra alianza es beneficiosa para ambos. Juntos, dominaremos este juego y nos aseguraremos de que Desembarco del Rey prospere bajo nuestro control.

Los dos hombres se miraron, sellando con esa mirada un pacto tácito. Mientras el sol se ocultaba por completo, dejando paso a la noche, sus sombras se alargaban en el balcón, presagio de las intrigas y conspiraciones que juntos tejerían en la Fortaleza Roja.

Este otro rol lo dejo aquí para la siguiente misión.

Rol:

El salón de la Fortaleza Roja se hallaba sumido en la penumbra, las sombras danzando al ritmo de las antorchas parpadeantes. En el centro, sobre una mesa de roble oscuro, se desplegaba un mapa del continente, cubierto de marcas y anotaciones. Petyr Baelish, conocido como Meñique, observaba el mapa con una sonrisa astuta, mientras sus dedos acariciaban suavemente su mentón.

Frente a él, con una expresión de desdén apenas disimulada, se encontraba Ser Lyn Corbray. El caballero, recientemente nombrado Capa Blanca por el Rey Stannis Baratheon, lucía su brillante armadura plateada que contrastaba con la oscuridad circundante. Su mano derecha descansaba sobre el pomo de su espada, una advertencia silenciosa de su letalidad.

—Ser Lyn, un honor tenerte aquí —dijo Meñique, con un tono melifluo que contrastaba con la dureza del caballero.

—Vamos al grano, Meñique. No me interesa tu palabrería —respondió Ser Lyn, sus ojos fríos como el acero de su espada.

Meñique dejó escapar una risa suave y se inclinó hacia adelante, señalando el mapa.

—Muy bien, como desees. El rey Stannis ha confiado en ti para proteger su reinado, pero sabemos que la lealtad de las Capas Blancas puede ser volátil. Debemos asegurar que cada uno de ellos está bajo nuestro control, o al menos, que conocemos sus secretos más oscuros.

Ser Lyn asintió con un leve movimiento de cabeza, sus ojos nunca apartándose de los de Meñique.

—¿Y qué propones?

Meñique se recostó en su silla, su sonrisa ensanchándose.

—Cada Capa Blanca tiene un punto débil, algo que desean ocultar. Mi red de espías está trabajando en desenterrar esos secretos. Pero necesitamos algo más… una presencia que los haga hablar. Ahí es donde entras tú, Ser Lyn.

—¿Pretendes que los interrogue? —preguntó Ser Lyn, sus labios formando una línea delgada.

—No directamente —replicó Meñique, levantando un dedo en señal de advertencia—. Eso levantaría sospechas. Necesitamos sutileza. Necesitamos a alguien dentro, alguien que pueda ganarse su confianza.

Ser Lyn entrecerró los ojos, evaluando a Meñique con una mezcla de desconfianza y curiosidad.

—Y tú crees que ese alguien soy yo.

Meñique asintió.

—Exactamente. Tu reciente nombramiento te otorga una posición de poder y cercanía con los otros Caballeros de la Guardia Real. Aprovecha eso. Observa, escucha, y sobre todo, infíltrate en sus vidas. Si descubres algo útil, me lo haces saber y yo me encargaré del resto.

Ser Lyn permaneció en silencio por un momento, sus pensamientos girando rápidamente. Finalmente, asintió.

—De acuerdo, Meñique. Pero recuerda esto: si intentas traicionarme, te cortaré el corazón con esta misma espada.

Meñique sonrió, una sonrisa que no alcanzó sus ojos.

—No esperaba menos de ti, Ser Lyn. Trabajemos juntos, y ambos conseguiremos lo que deseamos.

La reunión concluyó, y ambos hombres se retiraron a sus respectivas tareas. Mientras Meñique volvía a sus intrigas y complots, Ser Lyn se adentró en la Fortaleza Roja, decidido a descubrir los secretos de sus hermanos de armas. En los oscuros pasillos del poder, la conspiración continuaba, tejiendo una red que amenazaba con atrapar a cualquiera que se atreviera a desafiarla.

Lyn Corbray recupera un punto de Daño gracias a la credibilidad ganada.