PoV: Petyr Baelish
Tokens: Crisas de dragones + Administrador del Reino + Harrold Hardying + Thedros Blackwater (De Tirso)
Objetivo: Mejorar la economía de la ciudad, eficiencia económica.
Misión: Se buscará un edificio emblemático de la ciudad y en él se abrirá la Casa de la Moneda, el lugar donde se va a llevar el control de todos los aranceles e impuestos del Reino. Ese edificio se vigilará con la guardia de la ciudad.
Se hará llamar a los principales mercaderes y burgueses de la ciudad, además de los “economistas” que se sepan de la ciudad. La intención es que las operaciones de compra/ventas tengan que tener el control oficial del reino, con sus consiguientes impuestos (que no haya cosas en negro, o que si las hay, Petyr las controle).
También se buscará para saber si existen “banqueros” en Desembarco del Rey. No tengo constancia de ello, pero en cualquier caso, se va a crear un origen de Banco de Desembarco. Se busca a hombres con dinero que quieran guardar su dinero y que Petyr pueda ayudar a invertirlo, en el nombre del reino. Y la intención es que sea una sucursal futura del Banco de Braavos
Rol:
La luz de las velas proyectaba un suave resplandor sobre las paredes de la sala, mientras el aroma de los manjares preparados para la cena llenaba el aire. Petyr Baelish, Consejero de la Moneda del Rey Stannis Baratheon, se encontraba al final de una larga mesa, observando a los reunidos con una mirada astuta y calculadora. Los invitados eran mercaderes y burgueses influyentes de Desembarco del Rey, hombres y mujeres cuyo poder económico sostenía gran parte de la ciudad.
—Amigos míos, os agradezco vuestra presencia esta noche —comenzó Meñique, alzando su copa de vino en un gesto de bienvenida—. Nuestra amada ciudad ha sido testigo de muchas transformaciones, pero hoy os presento una visión que promete llevarnos a una nueva era de prosperidad.
Los murmullos cesaron mientras todos los ojos se centraban en él.
—Propongo la creación de la Casa de la Moneda en Desembarco del Rey —continuó Meñique, su voz firme y llena de convicción—. Un lugar donde se realicen todas las transacciones aduaneras y de negocios, centralizando así nuestras finanzas y asegurando una economía más robusta y eficiente.
Uno de los mercaderes, un hombre corpulento con un anillo de oro en cada dedo, se inclinó hacia adelante.
—¿Y cómo beneficiará esto a nuestros negocios?
Meñique esbozó una sonrisa tranquilizadora.
—La centralización nos permitirá reducir el fraude y la evasión de impuestos, aumentando así la recaudación sin elevar las tasas. Además, se garantizará la transparencia en todas las transacciones, lo que fortalecerá la confianza tanto de los mercaderes locales como de los extranjeros.
Una mujer elegante, propietaria de varias tabernas en la ciudad, levantó una ceja escéptica.
—¿Y quién controlará esta Casa de la Moneda?
—Estará bajo mi supervisión directa, por supuesto —respondió Meñique—, pero con un consejo asesor compuesto por representantes de las principales casas mercantiles de Desembarco del Rey. Será una institución de todos y para todos.
Las caras de los invitados mostraban una mezcla de interés y cautela. Meñique alzó su copa nuevamente, ofreciendo un brindis.
—Por la prosperidad de nuestra ciudad y el futuro que juntos construiremos.
Los invitados alzaron sus copas y bebieron, sintiendo que algo importante estaba en marcha.
Días después, en un salón más íntimo pero no menos lujoso, Meñique se reunió con un selecto grupo de los hombres más adinerados de Desembarco del Rey. Entre ellos se encontraban banqueros, terratenientes y los principales prestamistas de la ciudad.
—Caballeros —dijo Meñique, comenzando la reunión—, os he convocado hoy para discutir una visión aún más ambiciosa. Es hora de que Desembarco del Rey tenga su propia institución financiera de renombre: una organización que esté al servicio de nuestra ciudad y nuestro reino.
Uno de los banqueros, un hombre con una barba perfectamente recortada y ojos agudos, inclinó la cabeza con interés.
—¿Cómo propones que empecemos?
—Con vuestra inversión y apoyo —respondió Meñique sin titubear—. Juntos, podemos establecer el Banco de Desembarco del Rey. Ofreceremos préstamos, financiaremos expediciones comerciales, y proporcionaremos seguridad a los ahorros de nuestros ciudadanos. Pero más importante aún, controlaremos el flujo de dinero y ejerceremos una influencia considerable sobre el comercio en todo el continente.
Un terrateniente, conocido por su vasto dominio en las tierras del Dominio, intervino.
—¿Qué garantías tenemos de que esto funcionará?
Meñique sonrió, una sonrisa que denotaba confianza y un toque de misterio.
—He estudiado los métodos del Banco de Braavos y adaptado sus estrategias a nuestras necesidades. Con nuestra ventaja de estar en la capital del reino y con el respaldo del Rey Stannis, no solo funcionará, sino que florecerá.
Los hombres se miraron entre sí, evaluando la propuesta. Finalmente, uno de los prestamistas más influyentes asintió.
—Estoy dentro. Veo el potencial de esta idea y confío en tu habilidad para llevarla a cabo, Meñique.
Uno a uno, los demás hombres asintieron en acuerdo, sellando el inicio de una nueva era financiera para Desembarco del Rey. Petyr Baelish, con una sonrisa de satisfacción, supo que había dado un paso más hacia el control absoluto de la economía del reino.