Misión 38: Larga vida a las reinas

PoV

Rhaenys Targaryen

Ella será quien de las órdenes y reciba los cuidados.

Tokens

Fuego y Sangre

La autoridad y la fuerza de los Targaryen vive en Rhaenys Targaryen. El Fuego no puede hacer daño a un Targaryen.

Marea Alta

Todos los recursos de Marea Alta se dirigirán a la curación de Meleys y Rhaenys.

Lucerys Velaryon y Arrax

Lucerys traerá a hombres de Montedragón para ayudar en la curación de Meleys.

Objetivo

Recuperación de daños del Token Rhaenys Targaryen y Meleys.

Misión

Con todo el conocimiento de la cura de Arrax y Bruma, implementarlo en la mejora de Meleys, ya sea ungüentos, cercanía de otros dragones o los conocimientos de los hombres de Montedragón.

Roleo

Los aires fríos del otoño no mitigaban la tensión que aún latía en los pasillos de Marea Alta. Cada rincón de la fortaleza parecía impregnado de una preocupación silenciosa, un peso compartido por los pocos que habían presenciado la batalla en Grajal. Rhaenys, quebrada y malherida, había regresado con apenas la fuerza suficiente para mantenerse en pie, y junto a ella, la imponente y devastada figura de Meleys, la Reina Roja, postrada, respirando lento, cada aliento un esfuerzo de titanio.

Los maestres iban y venían, y no había rincón del castillo que no se estremeciera ante susurros sobre la gravedad de las heridas de Rhaenys y su dragona. Ni siquiera el mar parecía agitarse como de costumbre; incluso él parecía guardar silencio ante el eco de aquella batalla.

Rhaenys permanecía recluida en una habitación amplia, rodeada de velas que le conferían un resplandor suave a su semblante agotado. Estaba cubierta de vendas, y su piel, normalmente tostada y vigorosa, parecía débil bajo el blanco del vendaje. La sangre había dejado huellas en cada rincón de su armadura, y aunque ahora el metal descansaba en algún rincón del castillo, todos los presentes podían sentir que la furia y el valor de Rhaenys seguían latiendo en el ambiente.

En un lugar más retirado, Meleys también descansaba, como una montaña vencida. La gran dragona había sentido el filo de Vhagar en carne propia y las cicatrices de la batalla aún estaban frescas, recordándole el precio que había pagado. Los cuidadores de dragones de Marea Alta apenas se atrevían a acercarse; el solo peso de su aliento parecía capaz de derrumbarlos, pero ellos sabían que la bestia, aunque cansada, necesitaba cuidado. Con cada gruñido bajo y cada movimiento forzado de sus alas laceradas, parecía recordarles a todos la crueldad de la guerra.

Ser Corlys Velaryon, el Señor de Marea Alta, se mantenía cerca de Rhaenys, sin abandonar su lado. A su vez, la princesa estaba impaciente, queriendo levantarse y hacer honor a su sangre, a su dragona, a la batalla. Pero él, con una paciencia y firmeza poco común, se limitaba a sentarse junto a ella, sujetando sus manos, acariciando el dorso de sus dedos como si, de alguna manera, al compartir su calor, pudiera aliviar el dolor que la consumía.

—Deberías descansar, Rhaenys —susurró Corlys, sin dejar de mirarla. Su voz tenía el peso de alguien que conocía bien el mar, las tormentas, los vientos inclementes, y que ahora veía algo mucho más feroz en aquella mujer herida.

Ella, con una sonrisa débil, trató de moverse, pero el simple acto de inclinarse hacia él le costó un suspiro doloroso. Aun así, Rhaenys mantenía sus ojos fieros, su espíritu indomable. Se había enfrentado a la furia de Vhagar, y había sobrevivido. No podía dejar que un par de heridas la doblegaran.

—No hay tiempo para descansar, Corlys. La guerra aún no ha terminado.

Él sabía que era en vano pedirle a Rhaenys que pensara en su propia seguridad, pero no pudo evitarlo.

—El Reino puede esperar unos días más por ti —replicó Corlys, su tono grave, cargado de sentimientos que pocas veces le permitía expresar en palabras—. Pero si tú caes… si Meleys no se recupera, la guerra perderá algo más que un arma. Perderá un símbolo, un fuego que aún arde en medio de toda esta oscuridad.

El rostro de Rhaenys se suavizó. Sabía que sus palabras estaban cargadas de verdad, y que él la entendía como pocos lo hacían. Junto a ella, siempre a su sombra y su lado, estaba Corlys, fiel, leal, una roca a la que aferrarse incluso en el abismo.

La noche pasó en calma relativa, hasta que, cerca del amanecer, un grito ronco y fuerte se oyó a lo lejos, en los establos de dragones. Era Meleys, la Reina Roja, cuyo bramido estremeció cada piedra de Marea Alta. Era un llamado, una señal de que ella, también, estaba luchando, que no estaba dispuesta a ceder ni a morir sin pelear hasta el último aliento.

Las heridas son profundas, Rhaenys está permanentemente desfigurada y Meleys tiene heridas que nunca curarán. El token pasa a agotado, pero es imposible que pase a ileso.