PoV: Petyr Baelish
Tokens: Lyn Corbray + Señor de los Secretos
Objetivo: Tener información importante de los Capas Blancas
Misión: Lyn deberá conseguir integrarse en la organización de los Capas Blancas, tratando de encontrar amistad con alguno de ellos. Intuyo que Preston Greenfield, Mandon Moore o Arys Oakhearth pueden ser buenos objetivos para saber de su camaradería y así poder incluso inclinarles a visitar casas del placer y demás en un futuro.
Rol:
El salón de la Fortaleza Roja se hallaba sumido en la penumbra, las sombras danzando al ritmo de las antorchas parpadeantes. En el centro, sobre una mesa de roble oscuro, se desplegaba un mapa del continente, cubierto de marcas y anotaciones. Petyr Baelish, conocido como Meñique, observaba el mapa con una sonrisa astuta, mientras sus dedos acariciaban suavemente su mentón.
Frente a él, con una expresión de desdén apenas disimulada, se encontraba Ser Lyn Corbray. El caballero, recientemente nombrado Capa Blanca por el Rey Stannis Baratheon, lucía su brillante armadura plateada que contrastaba con la oscuridad circundante. Su mano derecha descansaba sobre el pomo de su espada, una advertencia silenciosa de su letalidad.
—Ser Lyn, un honor tenerte aquí —dijo Meñique, con un tono melifluo que contrastaba con la dureza del caballero.
—Vamos al grano, Meñique. No me interesa tu palabrería —respondió Ser Lyn, sus ojos fríos como el acero de su espada.
Meñique dejó escapar una risa suave y se inclinó hacia adelante, señalando el mapa.
—Muy bien, como desees. El rey Stannis ha confiado en ti para proteger su reinado, pero sabemos que la lealtad de las Capas Blancas puede ser volátil. Debemos asegurar que cada uno de ellos está bajo nuestro control, o al menos, que conocemos sus secretos más oscuros.
Ser Lyn asintió con un leve movimiento de cabeza, sus ojos nunca apartándose de los de Meñique.
—¿Y qué propones?
Meñique se recostó en su silla, su sonrisa ensanchándose.
—Cada Capa Blanca tiene un punto débil, algo que desean ocultar. Mi red de espías está trabajando en desenterrar esos secretos. Pero necesitamos algo más… una presencia que los haga hablar. Ahí es donde entras tú, Ser Lyn.
—¿Pretendes que los interrogue? —preguntó Ser Lyn, sus labios formando una línea delgada.
—No directamente —replicó Meñique, levantando un dedo en señal de advertencia—. Eso levantaría sospechas. Necesitamos sutileza. Necesitamos a alguien dentro, alguien que pueda ganarse su confianza.
Ser Lyn entrecerró los ojos, evaluando a Meñique con una mezcla de desconfianza y curiosidad.
—Y tú crees que ese alguien soy yo.
Meñique asintió.
—Exactamente. Tu reciente nombramiento te otorga una posición de poder y cercanía con los otros Caballeros de la Guardia Real. Aprovecha eso. Observa, escucha, y sobre todo, infíltrate en sus vidas. Si descubres algo útil, me lo haces saber y yo me encargaré del resto.
Ser Lyn permaneció en silencio por un momento, sus pensamientos girando rápidamente. Finalmente, asintió.
—De acuerdo, Meñique. Pero recuerda esto: si intentas traicionarme, te cortaré el corazón con esta misma espada.
Meñique sonrió, una sonrisa que no alcanzó sus ojos.
—No esperaba menos de ti, Ser Lyn. Trabajemos juntos, y ambos conseguiremos lo que deseamos.
La reunión concluyó, y ambos hombres se retiraron a sus respectivas tareas. Mientras Meñique volvía a sus intrigas y complots, Ser Lyn se adentró en la Fortaleza Roja, decidido a descubrir los secretos de sus hermanos de armas. En los oscuros pasillos del poder, la conspiración continuaba, tejiendo una red que amenazaba con atrapar a cualquiera que se atreviera a desafiarla.