Misión 41: Ala de Plata

PoV

Corlys Velaryon

Es él quien dará las órdenes y la petición a la Reina Rhaenyra

Tokens

Bastardos de Marcaderiva

Addam podrá dar consejos a Alyn de como llevar a cabo la doma de Ala de Plata.

El token está ahora mismo Agotado, pero hay una misión que termina hoy que puede ponerlo en ileso.

Rhaenyra Targaryen

La Reina, cuando dé su ok al intento de doma de Ala de Plata, ayudará a Alyn en la doma de la dragona.

Syrax

La aceptación de un dragón de un humano debe ayudar a que a otro le sea más fácil

Lucerys y Arrax

La aceptación de un dragón de un humano debe ayudar a que a otro le sea más fácil. Además Lucerys ya ayudó en la doma de Bruma.

El token está agotado.

Objetivo

Domar a Ala de Plata

Misión

Ala de Plata es una dragona considerada relativamente dócil y amigable con los extraños, así que es la mejor para que Alyn pueda acercarse a ella y tomar confianza.

Con la ayuda de Rhaenyra y Lucerys y sus dragones, así como de Addam, se llevará a cabo el acercamiento de Alyn a Ala de Plata, dándole de comer y acostumbrándose a él y su olor, para finalmente realizar el intento de su doma.

Roleo

La sala del trono de Rocadragón estaba silenciosa, excepto por el crepitar de las antorchas que proyectaban sombras danzantes en las paredes de piedra negra. Rhaenyra Targaryen, reina proclamada de los Siete Reinos, estaba sentada en el trono de su linaje, un asiento más modesto que el Trono de Hierro, pero cargado con el mismo peso de la responsabilidad. Su cabello plateado brillaba bajo la luz del fuego, mientras sus ojos vigilaban al hombre que se acercaba: Corlys Velaryon, el Señor de las Mareas y Mano de la Reina.

Corlys, un hombre de porte imponente incluso en sus años avanzados, llevaba su túnica naval adornada con las insignias de su casa. Su rostro, curtido por los vientos de incontables mares, estaba serio, pero en sus ojos ardía la determinación que siempre había definido al Lord de Marcaderiva. Se detuvo a pocos pasos del trono e inclinó la cabeza con respeto.

—Mi reina —dijo con su voz profunda, como el eco del mar—. Vengo con una petición que podría inclinar la balanza de esta guerra.

Rhaenyra le hizo un gesto para que hablara. Había aprendido a confiar en los consejos de Corlys; el Hombre del Mar siempre había velado por el bien de su familia y su causa.

—Daemon ha partido hacia Harrenhal con Caraxes —continuó Corlys—. Y se llevó a Vermithor con él, dejando a Rocadragón con menos dragones para nuestra defensa.

Rhaenyra asintió lentamente. Sabía que la partida de su esposo y de la otra mujer debilitaba su posición inmediata.

—Continúa, Lord Velaryon.

Corlys respiró hondo antes de hablar.

—Mi nieto, Alyn de Casco, ha demostrado ser valiente, decidido y leal. Aunque nació fuera del matrimonio, lleva en sus venas la sangre de Velaryon y Targaryen. Cree, y yo comparto su creencia, que puede convertirse en jinete de Ala de Plata.

El silencio que siguió fue pesado. Rhaenyra se reclinó en el trono, entrelazando los dedos mientras procesaba las palabras de su Mano.

—¿Alyn? —preguntó, con un atisbo de duda—. Es joven e inexperto. Domar a un dragón, y menos a uno como Ala de Plata, no es una hazaña cualquiera. Si fracasa, su vida estará en riesgo.

—La vida de todos está en riesgo, mi reina —replicó Corlys, con una intensidad que dejó clara la gravedad de su petición—. Necesitamos dragones, y no solo para luchar, sino para mostrar fuerza. Los rumores viajan rápido. Si otro jinete monta a Ala de Plata, la gente verá que seguimos siendo una fuerza que no puede ser contenida.

Rhaenyra frunció el ceño, pero no interrumpió.

—Alyn tiene el valor para intentarlo —continuó Corlys—. Y más que eso, tiene el deseo de demostrar que es digno de su linaje. No le pido esto por gloria personal ni por capricho. Lo hago porque sé que cada dragón que podamos contar será vital para nuestra supervivencia.

La reina guardó silencio por un largo momento, su mirada fija en Corlys mientras sus pensamientos se agitaban. Recordaba a Alyn: el joven bastardo que, a pesar de su nacimiento, siempre había mostrado una ambición feroz y un corazón valeroso. Su conexión con los Velaryon y los Targaryen no podía ser ignorada.

Finalmente, Rhaenyra se puso de pie, dejando que su presencia llenara la sala.

—Si Ala de Plata lo rechaza, la muerte será su único premio —dijo con gravedad—. Pero si cree que puede lograrlo, no seré yo quien le niegue la oportunidad.

Corlys inclinó la cabeza con agradecimiento.

—Gracias, mi reina. Alyn lo intentará. Y si Ala de Plata lo acepta, será una fuerza que fortalecerá nuestro reino.

Rhaenyra lo miró con algo más que resignación; había respeto en sus ojos, y quizás un atisbo de esperanza.

—Que así sea, Lord Velaryon. Prepárate para la partida.

Corlys asintió y dio media vuelta, sus pasos resonando en la piedra mientras abandonaba la sala. Afuera, el viento de Rocadragón soplaba con fuerza, como si el mar y los cielos se prepararan para recibir a un nuevo jinete.

Alyn de Casco miraba el Monte Dragón desde las murallas de Rocadragón, sus manos cerradas en puños tras el peso de su deseo. Ala de Plata estaba allí, aguardando como un fantasma del pasado glorioso de los Targaryen, una dragona que había conocido reinas y conquistas, pero que ahora era solo una leyenda viva. Había permanecido sin jinete desde la muerte de Alysanne Targaryen, su última compañera. Para todos, Ala de Plata era inalcanzable. Para Alyn, era una oportunidad.

Había oído las historias: cómo Aegon el Conquistador había domado a Balerion con nada más que voluntad de hierro, cómo Daemon Targaryen había montado al salvaje Caraxes, y cómo incluso príncipes jóvenes como Lucerys y Joffrey Velaryon se habían ganado el favor de sus dragones. Si ellos lo habían logrado, ¿por qué no él? Alyn sentía la sangre de Velaryon y Targaryen fluir por sus venas, aunque su nacimiento bastardo fuera un estigma que siempre lo perseguiría. Esa sangre no lo hacía menos digno, al menos no en su corazón.

Decidido, buscó a Lucerys Velaryon, su primo y jinete de Arrax, en el patio de entrenamiento de Rocadragón. Lucerys estaba practicando con la espada, su rostro aún juvenil pero marcado por la responsabilidad que llevaba sobre los hombros. Cuando Alyn se acercó, Lucerys lo miró con curiosidad.

—¿Qué te trae aquí, Alyn? —preguntó Lucerys mientras envainaba su espada.

—Ala de Plata —respondió Alyn sin rodeos. La simple mención del nombre hizo que Lucerys levantara las cejas.

—¿Quieres intentar domarla? —Lucerys dejó escapar una risa, no burlona, sino incrédula—. Es una dragona que no ha tenido jinete en décadas. Ni siquiera uno de los príncipes lo ha intentado.

—Eso no significa que no sea posible —replicó Alyn, con los ojos brillando de determinación—. Tú mismo montas a Arrax, y sé que no fue fácil. Si Ala de Plata me rechaza, al menos moriré intentándolo. Pero si lo consigo…

Lucerys lo estudió en silencio por un momento, luego suspiró.

—Si realmente estás decidido, necesitarás más que coraje. Madre debe saberlo. Si alguien puede darte una oportunidad, es ella.

Lucerys lo llevó ante Rhaenyra Targaryen esa misma noche. Aunque había recibido la visita de Corlys Velaryon, decidió escucharle. Alyn entró en la sala del trono de Rocadragón, donde Rhaenyra estaba sentada, con su porte regio y su mirada severa. La luz de las antorchas hacía brillar su cabello plateado como una corona de fuego.

—¿Por qué quieres esto, bastardo de Casco? —preguntó ella directamente, sin suavidad en sus palabras.

—Porque un dragón no se detiene a preguntar si soy un bastardo —respondió Alyn, encontrando el valor para sostener su mirada—. Ala de Plata no ha tenido jinete en años. Si tiene que tener uno, ¿por qué no yo?

Rhaenyra se inclinó hacia adelante, apoyando el mentón en su mano. Había algo en las palabras de Alyn que despertaba su interés.

—Domar a un dragón no es solo cuestión de voluntad. Requiere algo más… una conexión. Si fallas, Ala de Plata no mostrará misericordia.

—Entonces debo confiar en que no fallaré —dijo Alyn con firmeza.

La princesa guardó silencio por un largo momento. Finalmente, asintió.

—Lucerys y yo te acompañaremos. No podemos forzar a Ala de Plata a aceptarte, pero podemos asegurarnos de que no mueras antes de tener tu oportunidad. Syrax y Arrax volarán contigo hasta el Monte Dragón. Si Ala de Plata siente respeto por nosotros, puede que te escuche.

La mañana siguiente, bajo un cielo de nubes densas, Alyn se preparó para partir. Lucerys estaba a su lado, montando a Arrax, el joven dragón que ya respondía con devoción a su jinete. Rhaenyra montaba a Syrax, la majestuosa dragona dorada que era casi una extensión de su voluntad. Alyn los observaba con una mezcla de admiración y ansiedad mientras ajustaba la capa que llevaba para protegerse del frío viento de la montaña.

El vuelo hacia el Monte Dragón fue corto pero lleno de tensión. Alyn, sentado detrás de Rhaenyra en Syrax, sintió el aire cargado de electricidad mientras la montaña se alzaba frente a ellos. Cuando finalmente aterrizaron en una de las cumbres, el rugido bajo de Ala de Plata resonó desde la oscuridad de su cueva.

La dragona emergió lentamente, su silueta bañada por la luz de la mañana. Sus escamas eran como plata líquida, y sus ojos, dos orbes de fuego que parecían escrutar el alma de Alyn. Emitió un gruñido bajo que hizo temblar el suelo, pero no mostró hostilidad inmediata.

—Es tu momento. —dijo Lucerys desde la espalda de Arrax, observándolo con una mezcla de inquietud y orgullo.

Alyn tragó saliva y avanzó hacia la dragona. Cada paso que daba sentía el peso de su decisión, pero no se detuvo. Había aprendido que los dragones sentían el miedo como un depredador siente el temblor de su presa. No podía permitirse vacilar.

Cuando estuvo lo suficientemente cerca como para sentir el calor que emanaba de Ala de Plata, levantó las manos lentamente, mostrando que no llevaba armas.

—Ala de Plata —dijo, su voz clara aunque cargada de nerviosismo—. Soy Alyn de Casco. Un hombre con sangre de Velaryon y Targaryen. No tengo riquezas ni títulos que ofrecerte, pero tengo un corazón que no teme al fuego.

La dragona inclinó la cabeza levemente, su mirada fija en él como si estuviera evaluando cada palabra, cada gesto.

En ese momento, todo quedó en manos de la dragona.

Remarcar:

  • El token de los bastardos ya está ileso.
  • Factor positivo, Rhaenyra se ha criado en Rocadragón y debe haber tenido relación con el dragón.

Todo comenzó con tranquilidad, ya lo habían hecho otras veces, un dragón más, solo uno más y podrían conseguir el trono.

Todo marchó con tranquilidad, Ala de Plata respondió como esperaba y el bastardo consiguió domarla.

Ya está pues— dijo la reina —Lord Corlys, encargaos de que mis hijos vuelvan a Rocadragón, se les prohibe participar en la guerra, ya se han arriesgado demasiado.

Ganas el token de Ala de Plata